10
OCT
2025

Un corazón unificado en Cristo vence toda división



Viernes 10 de octubre de 2025
Semana XXVII del Tiempo Ordinario
Memoria de Santo Tomás de Villanueva, obispo
Mes del Santo Rosario y de las Misiones

Lecturas:
Joel 1, 13-15; 2, 1-2 | Salmo 9 | Lucas 11, 15-26

“Un corazón unificado en Cristo vence toda división”

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

La Palabra de Dios de este viernes nos invita a mirar con esperanza los signos de los tiempos y a reconocer que, incluso en medio de las crisis, Dios sigue actuando para despertar la fe dormida y renovar el corazón de su pueblo.

El profeta Joel, con palabras fuertes pero llenas de amor, anuncia: “¡Toquen la trompeta en Sión, griten en mi monte santo! Porque viene el día del Señor”. (Jl 2,1). Ese “día del Señor” no es simplemente un anuncio de castigo, sino un llamado urgente a la conversión, a volver al corazón de Dios antes de que la oscuridad espiritual cubra la vida del pueblo. Joel no pretende infundir miedo, sino despertar conciencia. Nos recuerda que cuando el hombre se aleja de Dios, también se aleja de la fuente de la alegría, de la verdad y de la esperanza.

El Salmo 9 responde con confianza: “El Señor juzga al mundo con justicia.” En un mundo donde muchas veces la injusticia parece tener la última palabra, la fe nos asegura que Dios no olvida, no se desentiende, y no permanece indiferente ante el sufrimiento de sus hijos. Su juicio no nace del rencor, sino del amor que purifica, que pone cada cosa en su lugar y que busca restaurar el orden de su creación.

En el Evangelio según san Lucas (11,15-26), Jesús enfrenta las acusaciones de quienes lo critican diciendo que expulsa demonios “por el poder de Belzebú”. Pero el Señor responde con sabiduría: “Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina.” En estas palabras hay una enseñanza que atraviesa los siglos: la división interior es el terreno donde el mal encuentra espacio para actuar.

El enemigo —dice Jesús— no siempre se presenta de forma escandalosa o visible. A veces entra en el corazón con sutileza, sembrando desánimo, confusión, resentimiento o envidia. Cuando dejamos que el orgullo o el miedo nos gobiernen, el mal comienza a desorganizar la casa interior. Por eso Jesús añade: “Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, busca reposo... y al no encontrarlo, vuelve a la casa de donde salió.” Si el corazón no se llena de Dios, el mal regresa. Vaciarse del pecado no basta; hay que llenarse del Espíritu.

En otras palabras: no basta con limpiar la casa, hay que habitarla con Cristo. El cristiano no puede vivir una fe “neutra” o a medias. Jesús nos invita a elegir de qué lado estamos: “El que no está conmigo, está contra mí.” No se trata de miedo, sino de decisión: vivir desde Dios o vivir desde el egoísmo; construir con Él o derribar con la indiferencia.

Hoy celebramos a Santo Tomás de Villanueva, obispo y modelo de caridad pastoral. Nacido en Castilla, fue conocido por su amor a los pobres, su sabiduría evangélica y su profundo espíritu de oración. Como arzobispo de Valencia, se despojó de toda riqueza personal para vivir como un verdadero pastor según el corazón de Cristo. Decía: “El que da a los pobres no hace limosna, paga una deuda.” Su vida encarna el Evangelio de hoy: una casa —la Iglesia, la comunidad, el corazón— solo permanece firme si está edificada en la caridad y unida en Cristo.

En este Mes del Santo Rosario y de las Misiones, la figura de Santo Tomás de Villanueva nos recuerda que la fe sin obras está vacía, y que el Rosario, más que una repetición de palabras, es una escuela de contemplación y de servicio. Cada Avemaría nos introduce en la lógica de Dios: amar, perdonar, construir y no dividir.

El Rosario nos une a María, la mujer del “sí” total a Dios, la casa siempre habitada por el Espíritu Santo. En ella no hubo división ni sombra de duda; por eso se convierte en modelo de unidad interior. Quien reza el Rosario con fe va aprendiendo a mirar la vida con serenidad, a resistir al mal con humildad y a abrir la puerta a la gracia.

Para nuestro caminar cristiano: recordemos que solo un corazón lleno de Cristo puede resistir el mal que divide y destruye. Que en nuestro interior florezca la gratitud por el amor de Dios, que juzga con justicia y siempre busca restaurarnos en su misericordia. Como compromiso para la semana, recemos cada día una decena del Rosario pidiendo por la unidad de las familias, la paz en el mundo y la conversión de los corazones divididos.

“El que ama verdaderamente a Cristo no puede dejar de amar a los pobres.”
Santo Tomás de Villanueva

 Virgen del Rosario, misionera de la esperanza, enséñanos a vivir en unidad, a expulsar de nuestro corazón todo espíritu de división y a ser testigos de la justicia y la paz de tu Hijo.

 

Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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