Semana XXI del Tiempo Ordinario
Miércoles
27 de agosto de 2025
Primera lectura: 1 Tesalonicenses 2,9-13
Salmo responsorial: Salmo 138 (139)
Evangelio: Mateo 23,27-32
Memoria de Santa Mónica
La Palabra de Dios que nos ilumina
San Pablo, escribiendo a los tesalonicenses, recuerda con gratitud cómo ellos acogieron la predicación “no como palabra de hombres, sino como lo que verdaderamente es: Palabra de Dios que actúa en ustedes los creyentes” (1 Tes 2,13). Es un recordatorio de que el Evangelio no es una simple filosofía ni un discurso humano, sino fuerza viva de Dios que transforma, consuela y guía.
El salmo 138 proclama con confianza: “Señor, condúcenos por tu camino”. Nos invita a dejar que el Espíritu Santo sea brújula y sostén, aún en medio de los desafíos y oscuridades del presente.
El Evangelio nos confronta con palabras duras de Jesús hacia los fariseos: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas! Son semejantes a sepulcros blanqueados” (Mt 23,27). Cristo denuncia la incoherencia entre la apariencia y la vida interior. Su enseñanza no es para condenar, sino para liberarnos de una religiosidad vacía y conducirnos a una fe sincera, humilde y transformadora.
Santa Mónica, modelo de perseverancia
Hoy la Iglesia celebra a Santa Mónica (†387), madre de san Agustín, ejemplo luminoso de perseverancia en la fe y en la oración. Durante años sufrió por la vida desenfrenada de su hijo, pero nunca dejó de orar ni de esperar. San Agustín mismo reconocería que fue gracias a las lágrimas y oraciones de su madre que volvió a Cristo. San Ambrosio, obispo de Milán, le dijo a Mónica: “Es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”.
Su vida nos enseña que ninguna oración hecha con fe es estéril, y que la paciencia confiada en Dios da fruto, aunque parezca tardar.
La Palabra de hoy nos conduce a tres grandes enseñanzas:
Para nuestra vida hoy
La liturgia de este día nos invita a caminar con confianza: Dios nos conoce por dentro, nos conduce en su camino y no nos abandona. Aunque podamos vernos reflejados en las advertencias de Jesús contra la hipocresía, Él mismo nos ofrece la gracia para vivir en la verdad. Y con el ejemplo de Santa Mónica aprendemos que nunca es tarde para esperar, rezar y confiar.
Que hoy podamos pedir con el salmista: “Condúcenos, Señor, por tu camino”, para que nuestra vida sea testimonio transparente de la fe y fuente de esperanza para las generaciones futuras.
Pbro. Alfredo Uzcátegui
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