Santa Clara de Asís: Aspiremos a ser santos. La santidad es para todos
Hoy la Iglesia nos invita a contemplar la vida de Santa Clara de Asís (1193–1253), una joven que, cautivada por el ejemplo de San Francisco, decidió entregar su vida por entero a Cristo, abrazando la pobreza evangélica y confiando plenamente en la Providencia de Dios. Su testimonio nos recuerda que la santidad no es un privilegio reservado a unos pocos elegidos, sino un llamado universal dirigido a todos los bautizados.
1. Un corazón totalmente de Cristo
Clara nació en una familia noble de Asís, pero desde muy joven experimentó un deseo ardiente de consagrarse a Dios. A los 18 años, movida por la predicación de San Francisco, huyó de su casa para iniciar una vida de pobreza, oración y fraternidad. Fundó la Orden de las Damas Pobres —hoy conocidas como Clarisas— con una regla centrada en la humildad, la pobreza radical y la total confianza en Dios.
Clara entendió que la verdadera riqueza del cristiano es Cristo mismo y que seguirlo implica desprenderse de todo lo que estorba para amar con libertad. Ella no se aferró a bienes materiales, honores ni seguridades humanas; se aferró únicamente a Jesús Eucaristía, su tesoro más grande.
2. La santidad es para todos
El Concilio Vaticano II, en Lumen Gentium (cap. V), nos recuerda que “todos en la Iglesia, ya pertenezcan a la Jerarquía o sean pastores o laicos, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”. Santa Clara lo vivió de forma radical, pero su ejemplo es un espejo para todas las vocaciones.
No todos estamos llamados a vivir en un convento como Clara, pero sí todos estamos llamados a vivir con un corazón puro, pobre de egoísmo y rico en amor.
3. Una mujer eucarística y de oración
Santa Clara pasaba largas horas ante Jesús Sacramentado. De hecho, uno de los episodios más conocidos de su vida ocurrió cuando, enferma y debilitada, tomó el ostensorio con el Santísimo y, desde la ventana del monasterio, lo mostró hacia los soldados sarracenos que amenazaban con invadir y profanar el lugar. Ellos, impresionados y llenos de temor reverente, se retiraron. Clara sabía que la fuerza del cristiano no está en las armas ni en el poder humano, sino en la presencia viva de Cristo.
Su vida nos enseña que la oración no es tiempo perdido, sino el motor secreto que transforma el corazón y el mundo. Un cristiano que ora, persevera; un cristiano que no ora, se debilita.
4. Aspiremos a la santidad
La santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en amar de manera extraordinaria en las cosas ordinarias. Santa Clara lo resumió en esta invitación:
“Ama a Aquel que por amor se entregó todo por ti.”
Ser santos no es vivir sin defectos, sino dejar que Cristo transforme nuestras debilidades con su gracia. Y eso está al alcance de todos: del niño que reza antes de dormir, de la madre que ofrece su cansancio por sus hijos, del trabajador que vive con honradez, del enfermo que une su dolor al de Cristo, del sacerdote que entrega su vida por sus fieles.
5. Camino práctico para seguir a Santa Clara hoy
Santa Clara de Asís nos recuerda que la santidad no es un ideal inalcanzable, sino una meta posible y necesaria. Dios no nos pide algo que no podamos dar; nos pide que, con lo que somos y tenemos, le respondamos con amor. Aspiremos a ser santos. La santidad es para todos. Y es hoy, no mañana, cuando debemos comenzar a vivirla.
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