Sábado 2 de agosto de 2025 –
Semana XVII del Tiempo Ordinario
“Libres para amar, firmes en la esperanza”
Lecturas del día:
Primera lectura: Levítico 25,1.8-17
Salmo responsorial: Salmo 66 — “Que te alaben, Señor, todos los pueblos”
Evangelio: Mateo 14,1-12
Memoria: San Eusebio de Vercelli, obispo
Sábado de la Bienaventurada Virgen María
En el marco del Jubileo de los Jóvenes en Roma (28 julio – 3 agosto 2025)
1. Libertad interior, justicia social y perdón: el corazón del Jubileo según el Levítico
El capítulo 25 del Levítico, que leemos hoy, nos introduce en el profundo significado del Año Jubilar, una institución divina con resonancias eternas. Dios ordena a Moisés en el monte Sinaí que cada cincuenta años se proclame un “año de gracia”:
“Declararéis santo el año cincuenta y proclamaréis en el país la liberación para todos sus habitantes.” (Lev 25,10)
Este año era tiempo de reconciliación, de restitución de tierras, de libertad para los esclavos, de descanso para la tierra y de justicia para todos. El Jubileo no es solo un evento conmemorativo, es una pedagogía divina que nos invita a restaurar la dignidad, a poner a la persona por encima del beneficio, a caminar en comunión y a recordar que todo es don de Dios.
En este 2025, Año Santo Jubilar convocado por el Papa, este mensaje se vuelve urgente: ¿Cómo tratamos a los más débiles?, ¿tenemos estructuras que oprimen en vez de liberar?, ¿vivimos el perdón, el descanso y la justicia como caminos de comunión?
La palabra clave del Jubileo es esperanza. No una esperanza ingenua, sino la que brota de la certeza de que Dios puede renovar todas las cosas, también nuestras historias rotas.
2. Un canto universal de alabanza
El Salmo 66 nos ofrece una visión misionera y profética de la fe de Israel:
“Que todos los pueblos te alaben, Señor.”
Este clamor profético resuena hoy con especial intensidad en el corazón del Jubileo de los Jóvenes que se celebra en Roma. Jóvenes venidos de todos los continentes, de distintas culturas, lenguas e historias, están reunidos para cantar juntos la alabanza de Dios, signo profético del mundo nuevo que anhelamos. La Iglesia, como comunidad universal, está llamada a ser casa de todos los pueblos, templo del Espíritu donde nadie es extranjero, y todos pueden alabar al Dios que salva.
Cada vez que un joven se pone de pie por el bien, por la paz, por la justicia, por el Evangelio, se cumple el Salmo. ¡Es tiempo de cantar, es tiempo de resucitar!
3. Herodes, Juan Bautista y la actualidad del martirio
El Evangelio de Mateo de hoy (14,1-12) nos presenta un pasaje dramático: la muerte de Juan el Bautista. Es una página de dolor, de cobardía política, de corrupción moral. Pero también es una página de fidelidad, de profetismo valiente, de amor a la verdad.
Juan muere por denunciar el pecado del poder. Herodes lo admira, pero teme perder su imagen y sus alianzas. Herodías lo odia porque su palabra incomoda. Y una joven, por manipulación, termina pidiendo su cabeza.
Hoy, muchos siguen siendo perseguidos por decir la verdad, por defender la dignidad humana, por mantenerse fieles a la Palabra. El martirio no ha desaparecido. Y en este contexto, la voz de Juan nos recuerda que vale la pena vivir y morir por aquello que salva, que construye, que libera.
El testimonio de Juan ilumina especialmente a nuestros jóvenes: no tengan miedo de ir contracorriente, de ser profetas, de denunciar con amor lo que mata el alma de la sociedad. Juan fue la voz que clama en el desierto, y Jesús lo llamó el mayor entre los nacidos de mujer. También ustedes, jóvenes, pueden ser grandes a los ojos de Dios si se mantienen fieles.
4. San Eusebio y la Virgen María: modelos de fidelidad en la prueba
Celebramos hoy la memoria de San Eusebio de Vercelli, un obispo del siglo IV, firme defensor de la fe frente a la herejía arriana. Fue perseguido, desterrado, y aún en el exilio, no dejó de proclamar la verdad con amor. Su vida nos recuerda que la Iglesia es madre y maestra cuando sus pastores no temen ser testigos.
Y como cada sábado, elevamos la mirada a la Bienaventurada Virgen María, la Madre de la Esperanza. Ella supo guardar en su corazón el dolor y la promesa. Fue discípula fiel y madre valiente. En el camino del Jubileo, María camina con nosotros y nos dice: “Hagan lo que Él les diga.” (Jn 2,5)
En un mundo cansado de guerras, de mentiras, de superficialidad, la liturgia de hoy nos trae un mensaje claro: Dios quiere la libertad del corazón, la justicia en la tierra y la esperanza para todos los pueblos. Nada está perdido si hay fe. Ninguna herida es más grande que la misericordia. Ningún joven está solo si se encuentra con Cristo vivo.
La Iglesia, nuestra parroquia, está llamada a ser ese campo de esperanza, ese espacio jubilar donde los cautivos son liberados, los excluidos son abrazados, y los jóvenes encuentran su vocación de ser testigos del Evangelio.
Que todos los pueblos te alaben, Señor.
Que tu Iglesia sea signo de tu justicia y tu Reino.
Y que cada joven descubra que vale la pena dar la vida por tu Evangelio.
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