Del nombre del Señor enorgullézcanse y alégrese el corazón de los que lo buscan. Busquen al Señor y serán fuertes. Recuerden las maravillas que ha hecho. Sal 104, 3-4.5
Hoy celebramos la Memoria de Santa Pelagia, una mujer que, habiendo sido conocida por una vida de pecado, experimentó una profunda conversión y entregó su vida a Dios con una fidelidad radical. Su vida nos invita a meditar sobre el poder transformador de la gracia divina, un tema que resuena en las lecturas de la liturgia de este día. A través de la carta de San Pablo a los Gálatas (1,13-24), el Salmo 138 (Condúceme, Señor, por tu camino) y el Evangelio de San Lucas (10,38-42), podemos profundizar en las enseñanzas centrales de nuestra fe, a la luz del Magisterio de la Iglesia y de la doctrina católica.
1. La Conversión y Llamado en la Carta de San Pablo a los Gálatas (1,13-24)
San Pablo, en esta sección de su carta, recuerda su propia conversión y llamado. Habla de su pasado como perseguidor feroz de la Iglesia y de su celo por las tradiciones de sus antepasados. Sin embargo, subraya cómo Dios lo apartó desde antes de su nacimiento y lo llamó por su gracia para anunciar el Evangelio. En este pasaje, Pablo deja claro que el origen de su misión no está en una iniciativa humana, sino en una intervención directa de Cristo resucitado, quien le reveló su mensaje.
La enseñanza central de esta lectura es el poder de la gracia de Dios para transformar incluso las vidas más alejadas de Él. Pablo no se convirtió por su propio esfuerzo o voluntad, sino porque Dios lo llamó, mostrándonos que la salvación y la misión cristiana son dones gratuitos que recibimos por la gracia divina.
El Magisterio de la Iglesia, especialmente a través del Concilio Vaticano II, enseña que todos los fieles son llamados a la santidad y a participar en la misión de la Iglesia, independientemente de su historia personal. La conversión personal es el comienzo de una vida nueva en Cristo, que implica no solo el abandono del pecado, sino también la plena participación en la misión evangelizadora de la Iglesia.
2. El Camino de Dios en el Salmo 138 (Condúceme, Señor, por tu camino)
El Salmo 138 es una oración de alabanza y confianza en la omnisciencia y omnipresencia de Dios. El salmista reconoce que Dios conoce todos los aspectos de su vida, desde los más profundos pensamientos hasta los momentos más ordinarios. Termina con una súplica: "Condúceme, Señor, por tu camino".
En este contexto, el salmo complementa la lectura de Gálatas. Así como Pablo fue conducido por el Señor en su camino de conversión, también nosotros somos llamados a permitir que Dios nos guíe. Este salmo es un recordatorio de la constante presencia de Dios en nuestras vidas y de nuestra necesidad de someternos a Su voluntad, confiando plenamente en Su amor y sabiduría.
3. María y Marta en el Evangelio según San Lucas (10, 38-42)
El Evangelio de hoy nos presenta la conocida historia de Marta y María, dos hermanas que reciben a Jesús en su hogar. Mientras Marta se preocupa por las tareas de servicio, María se sienta a los pies de Jesús, escuchando su palabra. Marta se siente frustrada por el aparente desinterés de su hermana en ayudarla, pero Jesús responde diciendo que María ha escogido "la mejor parte", que no le será quitada.
Este pasaje destaca la importancia de la contemplación y la escucha atenta de la palabra de Dios. Jesús no rechaza el servicio activo de Marta, pero subraya que la relación personal con Él, representada por María que se sienta a sus pies, es fundamental. Como discípulos de Cristo, estamos llamados a encontrar un equilibrio entre la acción y la contemplación. La vida activa y la vida contemplativa no están en conflicto, sino que deben complementarse.
A la luz del Magisterio de la Iglesia, la enseñanza de este Evangelio nos recuerda que la oración, la adoración y la escucha de la palabra de Dios son esenciales para nuestra vida cristiana. La Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II destaca la importancia de la Sagrada Escritura como alimento para el alma, e insta a los fieles a estar en constante contacto con la Palabra de Dios, escuchando y meditando sus enseñanzas para poder vivir una vida conforme al Evangelio.
Al igual que San Pablo, nosotros también hemos sido llamados por Dios desde antes de nuestro nacimiento, para participar en Su misión y para vivir una vida de santidad. No importa cuán alejados podamos estar, Su gracia nos alcanza y transforma.
Siento una profunda gratitud hacia Dios por su misericordia y su constante invitación a la conversión. Al igual que Santa Pelagia y San Pablo, puedo dejar atrás mi pasado y caminar hacia una vida nueva en Cristo.
Hoy, propongo dedicar un momento a la oración contemplativa, apartando las distracciones del día a día. Puedo seguir el ejemplo de María, sentándome a los pies de Jesús, ya sea meditando la Escritura o pasando un tiempo en adoración eucarística. Además, invito a participar en las actividades parroquiales, tanto en el servicio como en la vida de oración.
En esta Memoria de Santa Pelagia, las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar sobre el poder transformador de la gracia de Dios, la necesidad de confiar en su guía y la importancia de priorizar nuestra relación personal con Cristo. Que, como Santa Pelagia y San Pablo, respondamos con generosidad a la llamada de Dios, permitiéndole transformar nuestras vidas y guiarnos en el camino hacia la santidad.
Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica, dice el Señor. Lc 11,28
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared