03
JUL
2025

“Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28): de la duda a la fe viva y misionera



Jueves 3 de julio de 2025 – Fiesta de Santo Tomás, Apóstol
Semana 13 del Tiempo Ordinario – Año Santo Jubilar – Mes de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo

“Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28): de la duda a la fe viva y misionera

Hoy, queridos hermanos y hermanas en la fe, la liturgia de la Iglesia nos reúne para celebrar la fiesta de Santo Tomás, el apóstol que pasó de la duda a la confesión más clara de fe en todo el Evangelio: “¡Señor mío y Dios mío!”. Estas palabras, pronunciadas con el corazón atravesado por la evidencia del amor crucificado y resucitado, resuenan en este tiempo como una llamada a renovar nuestra fe, especialmente en este Año Santo Jubilar, que es un tiempo de gracia, reconciliación y esperanza.

1. De extraños a miembros de la familia de Dios

La carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,19-22) nos recuerda una gran verdad que debemos proclamar con gozo: “Ustedes ya no son extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios”. Esta afirmación cambia nuestra perspectiva: no caminamos solos, no somos huéspedes en la Iglesia, ¡somos piedras vivas de una construcción que tiene como fundamento a los apóstoles y profetas y como piedra angular a Cristo Jesús!

En este tiempo donde muchos se sienten excluidos, sin pertenencia ni rumbo, el mensaje es claro: la Iglesia es hogar para todos, especialmente para los que dudan, los que buscan, los que se sienten indignos. Como Tomás, estamos llamados a tocar las llagas del mundo, para reconocer ahí el cuerpo de Cristo y anunciar que en su Sangre preciosa hemos sido reconciliados.

2. La duda no es el fin: es el umbral de una fe madura

El Evangelio según san Juan (20,24-29) nos presenta el encuentro de Tomás con Jesús Resucitado. Durante una semana, Tomás vivió entre el testimonio de sus hermanos y el vacío de no haber visto con sus propios ojos. Pero Jesús no lo deja fuera: vuelve por él. Le muestra las llagas. Le permite tocar. Y en ese acto de amor, Tomás pasa de la duda al amor adorante.

Jesús le dice: “Porque me has visto, has creído; dichosos los que creen sin haber visto”. Esa bienaventuranza nos incluye a todos. En el camino de la fe, la duda sincera no es un pecado, sino una puerta que puede abrirnos a una fe más profunda y verdadera, si buscamos con humildad y nos dejamos encontrar por Cristo. El Jubileo es ocasión para renovar la fe, confesando con los labios y el corazón: “¡Señor mío y Dios mío!”.

3. Predicar con la vida: misión para todos

El salmo 116 nos lanza un imperativo misionero: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio”. Santo Tomás, según la tradición, llevó el Evangelio hasta la India, donde entregó su vida por Cristo. Hoy, en este Mes de la Preciosísima Sangre, recordamos que el anuncio del Evangelio se hace también con el testimonio ofrecido hasta el sacrificio, hasta dar la vida por amor.

En un mundo herido, lleno de desconfianza, de desencanto, de guerras y polarización, el cristiano es testigo del amor fiel de Dios, un amor que se hizo carne, que sufrió, que murió y resucitó, y cuya Sangre sigue redimiendo al mundo. Cada uno de nosotros, desde su vocación y realidad, puede ser un misionero del amor, sembrando palabras de consuelo, gestos de perdón y esperanza.

4. Vivir el Jubileo con Tomás: camino de fe confiada

En este Año Santo Jubilar, somos llamados a cruzar el umbral de la fe:

  • Visitando la puerta santa y recibiendo la indulgencia como signo del amor que nos libera.
  • Participando con fervor en los sacramentos: especialmente la confesión y la Eucaristía.
  • Contemplando las llagas de Cristo en los hermanos sufrientes: los enfermos, los excluidos, los migrantes, los que han perdido la fe.
  • Adorando la Preciosísima Sangre de Jesús en la Eucaristía, fuente de redención, sanación y misión.

Pensamiento del día:

“La fe no es un salto al vacío, es un salto hacia un Amor que me ha buscado primero.”

Sentimiento:

Confianza renovada. Como Tomás, quiero volver a creer con todo mi corazón, con todo mi ser, sabiendo que Jesús no me rechaza por mis dudas, sino que me invita a tocar su amor y confesarlo con alegría.

Propósito:

Hoy haré un acto de fe explícita: repetiré con el corazón la oración de Tomás —“Señor mío y Dios mío”— cada vez que me sienta tentado a dudar. Y visitaré al Santísimo para contemplar en silencio las llagas gloriosas del Amor.

Que la Preciosísima Sangre de Cristo, derramada por nuestra salvación, lave nuestras heridas, fortalezca nuestra fe y nos impulse a ser piedras vivas de una Iglesia que acoge, acompaña y anuncia con alegría al Resucitado.
Santo Tomás, Apóstol, ruega por nosotros.



Pbro. Alfredo Uzcátegui.

 


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