martes 1 de julio de 2025 |
Semana 13 del Tiempo Ordinario
Año Santo Jubilar | Mes dedicado a la Preciosísima Sangre de Cristo
“Tengo ante los ojos tu bondad, Señor”
Un camino de confianza en medio de la tempestad
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En este primer día del mes de julio, mes dedicado a la preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo, la Palabra de Dios nos conduce por un sendero exigente, pero profundamente esperanzador. Este día marca también una nueva etapa en nuestro peregrinar dentro del Año Santo Jubilar, tiempo de gracia en el que la Iglesia nos invita a renovar nuestra fe, acoger la misericordia de Dios y caminar como auténticos discípulos de Cristo.
Génesis 19,15-29: La misericordia de Dios que salva
El pasaje del libro del Génesis que leemos hoy nos muestra el dramático momento en que Dios destruye Sodoma y Gomorra a causa del pecado que allí reinaba. Sin embargo, también resplandece la luz de la misericordia: Dios escucha a Abraham e interviene para salvar a Lot y a su familia. Los ángeles lo apresuran a salir, y aun cuando él titubea, el Señor lo salva “porque tuvo compasión de él”.
Dios no destruye al justo con el malvado; es paciente y fiel a su alianza. Esta historia no es solo un juicio sobre el pecado, sino una revelación del amor de Dios que actúa con prontitud para rescatar a los suyos. Nos recuerda que cada vez que decidimos abandonar el mal y seguir a Dios, somos conducidos por caminos de libertad, aunque a veces tengamos que dejar atrás lo que conocíamos y confiábamos.
Salmo 25: Tengo ante los ojos tu bondad, Señor
El salmista hace una oración profundamente sincera, una súplica desde el corazón de quien busca vivir con integridad. “Examíname, Señor, y ponme a prueba; sondea mis entrañas y mi corazón”. Esta actitud orante nos invita a no temer la mirada de Dios, porque es la mirada del Amor que purifica, transforma y fortalece.
En este mes de julio, contemplemos con gratitud la Sangre de Cristo, derramada por nuestra redención. Esa sangre, signo máximo de amor, es también nuestra defensa en las pruebas, nuestra fortaleza en la lucha espiritual y la promesa de una vida nueva.
Mateo 8,23-27: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”
En el Evangelio de hoy, Jesús sube a la barca con sus discípulos. En medio del mar, se desata una tormenta que amenaza con hundirlos. Mientras tanto, Jesús duerme. Los discípulos, aterrados, lo despiertan: “¡Sálvanos, Señor, que perecemos!”. Él se levanta, calma el viento y el mar, y les reprocha su falta de fe.
Esta escena evangélica tiene una fuerza espiritual inmensa. ¿Cuántas veces nos sentimos como esos discípulos? A veces todo parece derrumbarse: las dificultades familiares, económicas, espirituales... y sentimos que Dios “duerme”, que no responde. Pero el Evangelio nos asegura algo maravilloso: aunque parezca dormido, Jesús está en la barca. Él no nos abandona. Su presencia es garantía de salvación, incluso cuando no entendemos sus silencios.
Reflexión para el Año Santo Jubilar
La barca de nuestra vida, como la Iglesia entera, puede verse sacudida por tempestades. Pero este Año Santo Jubilar nos recuerda que estamos llamados a cruzar al otro lado con Jesús. Él guía nuestra travesía. El Papa nos ha invitado a vivir este Jubileo como un tiempo de conversión, adoración, peregrinación y reconciliación.
Hoy es un día para dejar que Jesús calme nuestras tormentas. Tal vez es hora de despertar nuestra fe dormida. De decirle: “Señor, aumenta mi fe, calma mis miedos, enséñame a confiar”.
Que la preciosa Sangre de Jesús, derramada en la cruz y ofrecida en cada Eucaristía, sane nuestras heridas, purifique nuestras dudas y nos renueve en el amor.
Pensamiento para meditar
La barca puede moverse, pero
jamás se hunde cuando Jesús está dentro.
No dejemos que el miedo eclipse la certeza de que Cristo navega con nosotros.
Confianza. Hoy es un día para recuperar la paz, para respirar con esperanza, para saber que Dios está al mando incluso cuando todo parece descontrolado.
Propósito para vivir
Hoy haré un acto concreto de
fe: me acercaré al sacramento de la confesión o participaré en la adoración
eucarística, dejando en el Corazón traspasado de Jesús todo aquello que me
angustia. Recitaré con fervor:
“Sangre de Cristo, océano de misericordia, salva al mundo entero.”
Navegar con Cristo, confiar en su Sangre
Queridos hermanos, en este tiempo litúrgico y jubilar, no estamos solos. La Palabra, los sacramentos, la comunidad eclesial y el amor de Cristo nos sostienen. Cada tempestad es una oportunidad para dejar que Él se manifieste como Señor de nuestra vida.
Vivamos este mes de julio con gratitud por la redención que nos ha sido dada. Acojamos la Sangre de Cristo no como algo lejano, sino como la fuente viva de nuestra salvación diaria.
Que Santa María, Virgen de la
Preciosa Sangre, interceda por nosotros.
Que el Señor nos bendiga y su paz reine en nuestras familias.
P. Alfredo Uzcátegui.
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared