Sexto Domingo de Pascua – Año Santo Jubilar 2025
No se turbe vuestro corazón: Cristo vive, y nos envía su paz
Lecturas
del día:
Hechos de los Apóstoles 15, 1-2.22-29
Salmo 66: “Que te alaben Señor, todos los pueblos. Aleluya.”
Apocalipsis 21, 10-14.22-23
Evangelio según san Juan 14, 23-29
Una Iglesia conducida por el Espíritu
En este Sexto Domingo de Pascua, la Palabra de Dios nos ofrece un mensaje de comunión, discernimiento y paz, tres realidades fundamentales para el camino sinodal que la Iglesia vive y para nuestra experiencia de fe personal en este Año Santo Jubilar 2025, bajo el signo de la esperanza y del renovado encuentro con Cristo resucitado.
En los Hechos de los Apóstoles, contemplamos uno de los primeros momentos decisivos de la Iglesia naciente: el discernimiento comunitario ante un problema concreto que podría haber dividido a la comunidad. Ante el conflicto sobre la necesidad de la circuncisión para los gentiles convertidos, los apóstoles y ancianos —en un auténtico ejercicio de sinodalidad— se reúnen en Jerusalén para escuchar, dialogar y decidir “junto con el Espíritu Santo” (Hch 15,28). La frase "nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros" es una joya eclesiológica: nos habla de una Iglesia que no se guía por ideologías, sino por el Espíritu de Cristo.
Este pasaje ilumina también nuestras parroquias: en medio de las diferencias y desafíos actuales, la Iglesia está llamada a escuchar al Espíritu, a discernir unidos y a custodiar la unidad sin imponer cargas que Dios no ha puesto. Esta enseñanza es particularmente valiosa en este Jubileo, que nos invita a redescubrir la belleza de la comunión eclesial, una comunión que no excluye sino que acoge, no impone sino que ilumina.
Una ciudad sin templo: Dios lo es todo
El libro del Apocalipsis nos presenta una imagen impresionante: la Jerusalén celestial, adornada como esposa para su Esposo. En ella no hay templo, porque “su templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero”. Esta revelación escatológica no niega el valor de nuestros templos físicos, sino que apunta a la meta de nuestra fe: vivir plenamente en la presencia de Dios, donde ya no habrá necesidad de mediaciones, porque Dios mismo será nuestra luz.
Mientras caminamos hacia esa plenitud, el Jubileo es una oportunidad para fortalecer nuestra vida sacramental, para hacer de nuestras iglesias lugares vivos donde se experimenta a Dios, y para recordar que cada comunidad cristiana está llamada a ser signo y anticipo de la Jerusalén celestial: un lugar de luz, verdad y caridad.
La paz de Cristo: don y misión
El Evangelio de hoy (Jn 14,23-29) nos deja palabras profundamente consoladoras de Jesús antes de su pasión:
“La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde”.
La paz de Cristo no es ausencia de conflictos, sino presencia de Dios en medio de las tormentas. Es la paz que el mundo no puede dar, porque no brota del poder, del dinero o de la ausencia de problemas, sino de la certeza de que Dios habita en quien guarda su palabra.
Esta es una promesa para cada familia, cada joven, cada enfermo, cada migrante, cada sacerdote y consagrado: Dios quiere habitar en nosotros. Y cuando Él habita, hay paz, aun en medio de los sufrimientos.
Claves para vivir este Año Jubilar a la luz de este domingo
Oración final
Señor Jesús, que nos dejaste tu paz y prometiste tu presencia, abre nuestro corazón para ser morada del Padre. Que este tiempo jubilar sea para nosotros un nuevo Pentecostés, donde vivamos en comunión, guiados por tu Espíritu, con la mirada fija en la Jerusalén celestial. Amén.
¡Feliz Domingo! ¡Vivamos con esperanza!
Parroquia Santa Ana – Panamá
Año Santo Jubilar 2025 – Peregrinos de la esperanza, con los ojos fijos en
Jesús
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