13
AGO
2025

"Servir con fidelidad, corregir con amor y orar en unidad"



Miércoles, XIX Semana del Tiempo Ordinario – 13 de agosto de 2025
Lecturas: Dt 34, 1-12; Sal 65; Mt 18, 15-20
Memoria de los Santos Ponciano y Hipólito, mártires

"Servir con fidelidad, corregir con amor y orar en unidad"

La Palabra de Dios en este miércoles de la XIX Semana del Tiempo Ordinario nos invita a contemplar la fidelidad de Dios, la responsabilidad fraterna y la comunión eclesial como caminos de santidad. El contexto litúrgico nos sitúa en el tramo final del libro del Deuteronomio, en la despedida de Moisés, y en un pasaje clave del Evangelio según san Mateo que trata sobre la corrección fraterna y la fuerza de la oración comunitaria. Además, celebramos la memoria de los santos mártires Ponciano y Hipólito, testigos de unidad en medio de la división y de valentía en la persecución.

Primera lectura: El adiós de Moisés y la fidelidad de Dios

En Dt 34, 1-12, Moisés sube al monte Nebo para contemplar la tierra prometida. No entrará en ella, pero Dios le permite verla con sus propios ojos. Este momento nos habla de la grandeza del servicio humilde y perseverante, incluso cuando no vemos el fruto completo de nuestra misión. San Gregorio Magno decía que “la verdadera recompensa del siervo de Dios no está en ver la obra concluida, sino en haber permanecido fiel hasta el final”.

La Escritura subraya que nunca más surgió en Israel un profeta como Moisés, a quien Dios trataba cara a cara. Su vida es un recordatorio de que el valor de nuestra vocación no depende de cuántos aplausos recibamos, sino de cuánta comunión tengamos con el Señor.

Salmo responsorial: Bendito sea el Señor

El Salmo 65 nos invita a la alabanza agradecida: “Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor”. Este canto es un puente entre la vida de Moisés y el Evangelio de hoy: Dios escucha, acompaña, bendice y permanece fiel. La liturgia nos recuerda que la oración de alabanza nos abre a reconocer el paso de Dios en nuestra historia personal y comunitaria.

Evangelio: La corrección fraterna y la oración en común

En Mt 18, 15-20, Jesús nos da un camino muy concreto para vivir la fraternidad: corregir con amor, hablar en privado, buscar testigos si es necesario y, si no hay escucha, acudir a la comunidad. No es un proceso para excluir, sino para ganar al hermano. San Juan Crisóstomo advertía que “quien corrige para humillar no es un hermano, sino un enemigo; pero quien corrige para salvar, ama como Cristo”.

Jesús añade una promesa inmensa: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Esto nos enseña que la fuerza de la Iglesia está en la unidad en la oración y en el consenso en la voluntad de Dios.

Los santos del día: Ponciano e Hipólito, testigos de unidad

Ponciano, papa, e Hipólito, presbítero, vivieron en el siglo III en tiempos de grandes divisiones internas y persecución externa. Aunque inicialmente enfrentados, la providencia los unió en el martirio en Cerdeña. Ellos nos muestran que la reconciliación es posible cuando Cristo es el centro y que la fidelidad a la fe exige valentía para superar las diferencias y dar la vida.

En la vida parroquial, las lecturas de hoy nos invitan a tres compromisos:

  1. Servir con perseverancia, aunque no veamos inmediatamente los frutos. Como Moisés, confiemos en que Dios cumplirá sus promesas.
  2. Corregir con caridad, buscando siempre salvar y no condenar, construir y no destruir.
  3. Orar unidos, porque la comunión en Cristo hace posible que la parroquia sea un verdadero signo del Reino.

El futuro de nuestra comunidad se fortalece cada vez que cultivamos relaciones fraternas, cuidamos la unidad y buscamos juntos la voluntad de Dios. Aun cuando parezca que los cambios son lentos, la gracia de Dios actúa en lo oculto y prepara frutos abundantes.

Hoy, con la intercesión de los santos Ponciano e Hipólito, pidamos la gracia de ser constructores de unidad y testigos de esperanza. Que nuestra corrección fraterna sea un acto de amor, que nuestra oración comunitaria sea perseverante y que, como Moisés, caminemos fielmente hasta el final, confiando en que el Señor nos llevará a la tierra prometida de la comunión plena con Él.

Oración final:

Señor Jesús, que nos llamas a vivir en comunión, haznos capaces de corregir con amor, de servir con fidelidad y de orar con perseverancia. Que, como tus santos mártires, no temamos dar la vida por la unidad de tu Iglesia. Amén.


Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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