01
NOV
2024

Solemnidad de todos los santos. Nuestro llamado es a la santidad. El cielo No puede esperar.

Solemnidad de todos los santos. Nuestro llamado es a la santidad. El cielo No puede esperar.


Solemnidad de Todos los Santos.


Queridos hermanos en Cristo:


Hoy, la Iglesia celebra la Solemnidad de Todos los Santos, una fecha que nos llena de esperanza y gozo, pues recordamos y honramos a los innumerables siervos de Dios que, después de vivir una vida en fidelidad a Cristo, gozan ya de la plenitud de su presencia en el Reino de los Cielos. Esta celebración une a la Iglesia Militante —que somos nosotros en la tierra— con la Iglesia Triunfante, que ya se encuentra en la gloria celestial, formando así una única familia en comunión con Dios.


El libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14) nos ofrece una visión celestial que ilumina esta solemnidad: "una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla, de toda nación, raza, pueblo y lengua". Esta visión del apóstol Juan nos presenta una multitud de santos, testigos de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, que han “lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”. Aquí, la imagen del Cordero representa a Cristo, cuya entrega total en la cruz ha redimido a la humanidad. En este grupo, vemos santos conocidos y desconocidos, gente sencilla y común que ha seguido el camino de Cristo hasta el final. Esta es la meta de la fe cristiana: llegar a la santidad, a la participación plena en la vida divina.


El Salmo 23 reafirma este llamado, diciendo: “Esta es la clase de hombres que te buscan, Señor”. Los santos son aquellos que han anhelado profundamente el rostro de Dios y han hecho de Él su centro. Ellos nos enseñan que la verdadera santidad consiste en buscar a Dios con sinceridad de corazón y seguir sus caminos, incluso cuando estos implican cruz y sacrificio.


En la Primera Carta de San Juan (3,1-3), el apóstol nos habla de un inmenso privilegio que Dios nos ha otorgado: ser llamados "hijos de Dios". Esta filiación divina es el fundamento de la esperanza cristiana. Al vivir como hijos de Dios, estamos llamados a purificarnos, a parecernos a Cristo, para que un día, al estar en su presencia, seamos semejantes a Él. La promesa de la resurrección y la gloria celestial nos anima a perseverar en el camino de la fe, recordando que nuestra verdadera patria es el Cielo.


Finalmente, el Evangelio de San Mateo (5,1-12a) nos presenta las Bienaventuranzas, el corazón del mensaje de Cristo y el camino hacia la santidad. Las Bienaventuranzas son una llamada a vivir con un corazón humilde, a consolar a los que sufren, a luchar por la justicia, a vivir en pureza y misericordia, y a trabajar por la paz. En ellas, vemos el retrato de los santos: los pobres de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los pacificadores y aquellos que, perseguidos por su fe, permanecen fieles a Dios.


La Iglesia, desde sus primeros tiempos, ha honrado a los santos y ha reconocido la comunión que existe entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo, tanto los vivos como aquellos que ya gozan de la gloria de Dios. Los santos son modelos de vida cristiana, intercesores y amigos en nuestro caminar de fe. El Concilio Vaticano II nos recuerda en la *Lumen Gentium* que los santos no solo son ejemplo de vida, sino también "hermanos mayores" que, por su intercesión, nos ayudan en nuestras luchas y necesidades (LG 50).


La doctrina de la Iglesia nos enseña que todos estamos llamados a la santidad (LG 11), cada uno desde su estado y vocación: algunos en la vida consagrada, otros en la vida matrimonial, otros en el servicio y el trabajo cotidiano. La santidad es la plenitud de la caridad, y todos, por el bautismo, estamos capacitados para vivir este llamado universal, siguiendo el ejemplo de Cristo.


Dios no llama solo a unos pocos a la santidad; nos llama a todos. La santidad no es algo inalcanzable ni reservado para algunos. A través de la oración, los sacramentos, y el servicio a los demás, cada uno de nosotros puede avanzar en el camino hacia el cielo.


