Ver a Cristo es ver al Padre –
Reflexión para el sábado 17 de mayo de 2025
Cuarta semana de Pascua – Año Santo Jubilar
San Pascual Bailón – Día de la Santísima Virgen María
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9)
En este sábado del tiempo pascual, el Evangelio de san Juan nos introduce en una de las revelaciones más íntimas de Jesús a sus discípulos: su unidad total con el Padre. A Felipe —y con él a todos nosotros— Jesús le responde con ternura y firmeza: quien lo ha visto a Él, ha visto al Padre. En Cristo, el Dios invisible se ha hecho visible, cercano, comprensible, amante, servicial. Esta es una de las claves más hermosas del cristianismo: en Jesús conocemos al Dios verdadero, al Dios que ama hasta dar la vida.
1. La Palabra que nos habla hoy: unidad, testimonio y alegría
Primera lectura – Hechos 13,
44-52
Pablo y Bernabé predican en Antioquía de Pisidia. Al ver la multitud que se
congrega para escuchar la Palabra de Dios, algunos se llenan de envidia y
contradicen el mensaje. Sin embargo, lejos de retraerse, los apóstoles declaran
con valentía: “A ustedes era necesario anunciarles primero la palabra de Dios,
pero como la rechazan… nos dirigimos a los paganos”. Con esta decisión, se
cumple lo que Isaías había profetizado: “Te he puesto como luz para las
naciones”. El resultado: los gentiles se alegran y glorifican la Palabra, y
muchos abrazan la fe.
Este pasaje nos muestra cómo, incluso en medio del rechazo, la misión cristiana sigue adelante con fuerza y esperanza. La oposición no es motivo de tristeza, sino de redoblado ardor. La alegría del Evangelio no se apaga por la incomprensión; más bien, se propaga con más brillo entre quienes tienen el corazón abierto.
Evangelio – Juan 14, 7-14
Jesús, en la intimidad de la Última Cena, responde a la inquietud de sus
discípulos: “Muéstranos al Padre”. Él les revela que toda su vida es
manifestación del Padre: sus palabras, sus gestos, sus obras. “¿No crees que yo
estoy en el Padre y el Padre está en mí?” Y nos asegura algo asombroso: “El que
cree en mí, hará también las obras que yo hago, y aún mayores”.
Este mensaje es de una esperanza poderosa: si creemos en Cristo, si vivimos en Él, nuestra vida se convierte en sacramento de Dios, en instrumento de su acción en el mundo. Esto nos compromete a ser reflejo del Padre como Jesús lo fue, siendo pacientes, misericordiosos, veraces y compasivos.
Salmo 97 – “Cantemos las
maravillas del Señor. Aleluya”
Este salmo es una aclamación jubilosa de la salvación obrada por Dios. Cada
estrofa exalta su justicia, su fidelidad, su victoria y su amor universal. No
hay nación ni rincón del mundo que quede fuera del gozo de la salvación.
Cantamos porque el Señor ha obrado maravillas… y las sigue obrando.
2. Una espiritualidad jubilar: ver con los ojos del corazón
En este Año Santo Jubilar, estamos invitados a contemplar con ojos renovados la presencia del Padre en la vida cotidiana. Ver a Jesús en la Eucaristía, en su Palabra, en los pobres, en los enfermos, en los niños, en los migrantes, en los rostros sufrientes y también en los rostros agradecidos de quienes han sido tocados por la gracia.
La gran promesa de Jesús —“lo que pidan en mi nombre, lo haré”— no es una fórmula mágica, sino una llamada a entrar en su intimidad y confiar en su poder redentor. En este tiempo de gracia, el Jubileo nos regala indulgencias, sí, pero sobre todo, nos impulsa a un renacimiento espiritual, a recuperar la esperanza, a reanimar la fe, a reencontrarnos con la alegría de ser hijos del Padre.
3. San Pascual Bailón: apóstol de la Eucaristía
Hoy celebramos a San Pascual Bailón, humilde hermano franciscano, patrono de los congresos eucarísticos y modelo de adoración. Su vida sencilla y su ardor en la oración ante el Santísimo Sacramento nos recuerdan que no se necesita ser sabio del mundo para estar cerca de Dios, sino tener un corazón disponible. La Eucaristía fue su escuela, su fuerza, su gozo.
Aprendamos de él a vivir la Misa con fe renovada y a dedicar tiempos de adoración en silencio ante el Señor. Allí, como decía San Juan Pablo II, “aprendemos a amar”.
4. María, la Madre que nos guía hacia el rostro del Padre
Cada sábado, la Iglesia dedica con amor especial a la Santísima Virgen María. Ella es la primera creyente, la mujer que contempló el rostro del Hijo y creyó en el rostro del Padre. María, en su silencio, en su disponibilidad, en su dolor y en su gozo, nos enseña a guardar en el corazón la Palabra de Dios, a decir “sí” sin condiciones, a caminar sin miedo.
En este día consagrado a Ella, pidámosle que nos ayude a ver a Jesús en cada momento de la vida, a confiar como Ella lo hizo, y a perseverar en la misión que el Señor nos confía.
5. Una propuesta para hoy
Jesús nos ha mostrado al Padre. En Él está la plenitud de la vida y la certeza de que no estamos solos. En este Año Santo Jubilar, caminemos como hijos de la luz, con la mirada fija en el rostro de Cristo, que es reflejo fiel del amor del Padre.
¡Cantemos las maravillas del Señor! ¡Aleluya!
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