01
SEP
2025

Septiembre, Mes de la Biblia: Una invitación a dejar que la Palabra de Dios transforme nuestra vida



Septiembre, Mes de la Biblia: Una invitación a dejar que la Palabra de Dios transforme nuestra vida

Cada mes de septiembre, la Iglesia nos invita a dedicar un tiempo especial a redescubrir el valor de la Sagrada Escritura. No se trata de un mes cualquiera: es una oportunidad privilegiada para acercarnos a la Palabra de Dios, aprender a amarla más y dejar que ella ilumine nuestro caminar diario. El motivo de esta elección está vinculado con la fiesta de San Jerónimo (30 de septiembre), el gran traductor de la Biblia al latín, quien repetía con fuerza: «Desconocer la Escritura es desconocer a Cristo».

¿Por qué leer la Palabra de Dios cada día?

La Biblia no es un simple libro antiguo ni una colección de historias del pasado. Es la voz de Dios viva y actual, que nos habla hoy. Al abrir sus páginas, descubrimos que allí encontramos consuelo, corrección, esperanza, orientación y fortaleza. Leer la Biblia cada día es como encender una lámpara en medio de la oscuridad: nos ayuda a discernir lo que es bueno, a encontrar fuerzas en las pruebas y a renovar la alegría de la fe.

San Pablo nos recuerda: «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para educar en la justicia» (2 Tim 3,16). Por eso, acercarnos a la Biblia no es solo un acto de estudio, sino sobre todo un encuentro personal con el Señor.

¿Qué ganamos y qué perdemos?

  • Lo que ganamos
    • Luz para nuestra vida: la Palabra es lámpara que guía nuestros pasos.
    • Paz interior: nos ayuda a confiar y a descansar en las promesas de Dios.
    • Fuerza en la fe: alimenta nuestra esperanza y nos motiva a seguir a Cristo con alegría.
    • Sabiduría práctica: nos enseña a vivir mejor nuestras relaciones, el trabajo y las pruebas cotidianas.
  • Lo que perdemos si no la leemos
    • Vivimos sin rumbo, guiados solo por opiniones humanas.
    • Nos debilitamos en la fe, porque no alimentamos el alma.
    • Corremos el riesgo de olvidar la voz de Dios y de vivir solo en función de lo pasajero.
    • Perdemos la riqueza de las promesas divinas que dan esperanza en los momentos de dolor.

En otras palabras: con la Biblia ganamos vida; sin ella, nos exponemos al vacío.

Sugerencias para vivir este mes de septiembre

  1. Leer un capítulo al día: no se trata de leer mucho, sino de leer con constancia. Un capítulo diario puede transformar la vida.
  2. Comenzar por los Evangelios: allí encontramos el corazón de la fe, el rostro y la voz de Jesús.
  3. Formar un grupo bíblico en casa o en la parroquia: compartir lo que la Palabra nos dice es una forma de fortalecer la fe comunitaria.
  4. Acompañar la lectura con oración: antes de abrir la Biblia, pedir al Espíritu Santo que ilumine la mente y el corazón.
  5. Subrayar y anotar: cuando una frase toque el corazón, escribirla en una libreta espiritual para meditarla durante el día.
  6. Un lugar especial para la Palabra: colocar la Biblia en un sitio visible del hogar como signo de que Dios habita en nuestra vida diaria.
  7. Vincular la Biblia con la vida: preguntarse siempre: ¿qué me dice hoy esta Palabra?, ¿cómo puedo aplicarla en mi familia, trabajo, parroquia o misión?

Recomendaciones prácticas

  • Aprovechar los recursos digitales: existen aplicaciones y páginas seguras con lecturas diarias y comentarios espirituales.
  • Unirse a la Eucaristía dominical con la Biblia en mano: leer antes los textos del domingo para vivir mejor la liturgia.
  • Rezar con los Salmos: son escuela de oración, expresan la alegría, la tristeza, la súplica y la alabanza del corazón humano.
  • Dedicar en familia un momento semanal a leer juntos un pasaje del Evangelio.

 

Septiembre es un regalo: un mes para reencontrarnos con la Palabra de Dios y renovar la certeza de que ella es camino, verdad y vida. Al leer la Biblia cada día, descubrimos que Dios no se cansa de hablarnos, que nos espera con amor y que desea guiarnos hacia la plenitud.

Este mes de la Biblia no es solo un calendario en el año litúrgico, sino una oportunidad para dejar que la voz de Dios habite en nosotros, nos transforme y nos envíe como testigos al mundo.

Que este septiembre no sea solo “el mes de la Biblia”, sino el inicio de una relación más viva, cotidiana y constante con la Palabra que da vida.

 Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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