Vi a una muchedumbre tan grande, que nadie podría contarla, de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Ap 7,9
La Enseñanza Central de las Lecturas del Día: Reflexiones a la Luz de la Doctrina Católica
Lecturas:
2 Tesalonicenses 1,1-5.11-12
Salmo 95
Evangelio según San Mateo 23,13-22
Primera Lectura: 2 Tesalonicenses 1,1-5.11-12
En la segunda carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses, el apóstol inicia con un saludo lleno de gratitud y oración. San Pablo alaba a la comunidad por su fe creciente y amor mutuo, incluso en medio de persecuciones y tribulaciones. Él ve en estos sufrimientos una ocasión para la manifestación de la justicia de Dios, quien considerará dignos del Reino a aquellos que perseveran. San Pablo ora para que los tesalonicenses sean dignos del llamado que han recibido, que Dios lleve a cabo en ellos todo buen propósito y que el nombre de Jesucristo sea glorificado en ellos.
La vida cristiana no está exenta de pruebas y sufrimientos, pero estos son vistos como una oportunidad para el crecimiento en la fe y la santidad. La perseverancia en la fe, incluso en medio de las dificultades, es un signo de la dignidad de los llamados a participar en el Reino de Dios.
Salmo 95
El Salmo 95 es una invitación a la alabanza y adoración del Señor, proclamando la grandeza de Dios sobre todas las cosas. Este salmo llama a reconocer al Señor como el único y verdadero Dios, creador del universo y digno de toda adoración. Es un recordatorio de la grandeza de Dios y de nuestra obligación de darle gloria y adoración.
Reconocer y alabar a Dios por Su grandeza y poder es un deber esencial de todo creyente. La adoración verdadera surge de un corazón que reconoce a Dios como el soberano de toda la creación.
Evangelio: Mateo 23,13-22
En el Evangelio según San Mateo, Jesús dirige una serie de "ay de vosotros" a los escribas y fariseos, denunciando su hipocresía. Les acusa de cerrar las puertas del Reino de los Cielos a otros, de hacer prosélitos para corromperlos, y de hacer juramentos superficiales que ignoran lo verdaderamente sagrado. Jesús enfatiza que lo importante no es el oro del templo o la ofrenda, sino el templo y el altar que santifican el oro y la ofrenda.
Jesús condena la hipocresía y el legalismo vacío que pone énfasis en lo externo y superficial, en lugar de en lo que realmente tiene valor ante Dios: la pureza del corazón y la sinceridad en la adoración.
Reflexión a la Luz del Magisterio de la Iglesia
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos enseña que la santidad a la que estamos llamados requiere una respuesta generosa y fiel, incluso en medio de las pruebas (CIC 2013). La Iglesia, a través de su Magisterio, nos recuerda que la fe sin obras está muerta (Santiago 2,26), y que nuestras acciones deben estar en consonancia con nuestra fe en Cristo. La verdadera adoración no se limita a gestos externos, sino que debe brotar de un corazón entregado a Dios, reconociendo Su soberanía y viviendo conforme a Su voluntad.
"La perseverancia en la fe, aun en medio de las pruebas, nos hace dignos del Reino de Dios."
Experimentemos una profunda gratitud por la gracia de Dios que nos sostiene y fortalece en las dificultades, y un ardiente deseo de glorificar Su nombre en todas nuestras acciones.
En nuestras oraciones y acciones diarias, hagamos un examen de conciencia para asegurarnos de que nuestras motivaciones son puras y que estamos viviendo una fe auténtica, no solo en palabras, sino en obras concretas de amor y justicia.
San Luis Rey de Francia: Modelo de Santidad
Hoy también recordamos a San Luis Rey de Francia, un monarca que vivió su fe con gran fervor y justicia. Gobernó con un sentido profundo de responsabilidad cristiana, dedicando su vida a la oración, la justicia y la caridad. Es un ejemplo de cómo los líderes, y todos nosotros en nuestras diversas responsabilidades, podemos vivir los principios del Evangelio en nuestra vida cotidiana, buscando siempre la gloria de Dios en todo lo que hacemos. Sigamos su ejemplo, comprometiéndonos a vivir una vida que glorifique a Dios y que esté al servicio de los demás, especialmente de los más necesitados.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor, yo las conozco y ellas me siguen. Jn 10,27.
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