28
AGO
2025

Vivir vigilantes en el amor: esperanza cristiana con San Agustín



Semana XXI del Tiempo Ordinario

Reflexión para el jueves 28 de agosto de 2025
Lecturas: 1 Tesalonicenses 3, 7-13; Salmo 89; Mateo 24, 42-51
Memoria de San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia

Vivir vigilantes en el amor: esperanza cristiana con San Agustín

La liturgia de este día nos invita a vivir con un corazón vigilante, sostenido por el amor de Dios y animado por la esperanza cristiana. San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses, expresa la alegría que le produce saber que la comunidad permanece firme en la fe a pesar de las pruebas. El Evangelio, por su parte, nos exhorta a estar preparados, pues el Señor vendrá cuando menos lo esperemos. Y la memoria de San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, ilumina este camino con su experiencia de conversión y búsqueda apasionada de la verdad.

San Pablo a los Tesalonicenses (1 Tes 3, 7-13)

San Pablo escribe desde el corazón de un pastor que acompaña espiritualmente a sus hijos en la fe. Siente gozo al verlos perseverar en medio de las dificultades. Les anima a crecer “en el amor mutuo y hacia todos” y a mantener firme la esperanza de la venida del Señor.

Aquí encontramos una enseñanza central: la fe no es estática, sino dinámica, y debe crecer en amor y en esperanza, dos virtudes que sostienen la vida cristiana.

El Salmo 89 (90)

El salmo nos hace suplicar: “Sácianos de tu amor por la mañana y júbilo será toda nuestra vida”. Es una invitación a vivir cada jornada como un don de Dios, conscientes de la fragilidad humana, pero también de la infinita misericordia divina. La verdadera alegría brota del amor de Dios derramado en el corazón del creyente.

El Evangelio (Mt 24, 42-51)

Jesús nos habla con palabras de vigilancia: “Estén preparados, porque a la hora que menos piensen vendrá el Hijo del hombre”. No se trata de vivir en miedo, sino en fidelidad diaria. El discípulo fiel es aquel que administra con responsabilidad los bienes de Dios, que cumple su misión con amor y que permanece perseverante hasta el final. La vigilancia cristiana no es pasividad, sino compromiso y servicio.

La Iglesia nos recuerda que el tiempo presente es “tiempo de gracia y de salvación” (cf. Lumen Gentium 48). No sabemos el día ni la hora, pero sabemos que Cristo vendrá en gloria, y por eso vivimos vigilantes y confiados. Los Padres de la Iglesia, como San Cipriano, exhortaban a “esperar cada día el día del Señor como si fuera inminente”, no con angustia, sino con esperanza gozosa.

San Agustín, cuya memoria celebramos hoy, nos enseña con su vida y sus escritos que la vigilancia consiste en buscar siempre la verdad y el amor en Dios: “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Confesiones I,1). Su vida de conversión es un ejemplo de que nunca es tarde para volver al Señor y vivir en fidelidad.

Vivimos en un mundo lleno de distracciones, prisas y comodidades que pueden adormecer el corazón. El Evangelio nos sacude para que despertemos: no se trata de temer al futuro, sino de vivir el presente con sentido, con fidelidad a Dios y con amor al prójimo. Cada día es una oportunidad para crecer en fe, esperanza y caridad.

El Señor nos llama a ser administradores responsables de los dones que nos confía: la familia, la comunidad, la fe, los talentos personales. No sabemos cuándo nos pedirá cuentas, pero sí sabemos que quiere encontrarnos en actitud de servicio, con las manos llenas de obras de amor y con un corazón vigilante.

San Agustín: Maestro de esperanza

Celebrar a San Agustín es recordar que Dios nunca abandona a sus hijos. Él buscó la verdad en muchos lugares, hasta que se dejó encontrar por la gracia de Cristo. Su conversión nos anima a no rendirnos jamás, a buscar siempre la luz, incluso en medio de la confusión y el pecado. Su ejemplo es un faro de esperanza para quienes luchan con dudas, caídas o debilidades.

Dios me invita a vivir cada día como un regalo, en fidelidad y esperanza. Gratitud por la paciencia de Dios que siempre me espera y me anima a convertirme. Hoy me comprometo a ser vigilante, dedicando un momento a la oración y ofreciendo un gesto de servicio concreto hacia alguien que lo necesite.

La liturgia de este jueves nos impulsa a vivir en esperanza, con un corazón vigilante y agradecido. Como San Pablo, seamos constantes en la fe; como el salmista, pidamos la alegría del amor de Dios; como Jesús nos enseña, estemos atentos y preparados; y como San Agustín, aprendamos que la verdadera paz solo se encuentra en Dios.


Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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