23
FEB
2025

Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6,36).



Confío, Señor, en tu misericordia. Se alegra mi corazón con tu auxilio; cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. Sal 12,6


Domingo VII del Tiempo Ordinario: Amar como Dios Ama

“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36).

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

En este Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios nos ofrece un mensaje desafiante y liberador: amar sin límites, perdonar sin rencores y reflejar en nuestra vida la misericordia divina. En este Año Santo Jubilar, el Señor nos invita a renovar nuestro corazón, a dejarnos transformar por su gracia y a ser testigos vivos de su amor en un mundo tan necesitado de esperanza.

David y el poder del perdón

La primera lectura, tomada del Primer Libro de Samuel (26,2.7-9.12-13.22-23), nos presenta un episodio extraordinario en la vida de David. Perseguido injustamente por el rey Saúl, David tiene la oportunidad de vengarse, pero elige otro camino: el camino de la misericordia. En lugar de devolver mal por mal, reconoce que es Dios quien juzga los corazones y que la venganza no es el camino del justo.

Este pasaje nos interpela profundamente. ¿Cuántas veces en nuestra vida hemos sentido la tentación de responder con rencor a quienes nos han herido? David nos enseña que el perdón no es un signo de debilidad, sino de fortaleza. Solo quien ama de verdad es capaz de liberar su corazón del peso del resentimiento y dejar que Dios sea el juez.

La imagen del hombre nuevo en Cristo

San Pablo, en su Primera Carta a los Corintios (15,45-49), nos recuerda que en Cristo hemos sido transformados. Hemos dejado atrás la imagen del hombre terreno y hemos sido llamados a reflejar la imagen del hombre celestial. Esto significa que nuestro modo de vivir, de amar y de perdonar debe ser distinto al del mundo.

El mundo nos dice que respondamos a la ofensa con más violencia, que la justicia se impone por la fuerza, que solo los más fuertes sobreviven. Pero Cristo nos muestra otro camino: la justicia del amor, la fuerza del perdón, la grandeza de la misericordia. En este Año Jubilar, la Iglesia nos invita a ser testigos de esta verdad, a vivir como ciudadanos del cielo ya aquí en la tierra, irradiando la luz de Cristo en cada una de nuestras acciones.

Jesús nos llama a amar sin medida

El Evangelio de Lucas (6,27-38) nos confronta con una enseñanza que rompe todos los esquemas humanos:

  • “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian” (Lc 6,27).
  • “Bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian” (Lc 6,28).
  • “Si amáis solo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?” (Lc 6,32).

El amor cristiano es radical porque no se basa en la lógica del dar y recibir, sino en el amor gratuito de Dios. Nos invita a amar no solo a quienes nos tratan bien, sino también a quienes nos hacen daño. Nos pide bendecir en lugar de maldecir, orar por aquellos que nos persiguen, responder con generosidad incluso cuando nos tratan con injusticia.

¿Es esto fácil? No. Pero en este Año Santo Jubilar, estamos llamados a cruzar la puerta de la misericordia y a dejarnos transformar por la gracia de Dios. Es un tiempo propicio para reconciliarnos con aquellos con quienes hemos roto relaciones, para buscar el perdón y ofrecerlo, para ser reflejo de ese Dios que “es compasivo y misericordioso” (Sal 102).

Cómo vivir este mensaje en el Año Santo Jubilar

El Jubileo es un tiempo de gracia, de renovación y de conversión. No podemos quedarnos solo con palabras bonitas; debemos traducir este llamado del Señor en acciones concretas:

  1. Perdonar de corazón: Si hay alguien a quien guardamos rencor, este es el momento de liberarnos de esa carga. Jesús nos dice: “Perdonad y seréis perdonados” (Lc 6,37).
  2. Practicar las obras de misericordia: Este Año Jubilar nos invita a vivir la compasión. Alimentar al hambriento, visitar a los enfermos, consolar al que sufre, acompañar a los que están solos... cada gesto de amor es un reflejo de la misericordia del Padre.
  3. Orar por nuestros enemigos: Puede ser difícil, pero es sanador. Jesús nos pide que oremos por aquellos que nos han hecho daño. La oración transforma nuestro corazón y nos permite ver a los demás con los ojos de Dios.
  4. Confesarnos y recibir la indulgencia jubilar: El Sacramento de la Reconciliación es un encuentro con la misericordia de Dios. En este Año Santo, se nos ofrece la indulgencia plenaria como un signo del amor infinito del Padre.
  5. Ser testigos de esperanza: En un mundo marcado por la división y el odio, los cristianos estamos llamados a ser sembradores de paz. Que nuestras palabras y acciones transmitan la alegría del Evangelio.


El Señor nos llama hoy a dar un paso más en el camino del amor. No basta con amar a quienes nos aman; debemos amar como Dios ama, perdonar como Él perdona, vivir como verdaderos hijos suyos. En este Año Santo Jubilar, abramos nuestro corazón a la gracia de Dios y permitamos que su misericordia transforme nuestra vida.

Que María, Madre de la Misericordia, nos ayude a reflejar en el mundo el rostro compasivo de Cristo. Amén.

 

Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Jn 13,34


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