12
OCT
2025

“La fe se hace plena cuando aprende a agradecer”



Domingo 12 de octubre de 2025

“La fe se hace plena cuando aprende a agradecer”
Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario – El milagro del corazón agradecido


“El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad” (Sal 97)

El Evangelio de este domingo (Lc 17, 11-19) nos presenta a Jesús en camino hacia Jerusalén, el lugar donde consumará su entrega por amor. En ese trayecto, diez leprosos se le acercan clamando: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Jesús los escucha, los acoge y los envía a presentarse a los sacerdotes, y mientras van de camino, quedan curados. Sin embargo, sólo uno regresa a dar gracias, y lo significativo es que ese único agradecido era samaritano, extranjero, alguien considerado marginado por la sociedad y por la religión de su tiempo.

Esta escena nos invita a mirar la vida con ojos de gratitud. La fe verdadera —nos enseña Jesús— no se agota en recibir favores, sino que se expresa en el reconocimiento, en el corazón que sabe volver al Señor y decir: “Gracias”. La gratitud es el signo más puro del amor. Es la fe que se hace relación viva, que no usa a Dios, sino que lo ama.

En la primera lectura (2 Re 5, 14-17), Naamán, el general sirio, experimenta una historia similar. Curado de su lepra al bañarse siete veces en el Jordán, como le indicó el profeta Eliseo, regresa transformado: no sólo ha recibido salud física, sino la fe en el Dios vivo. Por eso exclama: “Ya sé que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel”. La sanación se convierte en camino de conversión. Naamán, el extranjero, el pagano, se convierte en testigo del poder de Dios. Así también el samaritano del Evangelio: ambos extranjeros, ambos curados, ambos agradecidos.

San Pablo, en su carta a Timoteo (2 Tim 2, 8-13), nos recuerda el corazón de nuestra fe: “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos”. En medio de las pruebas, de los cansancios y de las dificultades del testimonio cristiano, la mirada debe mantenerse fija en Cristo resucitado, vencedor de la muerte. Si morimos con Él, viviremos con Él; si perseveramos, reinaremos con Él. Estas palabras son una proclamación de esperanza para cada creyente que lucha y no se rinde, para todo discípulo que sigue sirviendo a pesar de las heridas o la ingratitud.

Vivimos el Mes del Rosario, el Mes de las Misiones y el Jubileo de la Espiritualidad Mariana. María, la mujer del “sí” y del corazón agradecido, nos enseña el camino de la fe humilde que confía y que alaba. Su Magníficat es el canto del alma agradecida: “Mi alma proclama la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador”. María es la primera misionera, porque lleva a Jesús en su seno y lo entrega al mundo; y también la primera contemplativa, porque guarda todo en su corazón. En ella se cumple lo que hoy celebramos: fe que escucha, esperanza que camina y amor que agradece.

Pensar, Sentir y Actuar: Dios sigue obrando milagros en la vida de quienes confían en Él, pero el mayor milagro no es la curación del cuerpo, sino el renacimiento del alma agradecida. Como Naamán y el samaritano, estamos llamados a reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas y volver siempre a Él con un corazón lleno de gratitud, porque el cristiano maduro no vive quejándose, sino agradeciendo. Deja que esta Palabra toque tu corazón: ¿cuántas veces el Señor te ha sanado, te ha perdonado, te ha sostenido? Siente hoy la alegría de saberte amado, buscado y salvado por Jesús, y no olvides volver a Él para decirle: “Gracias, Señor”. Que tu vida sea un canto de acción de gracias permanente. Reza una decena del Santo Rosario por los misioneros y por quienes anuncian el Evangelio en tierras difíciles, y ofrece un gesto concreto de gratitud —una visita, una llamada, una palabra amable, una ayuda a quien lo necesite— para que tu acción de gracias se haga vida, servicio y misión.

 

“Sobre todo, no olvidemos dar gracias: si somos portadores de gratitud, el mundo mismo se volverá mejor, aunque solo sea un poco.”
— Papa Francisco

 

Parroquia de Santa Ana – Panamá
“Porque la fe se vive, se comparte y se anuncia.”


Pbro.Alfredo Uzcátegui.

Vicario parroquial.


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