Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: Una Esperanza que Reina y Nos Renueva
Este domingo, al culminar el año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, una fiesta instaurada por el Papa Pío XI en 1925 mediante su encíclica Quas Primas. Esta solemnidad nos invita a reconocer a Cristo como el Rey que trasciende todas las fronteras terrenales, el Alfa y la Omega, el principio y el fin, cuyo reinado es eterno, lleno de justicia, amor y paz. Además de la importancia de esta celebración, es relevante recordar la indulgencia plenaria asociada a esta fiesta, la cual puede ser obtenida bajo ciertas condiciones, y el acto de consagración del género humano a Jesucristo Rey, que se realiza en la liturgia de este día. La solemnidad también nos recuerda los tiempos difíciles vividos por los cristeros y las persecuciones en España, momentos en los que los fieles clamaban "¡Viva Cristo Rey!" como grito de esperanza ante las adversidades.
El libro del profeta Daniel 7,13-14
En esta visión profética, Daniel contempla "a alguien como un Hijo de hombre" que viene con las nubes del cielo y recibe "poder, honor y reino". Este pasaje anticipa la soberanía universal de Cristo, quien, aunque se manifestó humildemente en la tierra, es ahora reconocido como Rey glorioso, cuya autoridad es total y eterna. En tiempos de incertidumbre, este texto nos otorga esperanza, recordándonos que el reinado de Jesús no es transitorio, sino eterno e inquebrantable, otorgándonos fuerza para perseverar ante los desafíos del mundo.
El Salmo 92
El salmo declara con júbilo: "Señor, tú eres nuestro Rey". Este himno celebra la majestad de Dios, quien gobierna con poder y santidad. Nos invita a reconocer a Dios como nuestro Rey y Pastor, quien guía a su pueblo con amor y justicia. Al proclamar Su reinado, nos alineamos con su voluntad y encontramos consuelo en Su gobierno justo y misericordioso.
Apocalipsis 1,5-8
San Juan nos presenta a Jesucristo como "el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra". Esta lectura destaca su obra redentora: Jesús nos liberó de nuestros pecados mediante su sacrificio y nos hizo partícipes de su reino. Además, se nos recuerda que Cristo es "el que es, el que era y el que ha de venir", lo que subraya la eternidad de su soberanía. Este texto nos invita a vivir nuestra vocación cristiana con gratitud, sabiendo que estamos llamados a ser coherederos de su reino eterno.
Evangelio de San Juan 18,33-37
En el diálogo entre Jesús y Pilato, se revela la verdadera naturaleza del reinado de Cristo: "Mi reino no es de este mundo". Cristo no busca un trono terrenal ni un poder político, sino que su reino se basa en la verdad, la justicia y el amor. Su reinado es invisible a los ojos humanos, pero transforma el corazón de aquellos que se abren a Él. Este pasaje nos desafía a vivir de acuerdo con los valores del Evangelio, permitiendo que Cristo reine en nuestros corazones y comunidades.
A la luz del Magisterio y la doctrina de la Iglesia
La Iglesia nos enseña que el reinado de Cristo se manifiesta plenamente en su sacrificio redentor en la cruz. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 680) explica que Cristo "reina ya por la Iglesia", aunque su reino será consumado plenamente solo al final de los tiempos. En el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, n. 36), se subraya que los laicos, unidos a Cristo Rey, tienen la misión de transformar el mundo según los valores del Evangelio, siendo testigos de su amor y justicia.
Cristo es el Rey de nuestras vidas y nos invita a vivir bajo su reino de amor, justicia y paz.
Gratitud por su sacrificio redentor, que nos hace partícipes de su victoria eterna y nos transforma en ciudadanos de su reino.
Jesús coronado de espinas ante Pilato, recordándonos que su reinado se fundamenta en el servicio y el sacrificio, no en la gloria mundana.
Durante esta semana, hagamos un acto concreto para proclamar el reino de Cristo en nuestra vida: reconciliémonos con alguien, sirvamos a los necesitados, o participemos activamente en la vida litúrgica de nuestra comunidad.
Preparándonos para el Adviento
Esta solemnidad, que concluye el año litúrgico, nos conduce al umbral del Adviento, tiempo de preparación para recibir al Rey que viene humildemente en la carne. Es un tiempo de renovación de nuestra esperanza y de purificación de nuestro corazón para que Cristo encuentre en nosotros un lugar donde reinar. Aprovechemos este tiempo para la oración, la reflexión y la caridad, preparándonos a recibir a Cristo en nuestra vida.
En este último domingo del año litúrgico, celebramos la certeza de que Cristo ya reina entre nosotros y que su reino se consumará en la gloria. Que esta fiesta nos inspire a vivir como ciudadanos de su reino, proclamando con nuestra vida que "el Señor reina" y que su verdad prevalecerá por siempre. ¡Acerquémonos al Adviento con corazones abiertos, listos para recibir a nuestro Rey con alegría y esperanza!
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