Decimoctavo Domingo del Tiempo
Ordinario – Domingo 3 de agosto de 2025
“No pongas tu corazón en lo que perece, sino en lo que da vida eterna”
Domingo de la Santísima Trinidad y de la Resurrección del Señor – Jubileo de
los Jóvenes – Mes del Inmaculado Corazón de María – Año Santo Jubilar 2025
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En este Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario, el Señor nos invita a mirar hacia el cielo con los pies firmemente plantados en la tierra. Hoy, en el contexto del Año Santo Jubilar 2025, como peregrinos de la esperanza, renovamos nuestro camino interior con la mirada puesta en la eternidad, sin dejar de transformar nuestro presente con gestos concretos de fe, justicia y caridad.
Nos encontramos también en el Mes de Agosto, dedicado al Inmaculado Corazón de María, madre peregrina de la esperanza, que nos enseña a guardar en el corazón la Palabra de Dios, a confiar en sus promesas y a vivir con humildad y generosidad. Celebramos además el Domingo de la Santísima Trinidad y de la Resurrección del Señor, como lo hacemos cada domingo, memorial pascual del amor trinitario que da vida.
Finalmente, este día marca el cierre del Jubileo de los Jóvenes en Roma, que del 28 de julio al 3 de agosto ha congregado a miles de jóvenes de todo el mundo en oración, formación y fraternidad, testimoniando que la esperanza no defrauda (cf. Rm 5,5).
1. Vanidad de vanidades: todo es vanidad... si no hay Dios
El sabio Qohélet, en la primera lectura (Ecl 1,2; 2,21-23), nos sacude con una afirmación contundente: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!”. No se trata de un desprecio al trabajo o al esfuerzo humano, sino de una advertencia: todo lo que no se hace desde Dios y para Dios, termina por agotarnos, frustrarnos o vaciarnos. Los bienes materiales, el éxito, la fama, el poder… no llenan el alma. Solo Dios puede hacerlo.
Este mensaje es profundamente actual. Vivimos en una sociedad marcada por el “tener”, donde el valor de la persona parece medirse por su rendimiento o su apariencia. Pero Qohélet nos recuerda que lo esencial no se compra ni se acumula, sino que se recibe y se comparte: el amor, la fe, la paz interior, la esperanza.
2. Busquen las cosas de arriba
San Pablo, en la carta a los Colosenses (Col 3,1-5.9-11), nos exhorta a buscar lo de arriba, donde está Cristo. Es un llamado a una verdadera conversión de la mirada y del corazón. No significa desentenderse del mundo, sino vivir en él con sentido, con una nueva lógica: la lógica del Evangelio.
El cristiano es aquel que, unido a Cristo por el Bautismo, ha resucitado con Él. Esto implica dejar atrás el hombre viejo, marcado por el egoísmo, la mentira, la violencia o el desorden, y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen del Creador. En Cristo, ya no hay distinción ni división, porque Él es todo en todos. Esta es la verdadera riqueza: sabernos hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
3. El necio que acumuló para sí
El Evangelio de Lucas (Lc 12,13-21) nos presenta una parábola de gran fuerza espiritual: la del hombre rico que acumuló graneros y bienes, pero no se preocupó de su alma. La advertencia de Jesús es clara: “¡Necio! Esta misma noche vas a morir, ¿y para quién será todo lo que has acumulado?”
Esta palabra de Jesús no busca asustar, sino despertar. No se trata de vivir con miedo a la muerte, sino de vivir con sentido, con conciencia de eternidad. No hay nada de malo en trabajar, planificar, prosperar… siempre que no olvidemos que lo más importante es ser ricos ante Dios, es decir, tener un corazón generoso, una vida en gracia, una fe viva que se expresa en obras de amor.
4. Vivir el Jubileo como peregrinos de esperanza
En este Año Santo Jubilar, somos invitados a redescubrir que la vida cristiana es una peregrinación hacia el encuentro definitivo con Dios. Cada día es una etapa en ese camino. El Jubileo no es solo un acontecimiento, es un estilo de vida marcado por:
Recordemos las palabras del Papa Francisco: “El Jubileo es un año de esperanza, en el que Dios sale al encuentro de cada uno, y la Iglesia se hace madre abierta a todos”.
5. Bajo la mirada del Inmaculado Corazón de María
El Mes de Agosto nos invita a contemplar el Corazón Inmaculado de María, modelo de fe, silencio, humildad y fidelidad. María no acumuló riquezas, sino que guardó la Palabra de Dios y la puso en práctica. Ella nos enseña a vivir con el corazón abierto a la gracia, atentos a las necesidades de los demás, disponibles para la voluntad de Dios.
Pidamos a María que forme en nosotros un corazón semejante al suyo, capaz de decir “hágase” y de confiar, incluso en los momentos de oscuridad.
Elegir la verdadera riqueza
Querida comunidad parroquial:
Hoy el Señor nos invita a revisar nuestra escala de valores. ¿Dónde estamos invirtiendo nuestra vida? ¿Qué ocupa nuestro corazón? ¿Qué tesoros estamos acumulando? ¿Somos ricos ante Dios?
Que este domingo sea una oportunidad para renovar nuestra esperanza en la Resurrección, nuestra fidelidad a la Trinidad que habita en nosotros, y nuestro compromiso como jóvenes y adultos en este mundo sediento de amor verdadero. El Jubileo de los Jóvenes, que culmina hoy en Roma, nos recuerda que la Iglesia es joven cuando camina con alegría, cuando anuncia con valentía, cuando ama con sinceridad.
Y en este mes de María, pongámonos bajo su protección materna, para que su Inmaculado Corazón nos conduzca por caminos seguros hacia el encuentro con Jesús, nuestra verdadera riqueza.
Un pensamiento para orar durante la semana:
“Donde
está tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Lc 12,34).
Pregúntate: ¿Cuál es mi tesoro? ¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida?
¡Que el Corazón Inmaculado de María nos sostenga como peregrinos de esperanza!
Pbro. Alfredo Uzcátegui
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