Señor , tú tienes misericordia de todos y nunca odias a tus creaturas; borras los pecados de los hombres que se arrepienten, y los perdonas, porque tú, Señor, eres nuestro Dios. Sb 11,23.24.26
La Llamada a la Unidad y a Discernir los Signos de los Tiempos
Queridos hermanos en Cristo,
Hoy reflexionamos juntos en la luz de la Palabra que el Señor nos da para nuestra vida diaria. La segunda carta del apóstol Pablo a los Efesios, el Salmo 23 y el Evangelio de Lucas nos llaman a algo que es tan urgente como esperanzador: vivir en unidad y aprender a interpretar la presencia de Dios en el mundo. Al abrir nuestro corazón a estas enseñanzas, encontramos una guía clara y profunda para construir una vida y una sociedad centrada en la paz, el discernimiento y la comunión fraterna.
1. La Llamada de San Pablo a Vivir en Unidad
San Pablo, en su carta a los Efesios (4,1-6), nos recuerda la importancia de vivir en comunión como un solo cuerpo y un solo Espíritu. Nos dice que debemos hacerlo con “toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándonos unos a otros por amor, esforzándonos en preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” Estas palabras, escritas por Pablo en el siglo I d.C., durante uno de sus viajes misioneros, resuenan hoy más que nunca. En un mundo donde las divisiones parecen ser la norma, Pablo nos invita a valorar la unidad como un don de Dios y una responsabilidad compartida.
La Iglesia, a través de su Magisterio, nos enseña que la unidad es signo de la presencia del Espíritu Santo en medio de nosotros. El Concilio Vaticano II, en el decreto Unitatis Redintegratio, subraya que la unidad de todos los cristianos es una prioridad, porque expresa de manera visible la oración de Jesús en Juan 17: “Que todos sean uno”. Esta unidad en Cristo es nuestra vocación común, y vivirla implica mirarnos con amor y paciencia, tal como San Pablo nos insta a hacer.
2. Buscar al Señor con Corazón Sincero (Salmo 23)
El Salmo 23, que hoy rezamos con el versículo “Haz, Señor, que te busquemos,” nos invita a volver nuestra vida hacia Dios como quien encuentra su mayor tesoro. Este salmo es un himno de confianza, una súplica sincera del pueblo de Israel en su deseo de encontrarse con su Creador. En nuestras búsquedas, Dios nos espera, siempre dispuesto a llenar nuestro corazón de paz y de sentido.
La Iglesia nos enseña que este anhelo de Dios es algo propio de cada ser humano. Como afirma San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti.” Dios es el buen pastor que nos guía por sendas de justicia y nos llama a buscarlo sin descanso, sabiendo que Él mismo ha puesto en nosotros el deseo de encontrarlo.
3. Interpretar los Signos de los Tiempos (Lucas 12, 54-59)
En el Evangelio de Lucas, Jesús nos exhorta a interpretar los signos de los tiempos, recordándonos la importancia de estar atentos y conscientes de su presencia en nuestra historia y en nuestras decisiones. A veces, podemos sentir que el mundo está lleno de incertidumbre y confusión. Sin embargo, Jesús nos llama a discernir, a abrir los ojos y ver la mano de Dios que guía nuestros pasos. Esta enseñanza del Evangelio también nos advierte sobre la urgencia de reconciliarnos con los demás, y de tomar cada momento como una oportunidad para crecer en la fe y en la caridad.
El Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, subraya que el discernimiento de los signos de los tiempos es fundamental para la vida del cristiano: debemos estar atentos a la acción de Dios en nuestra vida y en la historia. Él nos pide que vivamos el presente, mirando siempre hacia adelante con esperanza y con la convicción de que el Espíritu Santo nos acompaña.
“Dios nos llama a vivir en unidad y paz, discerniendo Su presencia en nuestro tiempo y en cada encuentro de nuestra vida.”
Que este mensaje de unidad y búsqueda sincera de Dios nos llene de esperanza y nos impulse a vivir la fe con confianza, conscientes de que no estamos solos; Cristo camina con nosotros.
Imaginemos una comunidad, una familia o una parroquia, donde cada persona es una vela encendida. Si cada uno de nosotros, como esas velas, aportamos luz, disiparemos la oscuridad y construiremos un mundo más fraterno.
Hoy los invito a poner en práctica un acto concreto de reconciliación y de unidad. Pidamos al Señor que nos conceda humildad para perdonar y paciencia para comprender a los demás. Tomemos el tiempo de acercarnos a alguien con quien haya habido una diferencia o con quien nos cueste trabajar unidos, y busquemos la paz que Dios nos da. Esta acción, aunque pequeña, es una semilla que puede transformar vidas y acercarnos al Reino de Dios.
Que el Señor nos ayude a vivir en comunión, a buscarlo de corazón sincero y a interpretar cada día Su mensaje en nuestra vida.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. Mt 11,25
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared