“Rema mar adentro” con esperanza y confianza en el Señor
Jueves
de la XXII Semana del Tiempo Ordinario
(Col 1,9-14; Sal 97; Lc 5,1-11)
Memoria de Santa Rosalía de Palermo
La Palabra que ilumina nuestro camino
San Pablo, en su carta a los Colosenses, eleva una oración por la comunidad cristiana: pide que sean llenos “del conocimiento pleno de la voluntad de Dios, con toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Col 1,9). La vida del discípulo es un proceso de maduración, de pasar de las tinieblas a la luz, de la esclavitud al Reino del Hijo amado. Pablo nos recuerda que la vida cristiana no es una improvisación, sino una respuesta constante a la gracia que nos transforma en hombres y mujeres nuevos.
El Salmo 97 nos hace cantar con gozo: “El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad.” La fidelidad de Dios es roca firme, incluso en medio de nuestras incertidumbres. La historia de la salvación no se basa en nuestras fuerzas, sino en la misericordia constante de Dios, que jamás abandona a su pueblo.
El Evangelio de Lucas (5,1-11) nos presenta a Jesús junto al lago de Genesaret, llamando a Simón Pedro y a sus compañeros. Después de una noche de fracaso en la pesca, la palabra de Cristo cambia el horizonte: “Rema mar adentro y echen las redes.” Pedro, cansado y desconfiado, se fía de Jesús, y acontece la sobreabundancia. Este signo es preludio de la misión: dejar las barcas y las redes para ser pescadores de hombres.
La escena del Evangelio es profundamente existencial. Nos habla de la experiencia universal del cansancio y del fracaso, cuando parece que nuestros esfuerzos son inútiles. Jesús entra en la barca de nuestra vida y nos invita a confiar más allá de la lógica humana. Los Padres de la Iglesia veían en la barca de Pedro la figura de la Iglesia: frágil, golpeada por las olas, pero sostenida por la presencia de Cristo.
San Gregorio Magno, a quien celebrábamos ayer, decía que la obediencia a la Palabra de Dios hace fecunda la misión, porque no son las técnicas humanas sino la gracia divina la que da fruto. El Papa Francisco, comentando este pasaje, ha recordado que la fe no elimina el riesgo, pero lo transforma en ocasión para crecer en confianza. Rema mar adentro significa superar la mediocridad y lanzarse a la misión con valentía.
Santa Rosalía de Palermo, cuya memoria hoy celebramos, comprendió esta llamada radical. Huyó de los honores y riquezas de la corte para vivir en oración y penitencia en la soledad de una cueva, donde buscó ser toda de Cristo. En tiempos de peste, la ciudad de Palermo la invocó como intercesora y encontró alivio. Su vida nos recuerda que la santidad florece en la confianza radical en Dios, incluso cuando el mundo ofrece caminos fáciles y cómodos.
Un mensaje de esperanza para nuestro presente
Vivimos en un tiempo en que muchos sienten que “han trabajado toda la noche y no han recogido nada”: cansancio por las injusticias, frustración por la corrupción, miedo ante la inseguridad, tristeza por la violencia y la soledad. El Evangelio de hoy nos invita a no rendirnos. Jesús se sube a nuestra barca y nos anima: “Confía en mí, vuelve a intentarlo, lanza las redes una vez más.”
La Iglesia, nuestra barca, está llamada a remar mar adentro en medio de los mares agitados de la historia. Con la Palabra como guía, con la Eucaristía como alimento y con la oración como timón, podemos seguir adelante con esperanza. Cristo es fiel y su amor nunca falla.
El pensamiento que me guía hoy es reconocer que la voluntad de Dios es plenitud de sabiduría que orienta mi vida hacia la luz; este convencimiento despierta en mí un sentimiento profundo de alegría y confianza en la fidelidad del Señor, que nunca falla y siempre cumple sus promesas. Desde esa certeza, asumo una acción concreta: dar un paso de fe en aquella área de mi vida donde me siento cansado o desanimado, obedeciendo con confianza la palabra de Jesús.
Oración
Señor Jesús, que entraste en la barca de Pedro y lo impulsaste a remar mar adentro, entra también en nuestra vida y en nuestra Iglesia. Has fecundo nuestro trabajo, fortalece nuestra fe y llénanos de alegría en la misión. Que, como Santa Rosalía, sepamos buscarte con corazón indiviso y ser testigos de tu amor en el mundo. Amén.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared