28
AGO
2025

San Agustín: Un amigo que nos enseña a volver a Dios



San Agustín: Un amigo que nos enseña a volver a Dios

Una vida que habla de nosotros

San Agustín nació en África en el año 354. No fue santo desde niño. Al contrario, como muchos jóvenes, buscaba la felicidad en cosas pasajeras: el éxito, el placer, la fama. Tenía un corazón inquieto que no encontraba paz. Pero su mamá, Santa Mónica, nunca dejó de rezar por él, confiando en que Dios lo alcanzaría tarde o temprano.

Y así fue. A los 32 años, después de un largo camino, Agustín se encontró de verdad con Cristo y su vida cambió para siempre. Llegó a ser sacerdote, obispo de Hipona y uno de los más grandes santos y pensadores de la Iglesia.

Sus palabras que siguen tocando el corazón

San Agustín dejó escritos maravillosos, pero una frase resume toda su vida:

“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.”

¿Cuántas veces nos pasa lo mismo? Buscamos en mil lugares la alegría y al final descubrimos que solo en Dios está la verdadera paz.

Su obra más conocida es Las Confesiones, un libro que sigue conmoviendo a miles de personas en todo el mundo. No es una simple autobiografía, sino un diálogo sincero con Dios donde Agustín cuenta sus luchas, sus errores, su búsqueda y, sobre todo, el abrazo de la misericordia divina. Leer Las Confesiones es como escuchar a un amigo que nos comparte su corazón y nos anima a abrir el nuestro al Señor.

Los agustinos: una familia espiritual

De la enseñanza y el testimonio de San Agustín nace la Orden de San Agustín, conocida como los agustinos. Su vida comunitaria y espiritualidad se centra en vivir unidos en la caridad, en la búsqueda de la verdad y en la fraternidad como signo de Dios presente entre nosotros.

Los agustinos nos recuerdan que no se trata de caminar solos, sino de hacerlo como hermanos, compartiendo la fe, la oración y el servicio.

Y es motivo de alegría para nuestra Iglesia que el Papa León XIV pertenezca a esta familia agustiniana, así como también nuestro arzobispo de Panamá Monseñor José Domingo Ulloa, que comparte con ellos el carisma de la vida fraterna y el amor profundo por la verdad de Cristo. Esa espiritualidad agustiniana de unidad, oración y amistad con Dios se refleja hoy en su servicio de pastores.

La espiritualidad agustiniana

La espiritualidad de San Agustín es muy cercana a la vida de todos nosotros. Se centra en vivir unidos como hermanos, poniendo en común lo que somos y tenemos, y en buscar a Dios no de manera individualista, sino como comunidad que camina junta. Agustín nos enseña que el camino hacia Dios pasa por el amor fraterno: “Ama y haz lo que quieras”, decía, recordándonos que todo en la vida cristiana debe nacer del amor verdadero. Los agustinos, siguiendo su ejemplo, cultivan la vida interior, el diálogo constante con Dios en la oración, y la amistad sincera que convierte a las comunidades en verdaderos hogares de fe y esperanza.

El ejemplo de San Agustín nos anima a:

  • Nunca perder la esperanza: aunque nos equivoquemos, siempre podemos volver a Dios.
  • Orar por los demás: como Santa Mónica por su hijo, también nosotros podemos rezar por quienes amamos, incluso si parecen lejos de la fe.
  • Buscar la verdad: no conformarnos con lo superficial, sino dejar que Cristo ilumine nuestras dudas y preguntas.
  • Confiar en la gracia de Dios: porque no se trata de nuestras fuerzas, sino del amor de Dios que nos levanta cada día.
  • Vivir en fraternidad: recordando que no se llega al cielo en soledad, sino como comunidad de hermanos.

San Agustín es un hermano mayor en la fe que nos recuerda que la conversión siempre es posible y que la misericordia de Dios no tiene límites. Su vida es como un espejo donde podemos ver nuestras búsquedas, nuestros errores y, sobre todo, la grandeza de Dios que nunca se cansa de salir a nuestro encuentro.

Hoy, al mirarlo, aprendamos a vivir con un corazón inquieto que no se conforma con menos que Dios. Y aceptemos la invitación a leer sus Confesiones, donde podremos experimentar la cercanía de un santo que habla con sinceridad y nos muestra cómo Dios transforma la vida.

Que podamos decir con él: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva; tarde te amé.” Pero lo importante es que nunca es tarde para amar a Dios de todo corazón.

Oración de San Agustín

“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé.
Y tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba;
y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo.
Me retenían lejos de ti aquellas cosas que, si no existiesen en ti, nada serían.
Me llamaste, clamaste y rompiste mi sordera;
brillaste, resplandeciste y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, lo aspiré y ahora te anhelo;
gusté de ti y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste y me abrasé en tu paz.”

(Confesiones, Libro X, 27)

 Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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