16
OCT
2024

Vivir Según el Espíritu: El Legado de Amor del Sagrado Corazón en Santa Margarita María y Santa Eduviges

Vivir Según el Espíritu: El Legado de Amor del Sagrado Corazón en Santa Margarita María y Santa Eduviges


Ven, esposa de Cristo, y recibe la corona que el Señor te ha preparado para toda la eternidad.

Vivir Según el Espíritu: El Legado de Amor del Sagrado Corazón en Santa Margarita María y Santa Eduviges

En este día, la Iglesia celebra la memoria de dos grandes mujeres que dedicaron sus vidas a Dios y dejaron un legado espiritual profundo: Santa Eduviges, una religiosa que vivió entre los siglos XII y XIII, conocida por su caridad hacia los pobres y su compromiso con los enfermos, y Santa Margarita María de Alacoque, una mística del siglo XVII, quien tuvo las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús, promoviendo una devoción que transformó la espiritualidad de la Iglesia.


A la luz de la Palabra de Dios, tomamos las enseñanzas de San Pablo en su carta a los Gálatas (5,18-25), el Salmo 1 y el Evangelio de San Lucas (11, 42-46), reflexionando cómo estas dos santas encarnaron el mensaje del Evangelio en su tiempo y cómo nos inspiran hoy.


San Pablo, en su carta a los Gálatas, nos habla de la diferencia entre vivir según la carne y vivir según el Espíritu. Cuando habla de "la carne", no se refiere únicamente a los deseos físicos, sino a todo lo que nos aparta de Dios, incluyendo el egoísmo, la envidia, y el odio. Por otro lado, nos invita a vivir conforme al Espíritu Santo, quien nos conduce a la libertad verdadera, la cual no consiste en hacer lo que queremos, sino en vivir según los designios de Dios. Los frutos de esta vida en el Espíritu son claros: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, fidelidad, mansedumbre y autocontrol.


Santa Margarita María vivió plenamente esta enseñanza, entregándose de corazón al amor de Cristo y permitiendo que el Espíritu Santo guiara su vida. En 1673, tuvo una visión de Jesús en la que le mostró su Sagrado Corazón, y de ahí comenzó su misión de propagar la devoción al amor misericordioso de Dios. Esta devoción es un reflejo de los frutos del Espíritu que San Pablo describe: el amor y la misericordia de Cristo buscan transformar nuestros corazones para que también vivamos en paz y bondad.


Salmo 1: "Dichoso quien confía en el Señor"


El Salmo 1 nos ofrece una imagen muy clara: la vida del justo es como un árbol plantado junto al río, que siempre da fruto en su debido tiempo. Aquellos que confían en el Señor y se arraigan en su ley experimentan estabilidad y crecimiento espiritual. Por otro lado, aquellos que siguen el camino de los malvados son como paja que el viento arrastra.


Santa Eduviges, quien vivió en Polonia entre 1174 y 1243, encarnó esta confianza en Dios. Aunque era una duquesa con grandes riquezas, optó por una vida de humildad, dedicándose a la oración, a la caridad, y a ayudar a los necesitados. Esta opción radical de vivir para Dios muestra cómo su confianza estaba puesta en el Señor, y su vida, como un árbol plantado junto al río, dio frutos abundantes que aún inspiran a la Iglesia hoy.


Evangelio según San Lucas (11, 42-46): La advertencia contra la hipocresía


En el Evangelio de hoy, Jesús critica duramente a los fariseos por su hipocresía. Aunque eran estrictos en cumplir con las normas religiosas, su corazón estaba lejos de Dios. Se preocupaban más por las apariencias externas que por la justicia y el amor. Jesús les recuerda que lo más importante es el amor a Dios y al prójimo.


Santa Margarita María recibió la revelación del Sagrado Corazón como una respuesta al corazón de una humanidad que había perdido su dirección. Jesús le reveló que su Corazón estaba lleno de amor por la humanidad, pero que a menudo ese amor no era correspondido, y le pidió que promoviera la devoción para reparar por las ofensas que se cometen contra su Sagrado Corazón. El llamado que Jesús hace a vivir en la justicia y el amor sigue siendo urgente hoy.


Santa Margarita María de Alacoque, nacida el 22 de julio de 1647 en Francia, vivió una vida mística profundamente unida al Sagrado Corazón de Jesús. Entre 1673 y 1675, Jesús le reveló las profundidades de su Corazón y le pidió que propagara esta devoción. Entre las promesas hechas por Jesús a quienes practican esta devoción se encuentran:


1. Concederles todas las gracias necesarias en su estado de vida.

2. Darles paz en sus familias.

3. Consolarles en todas sus aflicciones.

4. Ser su refugio seguro durante la vida y especialmente en la hora de la muerte.

5. Derramar bendiciones abundantes sobre sus empresas.

6. Bendecir los hogares donde se exponga y venere la imagen de su Sagrado Corazón.

7. Darles un gran fervor y gracia en el momento de la comunión.

8. Conceder a los pecadores la gracia de la conversión.

9. A los sacerdotes les dará el poder de tocar los corazones más endurecidos.

10. Las personas que promuevan esta devoción tendrán su nombre escrito en su Corazón, y jamás será borrado.


Santa Margarita fue canonizada el 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV, y su fiesta se celebra cada 16 de octubre.


¿Cómo estoy permitiendo que el Espíritu Santo guíe mi vida para dar frutos de amor, paz y bondad?

Que el ejemplo de Santa Margarita y Santa Eduviges nos inspire a confiar plenamente en el Señor, viviendo con un corazón sincero y generoso.


Dedica tiempo hoy a la oración frente a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Pide que te conceda un corazón humilde, capaz de amar y servir, dejando de lado las apariencias y viviendo según el Espíritu Santo. Si no tienes una imagen, considera colocar una en tu hogar como signo de confianza en las promesas del Sagrado Corazón.


La vida y el legado de Santa Eduviges y Santa Margarita María de Alacoque nos recuerdan el poder transformador de la confianza en el Señor y la importancia de vivir según el Espíritu. Que sus ejemplos nos motiven a seguir creciendo en santidad, confiando en la misericordia infinita de Dios y respondiendo con corazones llenos de amor.

Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. Jn 10,27

DEBEMOS CONOCER EL AMOR DE CRISTO,

QUE EXCEDE TODO CONOCIMIENTO

De las cartas de Santa Margarita María de Alacoque

Pienso que aquel gran deseo de nuestro Señor de que su sagrado Corazón sea honrado con un culto especial tiende a que se renueven en nuestras almas los efectos de la redención. 

El sagrado Corazón, en efecto, es una fuente inagotable, que no desea otra cosa que derramarse en el corazón de los humildes, para que estén libres y dispuestos a gastar la propia vida según su beneplácito.

De este divino Corazón manan sin cesar tres arroyos: el primero es el de la misericordia para con los pecadores, sobre los cuales vierte el espíritu de contrición y de penitencia; el segundo es el de la caridad, en provecho de todos los aquejados por cualquier necesidad y, principalmente, de los que aspiran a la perfección, para que encuentren la ayuda necesaria para superar sus dificultades; del tercer arroyo manan el amor y la luz para sus amigos ya perfectos, a los que quiere unir consigo para comunicarles su sabiduría y sus preceptos, a fin de que ellos a su vez, cada cual a su manera, se entreguen totalmente a promover su gloria.

Este Corazón divino es un abismo de todos los bienes, en el que todos los pobres necesitan sumergir sus indigencias: es un abismo de gozo, en el que hay que sumergir todas nuestras tristezas, es un abismo de humildad contra nuestra ineptitud, es un abismo de misericordia para los desdichados y es un abismo de amor, en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia.

Conviene, pues, que os unáis al Corazón de nuestro Señor Jesucristo en el comienzo de la conversión, para alcanzar la disponibilidad necesaria y, al fin de la misma, para que la llevéis a término. ¿No aprovecháis en la oración? 

Bastará con que ofrezcáis a Dios las plegarias que el Salvador profiere en lugar nuestro en el sacramento del altar, ofreciendo su fervor en reparación de vuestra tibieza; y cuando os dispongáis a hacer alguna cosa, orad así:

 «Dios mío, hago o sufro tal cosa en el Corazón de tu Hijo y según sus santos designios, y os lo ofrezco en reparación de todo lo malo o imperfecto que hay en mis obras». Y así en todas las circunstancias de la vida. Y, siempre que os suceda algo penoso, aflictivo, injurioso, decíos a vosotros mismos:

 «Acepta lo que te manda el sagrado Corazón de Jesucristo para unirte a sí».

Por encima de todo, conservad la paz del corazón, que es el mayor tesoro. Para conservarla, nada ayuda tanto como el renunciar a la propia voluntad y poner la voluntad del Corazón divino en lugar de la nuestra, de manera que sea ella la que haga en lugar nuestro todo lo que contribuye a su gloria, y nosotros, llenos de gozo, nos sometamos a él y confiemos en él totalmente.

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Fuente:dirfran@franciscanos.org


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