Jueves de la Quinta Semana de Pascua – 22 de mayo de 2025
Permanezcan en mi amor para que su alegría sea plena
Hechos 15,7-21 • Salmo 95 • Juan 15,9-11 • Memoria de Santa Rita de Casia,
religiosa.
En este jueves de Pascua, la liturgia de la Palabra nos introduce en el corazón del Evangelio: el amor de Jesús como fuente de vida, alegría y esperanza. En un mundo a menudo herido por la indiferencia y la división, este mensaje resuena como una promesa nueva: Dios nos ama, y ese amor transforma todo.
“Como el Padre me amó, así los he amado yo”
En el Evangelio según san Juan (15,9-11), Jesús nos revela el secreto de su vida y misión: el amor recibido del Padre, que Él a su vez nos entrega. No se trata de una teoría, sino de una experiencia viva, concreta, transformadora. Jesús nos invita no solo a recibir su amor, sino a permanecer en Él, es decir, a vivir desde ese amor, en nuestras decisiones, palabras y gestos cotidianos.
Permanecer en su amor es vivir en fidelidad a su Palabra, es elegir siempre el bien, la verdad, la misericordia, y rechazar el egoísmo o el rencor. Y si alguna vez caemos, Jesús nos levanta. “Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea plena” (v.11). Una alegría que no se compra ni se pierde, porque nace del encuentro con Él.
La Iglesia que discierne, acoge y confía en el Espíritu
La primera lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles (15,7-21), nos presenta el Concilio de Jerusalén, celebrado hacia el año 49 d.C., una decisión pastoral y espiritual que marcó la historia de la Iglesia. Frente a la pregunta de si los nuevos cristianos de origen pagano debían cumplir la ley de Moisés, Pedro y los demás apóstoles —guiados por el Espíritu Santo— reconocen que la salvación es un don de la gracia de Dios, no una carga impuesta.
Pedro declara: “Nosotros creemos que por la gracia del Señor Jesús nos salvamos” (Hech 15,11), y Santiago concluye que no se debe poner obstáculos a quienes se convierten al Señor. Esta apertura, fruto del discernimiento y de la comunión, sigue siendo modelo para la Iglesia actual: una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa.
Cantemos la grandeza del Señor
El Salmo 95 nos invita a la alabanza: “Cantemos la grandeza del Señor. Aleluya.” La alegría pascual no es solo un sentimiento, es un testimonio. En este tiempo litúrgico, la Iglesia entera canta las maravillas del Resucitado. Y cada cristiano está llamado a ser parte de ese canto con su vida, sus obras, sus palabras de esperanza.
Enseñanzas de Santa Rita de Casia
Hoy celebramos también a Santa Rita de Casia, mujer fuerte en la fe, testigo del amor en medio del dolor. Fue esposa, madre, viuda, religiosa; y en cada etapa de su vida respondió con paciencia, perdón y oración. Es patrona de los casos imposibles, porque su vida demuestra que nada es imposible para Dios cuando se ama con humildad y perseverancia.
Santa Rita vivió en una época de violencia y venganza, pero eligió ser puente de paz y sembradora de reconciliación. Su testimonio nos inspira a no rendirnos cuando las cosas parecen difíciles, a confiar en la oración y en la fidelidad al Señor, incluso cuando los caminos de la vida se tornan inciertos.
Para vivir este día con esperanza:
El amor de Cristo no se acaba.
Si vivo en Él, mi alegría será verdadera.
Gratitud profunda por el amor de Dios que me sostiene y me da esperanza.
Acércate al sacramento de la Confesión o haz un acto concreto de reconciliación
con alguien.
Participa con fe en la Eucaristía, ora por la unidad de los cristianos y haz
una obra de misericordia en silencio.
Oración del día:
Señor Jesús, gracias por tu amor fiel.
Enséñame a permanecer en ti, a vivir con alegría y esperanza.
Que, como Santa Rita, pueda perdonar, servir y confiar,
sabiendo que nada es imposible para ti.
En este tiempo pascual y jubilar, renueva mi corazón
y hazme testigo de tu amor. Amén.
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