03
NOV
2024

Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario: Amar a Dios sobre todas las cosas

Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario: Amar a Dios sobre todas las cosas


Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario: Amar a Dios sobre todas las cosas

Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza (Salmo 17)


Este Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a profundizar en el llamado al amor a Dios y al prójimo, fundamento esencial de nuestra fe y nuestra vida como cristianos. En esta ocasión, reflexionamos sobre tres lecturas llenas de sabiduría: el Libro del Deuteronomio, la Carta a los Hebreos y el Evangelio según San Marcos, que nos recuerdan la centralidad del amor a Dios y la importancia de vivirlo con una esperanza firme y abierta al futuro.


1. El mandato del amor: Libro del Deuteronomio 6, 2-6


La primera lectura, tomada del *Deuteronomio*, nos remonta a un momento clave en la historia del pueblo de Israel. Moisés, el gran líder y profeta, está a punto de dejar al pueblo y les recuerda las palabras del Señor: *"Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas"* (Deuteronomio 6, 4-5). Este llamado a la obediencia y el amor total a Dios es uno de los pilares de la fe judía y, posteriormente, de la cristiana.


La Iglesia, siguiendo la enseñanza de los Santos Padres, nos enseña que este pasaje expresa una verdad que trasciende los tiempos: Dios nos creó y nos invita a una relación íntima y amorosa con Él. No se trata solo de cumplir normas, sino de orientar toda nuestra existencia hacia el Creador, reconociéndolo como el centro y el fin último de nuestra vida. Es un amor que envuelve todo nuestro ser y nos guía a cumplir Su voluntad con alegría.


2. El Sacerdocio Eterno de Cristo: Carta a los Hebreos 7, 23-28


La segunda lectura nos recuerda que tenemos un sacerdote eterno en Cristo Jesús, quien intercede constantemente por nosotros. Este pasaje de la *Carta a los Hebreos* destaca la diferencia entre los sacerdotes de la antigua alianza y Jesucristo, quien ofrece un sacrificio único y perfecto para redimirnos. Su sacrificio, entregado por amor, no se repite; es un don eterno y universal que manifiesta el amor incondicional de Dios hacia la humanidad.


Como lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 606-607), Jesús se ofreció a sí mismo libremente para cumplir la voluntad del Padre, llevando a cabo en su humanidad la misión redentora con amor perfecto. Nos invita a imitarle en esa entrega generosa y a ver en su sacrificio una fuente de esperanza y fortaleza para afrontar los desafíos de nuestra vida con fe y confianza.


3. El mandamiento más grande: Evangelio según San Marcos 12, 28-34


En el Evangelio, vemos cómo Jesús responde a la pregunta de un escriba que desea saber cuál es el mandamiento principal. Jesús responde con claridad y profundidad, citando las Escrituras: *"El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’"* (Marcos 12, 29-31). Aquí, Jesús resume toda la Ley y los Profetas en dos mandamientos que están interconectados y que solo se pueden vivir juntos.


El Papa Francisco nos recuerda que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables y constituyen el núcleo de la vida cristiana. Vivir este amor implica acción, compasión y compromiso con aquellos que nos rodean, en especial con los más necesitados.


En el contexto del mes de la Patria, estos mandamientos de amor nos invitan también a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como ciudadanos. Amar a Dios y al prójimo es también trabajar por el bien común, contribuir a una sociedad más justa y fraterna, y ser constructores de paz. Nuestra fe nos llama a servir a nuestra nación desde los valores del Evangelio, poniendo siempre a Dios y al prójimo en el centro de nuestras acciones.


El amor a Dios y al prójimo es el centro de nuestra fe y la esencia de nuestra misión como cristianos.

Gratitud hacia el Señor, que nos ha amado primero y nos llama a vivir en comunión con Él y con los demás.

Visualicemos a Cristo en la cruz, entregándose por amor a todos, y pidamos la gracia de amar con esa misma entrega a quienes nos rodean.

Esta semana, elijamos una persona en nuestra vida que necesite apoyo y ofrezcámosle nuestro tiempo, escucha y ayuda concreta. Puede ser un familiar, amigo o vecino; lo importante es demostrar el amor que Dios nos pide, con hechos y no solo con palabras.


Que, al celebrar este domingo, el Señor nos fortalezca en el amor y nos guíe en el servicio al prójimo, haciendo de nuestra vida una verdadera alabanza a Su nombre y una contribución al bien común. En este mes patrio, que el Espíritu Santo nos inspire a trabajar por una Panamá más justa, unida y en paz, donde el amor de Dios se refleje en cada acción y decisión que tomemos.



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