Tercera
Semana de Pascua | martes 6 de mayo de 2025
“Señor, danos siempre de ese pan” (Jn 6,34)
En este martes de la Tercera Semana de Pascua, la Palabra de Dios nos confronta y al mismo tiempo nos consuela y fortalece. En el Libro de los Hechos de los Apóstoles 7,51–8,1a, se denuncia la dureza de corazón de quienes se resisten a la acción del Espíritu Santo. Se trata de una advertencia que nos invita a no cerrarnos a la verdad, a dejar que la Palabra nos transforme y a vivir con docilidad lo que Dios quiere realizar en nuestras vidas.
El Salmo 30, con la antífona “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya”, nos enseña a orar con confianza, especialmente cuando atravesamos momentos de incertidumbre o prueba. Es una súplica humilde que nace de quien ha depositado toda su esperanza en el Señor.
En el Evangelio según san Juan 6,30-35, Jesús se revela como el verdadero Pan de Vida: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Esta afirmación es clave en la espiritualidad pascual: Cristo resucitado no solo ha vencido la muerte, sino que alimenta nuestra alma con su misma vida, con su Cuerpo entregado y su Sangre derramada.
Este tiempo pascual nos impulsa a renovar nuestra fe y a reavivar nuestra esperanza. En un mundo lleno de voces que siembran duda, miedo o indiferencia, la Iglesia continúa anunciando que Cristo es el Pan vivo bajado del cielo. Y quienes se alimentan de Él, viven para siempre.
Hoy también es necesario mantenernos firmes, ser coherentes en la fe, rechazar toda forma de endurecimiento interior, y pedir como aquellos que escucharon a Jesús: “Señor, danos siempre de ese pan”. Esa súplica nos debe acompañar todos los días y llevarnos a vivir con una confianza renovada.
Este Año Jubilar es una invitación a reconciliarnos, a reavivar los sacramentos y a peregrinar interiormente hacia el encuentro con Cristo. La Eucaristía, centro de nuestra vida, es el alimento que fortalece al peregrino y lo capacita para anunciar el Evangelio con alegría.
Participar del Jubileo no es solo obtener indulgencias; es recibir gracia para transformar la vida personal y comunitaria, volviendo a lo esencial, escuchando la voz del Espíritu, viviendo la fe con caridad concreta.
Hoy celebramos la memoria de San Lucio de Cirene, uno de los líderes de la Iglesia en Antioquía, mencionado en el libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 13,1). Este santo africano, oriundo de Cirene (actual Libia), fue uno de los profetas y maestros de la comunidad que, mientras ayunaban y oraban, escucharon la voz del Espíritu Santo que los llamó a enviar a Pablo y a Bernabé a la misión.
Lucio de Cirene representa a aquellos cristianos abiertos al Espíritu Santo, comprometidos con el discernimiento comunitario, y dispuestos a anunciar a Cristo hasta los confines del mundo. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia nace de la escucha, de la oración, del envío misionero y de la diversidad de sus miembros. Su ejemplo es especialmente pertinente en este Año Jubilar, cuando somos llamados a vivir la catolicidad con alegría y apertura misionera.
No se conservan muchos detalles biográficos, pero la tradición lo honra como un discípulo fiel, lleno de sabiduría y caridad pastoral. Su nombre brilla entre los pilares de la primera evangelización. A él podemos encomendarnos para pedir docilidad al Espíritu y ardor en la misión.
5. Para vivir y compartir esta Palabra
Pensamiento del día: Cristo es el Pan de Vida que sacia toda hambre del alma. El que se alimenta de Él, vive con plenitud y entrega.
Sentimiento para cultivar: confianza plena en Dios, incluso cuando el camino se vuelve difícil.
Propósito concreto: Participar esta semana de la Eucaristía con renovado fervor, pidiendo al Espíritu Santo que nos abra al discernimiento y a la misión, como a San Lucio de Cirene.
“La Eucaristía nos educa a cumplir con amor la voluntad del
Padre, como lo hizo Jesús en el Calvario. Nos enseña a salir de nosotros mismos
para encontrar a los hermanos, promoviendo relaciones nuevas según la lógica
del don recíproco”
— Papa Francisco, Homilía Corpus Christi, 2015
Oración final
Señor Jesús, Pan de Vida, danos siempre de ese alimento que da sentido y fuerza a nuestro camino. Que, como San Lucio de Cirene, vivamos atentos a tu Espíritu, disponibles para tu misión, y dispuestos a entregarnos con alegría por amor al Evangelio. Amén.
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