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SEP
2025

Revestidos de Cristo para amar sin fronteras: esperanza y unidad en la Palabra de Dios



Jueves 11 de septiembre de 2025
Col 3,12-17; Sal 150; Lc 6,27-38
Memoria de los santos Proto y Jacinto, mártires. En Venezuela: Solemnidad de Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela

Vestirse de Cristo: un estilo de vida

San Pablo, en la carta a los Colosenses, nos recuerda hoy que el cristiano está llamado a “revestirse” de sentimientos que no son opcionales, sino constitutivos de la vida nueva en Cristo: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura y paciencia. La imagen de “vestirse” evoca algo cotidiano: así como nadie sale a la calle sin ropa, nadie debería caminar en el mundo sin estas virtudes que son la vestidura del discípulo. Y el broche perfecto que une todo es el amor, que hace posible la verdadera unidad.

Los Padres de la Iglesia veían en estas palabras un eco del Bautismo, donde el creyente se reviste de Cristo. San Juan Crisóstomo decía: “No basta creer, es necesario que la fe se vea en la vida, como un vestido limpio que manifiesta el corazón purificado”.

La alabanza que transforma

El salmo 150 nos invita a alabar a Dios con alegría, con todos los instrumentos y con todo lo que somos. Es un canto cósmico que recuerda que la vida cristiana no es un cúmulo de prohibiciones, sino una sinfonía de gozo y esperanza. El hombre y la mujer que saben alabar al Señor, incluso en medio de las pruebas, tienen el corazón libre. En este mes de la Biblia, recordemos que la Sagrada Escritura no es solo para ser leída en silencio, sino también para ser proclamada con alegría en la liturgia y en la vida.

Amar a los enemigos: la revolución del Evangelio

El Evangelio de hoy (Lc 6,27-38) nos confronta con la enseñanza más exigente y, al mismo tiempo, más liberadora de Jesús: amar a los enemigos, hacer el bien sin esperar nada a cambio, bendecir a los que maldicen. El Señor rompe con la lógica de la venganza y nos invita a entrar en la lógica de la misericordia.

San Agustín enseñaba que amar al enemigo no significa aprobar el mal, sino buscar su conversión: “Ama al pecador, pero odia el pecado”. Aquí está la fuerza del cristiano: responder al mal con el bien, no por debilidad, sino por la potencia del amor de Dios derramado en el corazón.

En un mundo marcado por divisiones, odios y violencia, la Iglesia está llamada a ser un taller de reconciliación. El futuro se construye con perdón, con gestos pequeños pero constantes de bondad, con un corazón abierto incluso a quienes no piensan como nosotros.

Testigos de la esperanza: Proto, Jacinto y Nuestra Señora de Coromoto

Hoy recordamos a los santos Proto y Jacinto, mártires del siglo II. Ellos dieron la vida por confesar a Cristo, mostrando que la fe es más fuerte que el miedo y que la esperanza no muere aun en medio de la persecución. Su testimonio es una llamada a permanecer firmes en medio de las pruebas actuales.

Además, nuestros hermanos en Venezuela celebran a la Virgen de Coromoto, Patrona de su nación. Ella se apareció en 1652 como Madre cercana que acompaña al pueblo en su historia, invitándolo a la conversión y a la unidad. En tiempos de incertidumbre, su mensaje sigue siendo actual: confiar en Cristo, el verdadero Señor de la historia, y caminar en fraternidad.

Hermanos, el Evangelio de hoy no es una utopía inalcanzable. Es un proyecto posible si dejamos que Cristo reine en nuestros corazones. La misericordia, la alabanza y el amor sin fronteras son semillas de un futuro distinto.

Que en este mes de la Biblia podamos redescubrir la Palabra de Dios como lámpara para nuestros pasos y guía segura en un mundo que busca paz. Y que Nuestra Señora de Coromoto, junto con los mártires Proto y Jacinto, intercedan para que seamos testigos de esperanza, constructores de unidad y portadores de la alegría del Evangelio.

Pensamiento para la semana:
“Vestirse de Cristo es hacer de la misericordia, la bondad y el amor nuestro uniforme cotidiano.”

Acción concreta:
Haz hoy un gesto de bondad hacia alguien que te cuesta amar. No esperes agradecimiento; confía en que el amor de Dios transformará corazones.


Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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