Yo no pago una misa. Yo participo en el misterio del Amor de Dios.
Reflexión formativa para todos los fieles bautizados
Querida comunidad parroquial, hermanas y hermanos en Cristo:
En más de una ocasión hemos escuchado frases como: “yo pagué por una misa”, “yo pagué una intención”, o incluso “esa misa es mía”. Aunque muchas veces dichas expresiones se dicen sin mala intención, es necesario, como comunidad en camino, formarnos con claridad y profundidad sobre el verdadero sentido de la ofrenda por las intenciones en la Santa Misa, y el compromiso de cada bautizado con la vida y misión de la Iglesia.
Hoy, más que corregir, queremos iluminar, enseñar y llevar a todos hacia una comprensión más plena, madura y eclesial de lo que significa participar en el Santo Sacrificio de la Misa y ofrecer una intención. No es un servicio comercial. No es una transacción. Es un acto de amor, fe y comunión eclesial.
1. La Eucaristía no se compra: es don de Dios
La Santa Misa es el memorial del sacrificio redentor de Cristo, el mismo Cristo que se entrega en la cruz por amor a la humanidad y que se hace presente sacramentalmente en cada Eucaristía. Esta gracia es incalculable e infinita, y por tanto, no se compra ni se vende.
En la Sagrada Escritura, encontramos una enseñanza muy clara y firme del apóstol Pedro a Simón el mago, quien quería pagar por el don del Espíritu:
“¡Que tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se puede comprar con dinero!” (Hechos 8,20)
Así también, no puede haber lugar entre los bautizados para pensar que el sacrificio de Cristo, que es fuente de vida eterna, pueda tener un precio. Dios nos lo da por amor, y nosotros respondemos con fe, conversión y gratitud.
2. El Magisterio: una participación en el bien común de la Iglesia
La Iglesia ha enseñado, desde los primeros siglos, que los fieles pueden ofrecer una intención particular al participar en la Misa —ya sea por un difunto, una acción de gracias, una petición especial— y que pueden acompañar esta intención con una ofrenda voluntaria, no como “pago”, sino como ayuda concreta para el sostenimiento del ministerio sacerdotal y de las obras de la Iglesia.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma:
“La Eucaristía es ‘fuente y culmen de toda la vida
cristiana’” (CEC 1324).
“Los ministros sagrados no deben apropiarse para sí de lo que es dado para el
sustento del culto divino, sino emplearlo conforme a la intención del oferente”
(CEC 2122).
Y añade claramente (CEC 2121) que:
“Se prohíbe la simonía, es decir, la compra o venta de cosas espirituales, ya que lo espiritual no puede ser objeto de comercio.”
3. El Derecho de la Iglesia: el Canon 222 §§1-2
El Código de Derecho Canónico, que guía la vida eclesial, indica que todo fiel bautizado no solo tiene el derecho, sino también el deber de sostener las necesidades de la Iglesia. Es una consecuencia lógica de nuestro bautismo, por el cual pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Canon 222 §1: “Los fieles tienen la obligación de satisfacer las necesidades de la Iglesia, para que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras del apostolado y de caridad, y el honesto sustento de sus ministros.”
Canon 222 §2: “También tienen el deber de promover la justicia social y, recordando el precepto del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes.”
Es decir, la ayuda que se ofrece al pedir una intención de misa forma parte de un deber bautismal, y a la vez, de un acto de corresponsabilidad. No es un "pago", sino una contribución libre y generosa para que el culto divino sea celebrado dignamente, los ministros puedan vivir, y los más pobres puedan ser socorridos.
4. Los santos lo vivieron con amor y reverencia
“La Misa es el acto más sublime que el hombre puede realizar.”
“La misa es el alimento espiritual que nos permite servir a Cristo en los más pobres de entre los pobres.”
“La participación de los fieles en la Eucaristía comporta una corresponsabilidad con la Iglesia y con sus necesidades materiales” (Ecclesia de Eucharistia, 20).
5. Hacia un lenguaje nuevo y una comprensión más plena
Por todo esto, como comunidad parroquial en camino sinodal y como bautizados corresponsables, necesitamos superar un lenguaje inadecuado y corregir una visión limitada. No decimos:
Y aún más, si una persona no tiene medios para dar una ofrenda económica, jamás se le niega la Santa Misa. La gracia de Dios no se mide en dinero, y la Iglesia está para servir, especialmente a los más pobres.
6. El corazón es la verdadera ofrenda
Recordemos a la viuda del Evangelio que dio solo dos moneditas, pero Jesús alabó su fe más que la de los ricos (cf. Marcos 12,41-44). Porque Dios no mira la cantidad, sino el amor con que se da.
Cuando ofreces una intención de misa, no estás comprando un favor de Dios, estás participando en el misterio pascual de Cristo, uniéndote a su cruz y resurrección. Y cuando haces una ofrenda, estás ayudando a que la Iglesia siga viva, activa, misionera y servidora.
“La misa no se paga, se ofrece. No se compra, se comparte. No se exige, se vive.”
Como parroquia, animamos a todos los fieles a crecer en esta comprensión y a vivir cada misa con gratitud, reverencia y comunión. Que nuestras intenciones vengan siempre del corazón, y nuestras ofrendas sean expresión de nuestra fe viva, comprometida y misionera.
Dar con generosidad a la Iglesia no es perder, es sembrar en el corazón de Dios y en el futuro de muchas almas. Tu ofrenda sostiene la misión, enciende la fe y prolonga el amor de Cristo en el mundo.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor: cuando das con amor, cuando sirves con alegría y cuando ofreces desde el corazón, descubres que Dios multiplica la gracia y transforma tu entrega en bendición para muchos.
Asi es, por eso siempre todo se recibe y administra con recibos y comprobantes de pagos, se envian informes mensuales a nuestra Arquidiócesis y existen los concejos económicos parroquiales quienes en conjunto con sacerdote y grupos pastorales no solo administran sino que son los responsables del cuidado y atención en cada parroquia.
muchas gracias por iluminarnos sobre este importante tema.. no obstante cabe comentar lo siguiente El Código de Derecho Canónico establece normas para la administración de las intenciones de misa y las ofrendas recibidas. Los sacerdotes deben registrar las intenciones de misa recibidas, las ofrendas correspondientes y la celebración de las misas. Los administradores de bienes eclesiásticos deben rendir cuentas de las intenciones de misa no celebradas dentro del año. El Ordinario local (obispo) tiene la obligación de supervisar el cumplimiento de las intenciones de misa en su diócesis. saludos de Argentina
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