Un nuevo comienzo: la luz de Cristo transforma y envía
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
En este viernes de la Tercera Semana de Pascua, la Palabra de Dios nos invita a contemplar con esperanza el poder transformador del Resucitado. Desde las páginas del libro de los Hechos (9,1-20), somos testigos de una de las conversiones más impactantes de la historia de la Iglesia: la de Saulo de Tarso. Perseguidor encarnizado de los cristianos, Saulo cae al suelo ante la luz deslumbrante de Cristo y escucha su nombre: “¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues?”. En este diálogo personal, Jesús se identifica con su Iglesia perseguida, y al mismo tiempo ofrece a Saulo la posibilidad de un nuevo comienzo. La gracia lo alcanza, lo transforma y lo convierte en Pablo, el apóstol de los gentiles, el gran misionero del Evangelio.
Este encuentro ilumina el núcleo de nuestra fe pascual: nadie está excluido de la misericordia de Dios. El Resucitado no cierra puertas, sino que las abre. No se detiene en el pecado pasado, sino que mira con ternura el potencial de amor que hay en cada corazón. En este Año Santo Jubilar, en el que peregrinamos como Peregrinos de la Esperanza, estamos llamados también nosotros a dejarnos alcanzar por la gracia, a escuchar la voz de Cristo que nos llama por nuestro nombre y a dejar atrás las cadenas que nos impiden avanzar.
El salmo responsorial de hoy (Sal 116) nos invita a alabar al Señor todos los pueblos. Y es que la alegría del Evangelio no conoce fronteras. “Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre”. El Jubileo es tiempo de renovación, de comunión universal, de gozo compartido. No podemos callar lo que hemos visto y oído: ¡Cristo vive y está en medio de nosotros!
El Evangelio según san Juan (6,52-59) nos lleva al corazón de nuestra fe: la Eucaristía como Pan vivo bajado del cielo. Jesús se presenta como verdadero alimento y verdadera bebida. Comer su carne y beber su sangre es entrar en comunión plena con Él. No se trata de una metáfora, sino de un don real: su Cuerpo entregado, su Sangre derramada por nosotros. Cada vez que participamos de la Santa Misa, experimentamos la misma vida de Cristo que transformó a Pablo. Nos alimentamos para ser enviados, para convertirnos en testigos de la Resurrección, para vivir y anunciar el Evangelio con valentía y alegría.
Este día está marcado también por una profunda acción de gracias: damos gracias a Dios por la elección del Papa León XIV, Sucesor de Pedro número 267, elegido en la tarde de ayer por el Colegio de los Cardenales reunido en cónclave. En su figura se renueva para la Iglesia la promesa de Cristo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Oremos por nuestro nuevo Papa, para que sea pastor según el Corazón de Cristo: humilde, sabio, lleno del Espíritu Santo y siempre cercano a los pobres y a los que sufren.
Finalmente, en nuestra parroquia, comenzamos hoy el Vía Lucis de los viernes de Pascua, una devoción que recorre los momentos de la vida del Resucitado con sus discípulos. A la luz de la Pascua, meditamos no la Cruz, sino la LUZ. Te invitamos a unirte al finalizar la Eucaristía vespertina para caminar juntos en comunidad, siguiendo al Señor Resucitado que va delante de nosotros. Cada estación será una oportunidad para renovar la fe, la esperanza y la caridad.
Cristo no se cansa de buscarnos,
transformarnos y enviarnos.
Alegría y gratitud por un nuevo comienzo en la Iglesia con el Papa León XIV.
Participa hoy en el Vía Lucis parroquial. Haz de esta Pascua un tiempo de
renovación espiritual en familia y comunidad.
Que Santa María, Madre de la Iglesia, interceda por el nuevo Papa, por nuestra parroquia, y por todos los fieles que peregrinan en este Jubileo de Esperanza.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Aleluya.
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