Lecturas del día:
En el corazón de este tiempo pascual, seguimos celebrando la victoria de Cristo Resucitado, que no cesa de caminar con su Iglesia. Hoy, en el contexto del Año Santo Jubilar, las lecturas nos invitan a renovar nuestra identidad como discípulos y misioneros del Resucitado, mientras celebramos también con gozo la memoria de Nuestra Señora de Fátima, la Virgen del Rosario.
1. La comunidad en salida: Una Iglesia que crece y se multiplica
El libro de los Hechos nos narra cómo, tras la persecución en Jerusalén, muchos discípulos llegaron a Antioquía y comenzaron a anunciar el Evangelio, no solo a judíos, sino también a los paganos. Allí nace una comunidad viva y dinámica, que se convertirá en cuna de la misión universal. Lo más hermoso es que “fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos” (Hch 11,26).
Esto nos recuerda que el cristiano no es quien se acomoda, sino quien responde al envío del Señor, siendo fermento de comunión, paz y esperanza. También nosotros estamos llamados a ser Antioquía, donde otros encuentren a Cristo por nuestra fe vivida con alegría.
2. “Mis ovejas escuchan mi voz”: El Buen Pastor nos conoce y no nos abandona
El Evangelio de san Juan nos muestra a Jesús en el Templo durante la fiesta de la Dedicación. Sus palabras revelan su identidad y su misión: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen” (Jn 10,27). En medio de las dudas y rechazos, Jesús afirma que su rebaño está seguro en su mano. Nadie nos arrebatará del amor del Padre.
En este Año Santo Jubilar, en el que el Papa León XIV nos anima a volver a lo esencial del Evangelio, este mensaje resuena con fuerza: somos conocidos, llamados por nombre y cuidados con ternura por el Buen Pastor. Esta certeza es el fundamento de nuestra esperanza.
3. Bajo el manto de María, mujer de esperanza y oración
Celebramos hoy la memoria de Nuestra Señora de Fátima, quien en 1917 se apareció a tres humildes pastorcitos en Cova da Iria, llevando un mensaje de conversión, oración, penitencia y paz. El Rosario fue su arma espiritual, su escuela de contemplación y su clamor de esperanza para un mundo herido por la guerra.
La Virgen de Fátima nos enseña que no hay pequeño que no pueda ser instrumento de Dios. Ella nos invita, especialmente en este Año Jubilar, a redescubrir la fuerza de la oración humilde y constante, a consagrarnos a su Inmaculado Corazón y a no perder nunca la confianza en la misericordia de Dios.
Para vivir este Año Santo Jubilar:
Oración final:
Virgen de
Fátima, Madre del Rosario y de la paz,
enséñanos a escuchar la voz del Buen Pastor,
a vivir como discípulos fieles en medio del mundo,
y a confiar siempre en la misericordia de Dios.
Intercede por nosotros y por toda la Iglesia
en este Año Santo Jubilar. Amén.
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