Semana XX del Tiempo Ordinario
Lunes 18 de agosto de
2025
Lecturas: Jueces 2,11-19; Salmo 105 (Perdona, Señor, las culpas de tu
pueblo); Mateo 19,16-22
Memoria de Santa Elena
La liturgia de este lunes de la XX semana del Tiempo Ordinario nos invita a reflexionar sobre la fidelidad a Dios en medio de un mundo lleno de seducciones y búsquedas superficiales. El contraste entre el pueblo de Israel en tiempos de los Jueces y el joven rico del Evangelio de Mateo nos recuerda que la verdadera libertad y la auténtica plenitud solo se alcanzan cuando ponemos a Dios en el centro de nuestra vida. Además, celebramos hoy la memoria de Santa Elena, madre del emperador Constantino, que con su fe sencilla y firme descubrió la Cruz de Cristo y nos legó un testimonio de búsqueda perseverante de lo sagrado.
La Primera Lectura: Israel y la tentación de la idolatría
El libro de los Jueces nos presenta un ciclo dramático: el pueblo olvida las maravillas de Dios, se inclina ante ídolos, cae en desgracia y es oprimido; luego clama al Señor y Él, por pura misericordia, suscita jueces que los liberan. Este relato revela la fragilidad humana y la paciencia infinita de Dios. San Agustín diría que “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”, recordándonos que toda infidelidad nace de un corazón que busca fuera de Dios lo que solo en Él puede encontrar.
Hoy también nos enfrentamos a “ídolos modernos”: el poder, el dinero, el placer desmedido, la tecnología convertida en absoluto. La idolatría no ha desaparecido, solo ha cambiado de rostro. Pero la misericordia de Dios sigue siendo más grande que nuestra infidelidad.
El Evangelio: El joven rico y el desafío de la libertad
En el Evangelio, un joven se acerca a Jesús con una pregunta fundamental: “Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?”. Jesús lo conduce paso a paso: primero, guardar los mandamientos; luego, dar un salto mayor: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme”.
Aquí encontramos la pedagogía de Cristo: no basta cumplir lo mínimo; el discipulado exige radicalidad, libertad interior, confianza plena. El joven, aunque piadoso, estaba atado a sus bienes. Se marchó triste porque sus riquezas eran cadenas que no le dejaban volar hacia la vida plena. San Juan Crisóstomo comenta: “El oro le impedía ver la luz verdadera”.
El Evangelio no condena la riqueza en sí, sino la esclavitud del corazón a ella. Nos enseña que la verdadera riqueza está en compartir, en vivir con un corazón libre y generoso.
El Salmo: Un pueblo que suplica perdón
El salmo responsorial pone en nuestros labios la súplica humilde: “Perdona, Señor, las culpas de tu pueblo”. No somos mejores que Israel ni más fuertes que el joven rico. También nosotros necesitamos pedir perdón, abrir el corazón y dejar que Dios nos devuelva la alegría de su gracia. El salmo nos invita a reconocer nuestra debilidad, pero con la certeza de que Dios nunca abandona a su pueblo.
Santa Elena: Una fe que busca la Cruz
La figura de Santa Elena ilumina nuestra celebración de hoy. Mujer sencilla, madre y creyente, supo buscar los signos de Dios en medio de un imperio en transformación. Su peregrinación a Tierra Santa la llevó a descubrir la reliquia de la Santa Cruz, recordándonos que el verdadero tesoro no está en los bienes materiales, sino en el amor sacrificado de Cristo.
Ella nos enseña que toda búsqueda sincera de Dios termina en la Cruz, pero también en la esperanza de la Resurrección. Por eso la Iglesia nos la propone como ejemplo de constancia y de fe que no se rinde ante las dificultades.
Enseñanza para hoy: vivir con corazón libre
La Palabra de este día nos deja un mensaje actual y urgente:
Una palabra de esperanza
Aunque muchas veces caemos en la rutina, la indiferencia o el apego a cosas pasajeras, Jesús nunca deja de llamarnos: “Ven y sígueme”. Siempre hay tiempo para recomenzar, siempre hay gracia para liberarnos de nuestras cadenas, siempre hay esperanza de vivir más plenamente el Evangelio.
Que la memoria de Santa Elena nos recuerde que cada día estamos llamados a buscar y encontrar la Cruz de Cristo en nuestra vida cotidiana, y que en ella descubrimos el amor que transforma y salva.
Oración final
Señor Jesús, concédenos un corazón libre de apegos, generoso en el amor, fiel en la adversidad y siempre dispuesto a seguirte con alegría. Que, como Santa Elena, sepamos descubrir en la Cruz el mayor tesoro de nuestra vida. Amén.
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