Hoy, celebremos con gratitud a todos los santos y recordemos que no estamos solos en nuestro peregrinaje. Sentimos la presencia cercana de nuestros hermanos en la fe, quienes nos alientan y nos muestran que, con la gracia de Dios, podemos vivir el Evangelio y alcanzar el cielo. Esta esperanza nos llena de alegría y nos impulsa a continuar nuestro caminar.


La muchedumbre de santos ante el Cordero

Visualicemos la imagen que nos presenta San Juan en el Apocalipsis: una multitud vestida de blanco ante el Cordero. Que esta visión nos inspire a vivir cada día con la certeza de que, en Cristo, podemos vencer todo obstáculo y que nuestro destino final es estar con Él en la gloria.


 Vivir las Bienaventuranzas

Esta semana, escojamos una de las Bienaventuranzas y vivámosla de manera especial. Podría ser ofrecer consuelo a alguien que sufre, practicar la misericordia con quienes nos rodean, o trabajar por la paz en nuestras familias y comunidades. Cada pequeño acto de amor nos acerca más al ideal de santidad que Dios tiene para nosotros.


Al unirnos a la Iglesia en la Solemnidad de Todos los Santos, pidamos a Dios la gracia de ser fieles, de vivir con valentía nuestra fe y de recordar siempre que Él nos llama a la plenitud de la vida en el cielo. Que la intercesión de los santos nos fortalezca y que el ejemplo de sus vidas nos motive a seguir adelante, hasta el día en que nos encontremos, todos juntos, en la gloria de Dios.


Queridos hermanos, hoy celebramos la solemnidad de Todos los Santos, recordando a quienes nos precedieron en el camino hacia la santidad. Esta fiesta nos recuerda una verdad esencial: todos estamos llamados a ser santos. 


A menudo el mundo nos presenta falsas identidades y nos hace creer que nuestro valor depende de lo que poseemos, logramos o aparentamos. Nos invita a vivir según sus exigencias, llevándonos a olvidar nuestra verdadera identidad. Sin embargo, Dios nos recuerda que somos sus hijos, y nuestra vocación es mucho más grande que lo que este mundo ofrece. El Señor nos llama a vivir de acuerdo a nuestra verdadera identidad: como santos.


La santidad no es un ideal reservado a unos pocos, sino una invitación abierta a todos. San Pablo nos dice: “Esta es la voluntad de Dios: su santificación”. Todos estamos llamados a una vida de unión con Dios, porque el cielo —que todos deseamos alcanzar— no es otra cosa que estar en su presencia por toda la eternidad. Y si anhelamos esa eternidad en el cielo, ¿por qué no empezar aquí y ahora a vivir en esa comunión con Dios? 


Jesús nos invita a buscar el rostro de Dios en cada momento, a amar como Él amó y a vivir según sus mandamientos. Que en esta solemnidad de Todos los Santos podamos renovar nuestro deseo de alcanzar el cielo, comprometiéndonos con una vida santa aquí en la tierra, para que así un día podamos gozar de la presencia de Dios para siempre.


Queridos hermanos, hoy se nos invita a reconocer a Jesús como el Hijo amado, enviado por el Padre para la salvación de todos. En Él encontramos el rostro de la misericordia divina, la manifestación del amor infinito de Dios hacia cada uno de nosotros. 


En su admirable plan de redención, Dios nos muestra hasta dónde está dispuesto a llegar por nuestro bien, entregándonos a su propio Hijo. A través de su vida, muerte y resurrección, Jesús nos ha abierto el camino a la vida eterna y nos ha dado la esperanza de una salvación plena.


Que esta verdad transforme nuestro corazón. Reconozcamos a Jesús como nuestro Salvador, y dejemos que su amor renueve nuestras vidas para que, como hijos amados del Padre, vivamos cada día con la certeza de que hemos sido redimidos.


Solemnidad de todos los santos. Nuestro llamado es a la santidad. El cielo No puede esperar.Solemnidad de todos los santos. Nuestro llamado es a la santidad. El cielo No puede esperar.Solemnidad de todos los santos. Nuestro llamado es a la santidad. El cielo No puede esperar.Solemnidad de todos los santos. Nuestro llamado es a la santidad. El cielo No puede esperar.Solemnidad de todos los santos. Nuestro llamado es a la santidad. El cielo No puede esperar.

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