10
JUN
2025

¡Sean luz del mundo y sal de la tierra! – Caminar con esperanza en el tiempo ordinario del Año Santo Jubilar



Décima Semana del Tiempo Ordinario – Año Santo Jubilar 2025
Lecturas: 2 Corintios 1,18-22; Salmo 118; Mateo 5,13-16
Memoria del Beato Juan Dominici, O.P.

“¡Sean luz del mundo y sal de la tierra!” – Caminar con esperanza en el tiempo ordinario del Año Santo Jubilar

Hemos iniciado nuevamente el Tiempo Ordinario en el calendario litúrgico, después de haber vivido la riqueza espiritual del Tiempo Pascual y la solemnidad del Corpus Christi. Este tiempo “ordinario” no es un tiempo menor, sino el espacio en que Dios desea obrar de manera extraordinaria en lo cotidiano. En este Año Santo Jubilar 2025, al que el Papa León XIV ha invitado a vivir como un “Año de Esperanza”, la Palabra de Dios de este martes nos alienta a dar sabor, sentido y luz a un mundo muchas veces desorientado y desanimado.

Primera lectura: “Dios mismo nos ha ungido” (2 Cor 1,18-22)

San Pablo escribe a la comunidad de Corinto con una convicción poderosa: “Dios es fiel”. En medio de las incertidumbres y cambios del mundo, esta verdad resuena como roca firme. Pablo explica que su palabra no es un vaivén de “sí y no”, sino un reflejo del Evangelio que en Cristo es siempre un “sí”.

En este texto encontramos una teología del compromiso divino con la humanidad. Dios no juega con nuestros corazones. Él nos ha ungido, nos ha sellado y ha puesto en nuestros corazones el Espíritu como garantía. Esta unción nos recuerda que cada bautizado ha sido consagrado, y en este Año Jubilar se nos llama a redescubrir la grandeza de nuestra vocación como hijos e hijas de Dios.

¿Cómo responder a este “sí” de Dios? Con fidelidad, con coherencia y con testimonio valiente. En una época marcada por la ambigüedad, el relativismo y la desconfianza, los cristianos debemos manifestar con alegría que Dios no decepciona, no abandona, no cambia de parecer. Él ha apostado por nosotros, nos ha sellado con su amor, y nos envía al mundo como sus testigos.

Salmo 118: “Míranos, Señor, benignamente”

El salmista clama a Dios con humildad: “Míranos, Señor, benignamente”. Es una súplica que nace de un corazón que reconoce su fragilidad y necesita de la gracia divina. El Salmo 118, largo y lleno de meditaciones sobre la Ley del Señor, es una verdadera escuela de espiritualidad. Nos invita a confiar, a caminar en los mandatos divinos y a vivir con rectitud, incluso cuando nos rodeen la crítica o la persecución.

Hoy podemos hacer esta oración nuestra:
“Señor, en este Año Santo, míranos con bondad, renuévanos con tu Espíritu, y haz que caminemos como pueblo redimido, reflejando tu luz y tu paz en medio de nuestras familias, comunidades y ciudades.”

Evangelio: “Ustedes son la sal de la tierra... la luz del mundo” (Mt 5,13-16)

Jesús, en el Sermón del Monte, se dirige a sus discípulos con afirmaciones provocadoras y transformadoras. No dice “deben ser” o “pueden llegar a ser”, sino “ustedes son”. Este es un reconocimiento y una misión.

1. Ser sal de la tierra

La sal en tiempos de Jesús no solo daba sabor, sino que conservaba los alimentos. La vida cristiana está llamada a preservar el mundo de la corrupción, a dar sabor a la historia humana, a impedir que la humanidad se descomponga por el egoísmo, la mentira, la violencia o la indiferencia.

Pero la sal puede volverse insípida. Esto ocurre cuando perdemos la identidad cristiana, cuando dejamos de vivir las bienaventuranzas, cuando cedemos al mundo en lugar de transformarlo desde el Evangelio. El Año Jubilar es una oportunidad para recuperar ese “sabor perdido”: reencontrarnos con Jesús en la oración, en los sacramentos, en las obras de misericordia y en el compromiso social.

2. Ser luz del mundo

La luz ilumina, guía, disipa las tinieblas. Jesús nos llama a no esconder nuestra luz, a no vivir una fe “privada”, encerrada en las sacristías o en las redes sociales. La luz que hemos recibido en el Bautismo debe alumbrar a todos. Esto implica dar testimonio público, valiente y alegre de Cristo: en la familia, en el trabajo, en la política, en el arte, en la economía, en las calles.

¿Dónde necesita luz nuestro mundo hoy? En la educación, en el trato a los migrantes, en el cuidado de la casa común, en el respeto por la vida desde la concepción hasta la muerte natural, en la búsqueda de justicia y paz. ¡Qué misión más hermosa nos ha confiado el Señor!

Beato Juan Dominici: Profeta de luz en tiempos oscuros

Hoy recordamos al Beato Juan Dominici, fraile dominico del siglo XIV, reformador, predicador y fiel al Magisterio. En un tiempo de crisis eclesial y política, supo ser sal y luz con inteligencia, santidad y compromiso. Combatió la corrupción con caridad, formó a jóvenes con sabiduría y defendió la verdad con valor.

Siguiendo su ejemplo, también nosotros podemos transformar el mundo desde la fidelidad al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia. Este beato nos recuerda que la santidad no es evasión del mundo, sino entrega apasionada por su renovación.

Vivir el Año Santo Jubilar 2025 desde el Evangelio de hoy

Este tiempo ordinario es la oportunidad perfecta para hacer extraordinario lo común con el amor de Dios. En este Jubileo, el Papa León XIV nos ha invitado a:

  • Redescubrir la alegría de la fe y el compromiso misionero de cada bautizado.
  • Practicar obras concretas de misericordia y reconciliación.
  • Participar con fervor en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Confesión.
  • Peregrinar a templos jubilares, ofreciendo nuestra vida al Señor.
  • Anunciar con palabras y gestos que Dios está presente, vivo y operante en su Iglesia.

Un pensamiento, un sentimiento y una acción

  • Pensamiento: “Dios nos ha sellado con su Espíritu para que seamos luz en medio del mundo. No escondas tu fe, vívela con alegría.”
  • Sentimiento: Gratitud por el amor incondicional de Dios que nos consagra, y entusiasmo por la misión que nos ha confiado.
  • Acción: Haz una obra de misericordia hoy (escucha a alguien, ayuda a un necesitado, perdona una ofensa) y ofrece esa acción como gesto jubilar. Visita el Sagrario y pídele al Señor: “Hazme sal y luz para mi comunidad.”

Oración final

Señor Jesús, tú que eres la Luz verdadera que ilumina a todo hombre, en este Año Santo Jubilar te consagramos nuevamente nuestra vida. No permitas que perdamos el sabor de tu Evangelio ni que escondamos la luz que has encendido en nuestro interior. Haznos fermento de esperanza, constructores de paz, custodios del bien común. Por intercesión del Beato Juan Dominici y bajo la guía del Espíritu Santo, que nuestra vida sea un testimonio fiel de tu amor. Amén.

¡Feliz tiempo ordinario! ¡Feliz camino jubilar! Que el Corazón de Jesús nos fortalezca para ser sal y luz cada día.

 


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