30
AGO
2025

Santa Rosa de Lima: la alegría de haber encontrado el verdadero tesoro



Santa Rosa de Lima: la alegría de haber encontrado el verdadero tesoro

Una joven que lo dejó todo por Jesús

Cuando escuchamos el Evangelio que habla del tesoro escondido y de la perla preciosa (cf. Mt 13,44-46), puede parecernos una historia lejana, como de otros tiempos. Sin embargo, hay personas que, con su vida, han demostrado que esas palabras son reales y actuales. Una de ellas es Santa Rosa de Lima, la primera santa de América, una joven que vivió en medio de una ciudad bulliciosa, con problemas sociales, injusticias y contrastes, pero que descubrió que el verdadero tesoro no estaba en el oro, ni en los aplausos, ni en las modas, sino en Cristo Jesús.

Santa Rosa fue una mujer valiente, libre y profundamente enamorada de Dios. Su vida es una invitación cercana para nosotros: también hoy podemos encontrar la verdadera alegría cuando ponemos a Jesús en el centro de nuestra existencia.

Su vida en pocas pinceladas

Santa Rosa nació en Lima en 1586, en el hogar de Gaspar Flores y María de Oliva. Su nombre era Isabel, pero la llamaban “Rosa” por la hermosura de su rostro, al que comparaban con una rosa en flor. Desde pequeña sintió un fuerte llamado a pertenecer por entero a Jesús.

No ingresó en un convento, sino que vivió como laica consagrada, siendo terciaria dominica con el nombre de Rosa de Santa María. En su propia casa hizo un pequeño “hospitalito”, donde atendía a enfermos y necesitados. Para ayudar económicamente a su familia trabajaba como bordadora y cultivaba flores que vendía en el mercado. Murió joven, a los 31 años, en 1617, y fue canonizada en 1671 por el Papa Clemente X, convirtiéndose en la primera santa de todo el continente americano.

Tres lecciones que nos deja su vida

1. Cristo es el verdadero tesoro

Rosa entendió que el único motivo de gloria para el cristiano es Cristo (cf. 2 Co 10,17). No buscó honores ni riquezas, aunque podría haber tenido una vida cómoda.

Renunció incluso a propuestas de matrimonio, porque quería ser toda de Jesús. Y lejos de ser una mujer triste o amargada, vivía con alegría, porque cuando uno encuentra lo esencial, todo lo demás pierde fuerza.

2. Caridad concreta y amor al prójimo

La fe de Rosa no se quedó en rezos largos ni en sacrificios personales. Todo eso lo hacía porque quería servir mejor a los demás. En los enfermos veía a Cristo y se inclinaba a cuidar sus llagas con ternura. Fue capaz de abrir su corazón y su casa a los más vulnerables, y así su santidad fue profundamente social.

3. Fortaleza y libertad interior

A veces se habla de sus penitencias y sacrificios, que hoy pueden parecer excesivos. Pero detrás de ellos estaba una convicción muy actual: solo el corazón libre de apegos puede amar de verdad. Rosa quería que nada la atara, ni la vanidad ni el consumismo ni el egoísmo. Esa libertad la convirtió en una mujer fuerte, capaz de decir “sí” a Dios con radicalidad.

Una santa para las ciudades y para nuestro tiempo

Rosa no vivió en un desierto ni en un convento aislado, sino en el centro de Lima, una ciudad en expansión, con tensiones sociales y desigualdades. Allí descubrió que se puede ser santo en medio del ruido, del trabajo y de la vida cotidiana.

Su ejemplo habla a nuestras ciudades de hoy:

  • Nos enseña que la santidad no es algo lejano, sino un camino que se recorre en lo simple de cada día.
  • Nos invita a practicar una ecología del corazón, cultivando la belleza y la paz interior como ella cultivaba su jardín de flores.
  • Nos recuerda que la adoración eucarística es fuente de misión y fuerza para servir.
  • Nos muestra que las mujeres en la Iglesia son profetas de ternura y firmeza, testigos de un amor que transforma.

¿Qué significa para nosotros?

Santa Rosa nos anima a hacernos preguntas muy concretas:

  • ¿Dónde estoy poniendo mi tesoro?
  • ¿Qué cosas ocupan demasiado mi corazón y me impiden seguir a Jesús con libertad?
  • ¿Cómo puedo servir con amor a los que sufren a mi lado?

Su vida nos ayuda a recordar que la santidad no es para unos pocos privilegiados, sino para todos. Como enseña el Papa Francisco en Gaudete et exsultate: “El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la que fuimos creados” (GE, 1).

El Catecismo nos recuerda que “los santos contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra” (CIC 2683). Hoy podemos pedir a Santa Rosa que interceda por nosotros, por nuestra familia y por nuestra patria, para que aprendamos a buscar lo esencial y vivir con alegría la fe.

Oración breve a Santa Rosa de Lima

Santa Rosa, mujer sencilla y valiente,
tú que encontraste en Jesús el tesoro de tu vida,
enséñanos a poner a Cristo en el centro de nuestro corazón.
Danos un amor fuerte y generoso hacia los pobres y enfermos.
Que tu ejemplo nos anime a vivir con alegría el Evangelio,
para la gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos. Amén.

El tesoro que no se acaba

Santa Rosa de Lima descubrió lo que todos buscamos: un amor que no pasa, un tesoro que no se pierde. Ese tesoro es Cristo. Ella lo halló, lo abrazó con todo su corazón y vivió feliz, aun en medio de pruebas y sacrificios.

Su legado para nosotros es claro: no hay mayor alegría que vivir para Cristo y servir a los demás. En medio de nuestras ciudades, trabajos y preocupaciones, Santa Rosa nos dice hoy con ternura y firmeza: “Vale la pena entregarse a Jesús. Él es el verdadero tesoro.”

 Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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