28
FEB
2025

La Sabiduría y la Gracia de Dios en la Familia y el Matrimonio



La Sabiduría y la Gracia de Dios en la Familia y el Matrimonio

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy, al meditar las lecturas del día, nos encontramos con un mensaje lleno de esperanza, restauración y amor. La Palabra de Dios se presenta ante nosotros como una luz que ilumina nuestro caminar y nos invita a vivir con renovada confianza en el amor del Señor, en la belleza de Su ley y en la firmeza de Su plan para nuestras vidas. La temática central de la jornada nos lleva a reflexionar sobre la importancia de las relaciones humanas, el matrimonio, y el llamado a vivir en la plenitud del amor y la unidad que Dios ha planeado para cada uno de nosotros.

Lectura del Libro de Sirácida 6, 5-17

En el libro de Sirácida, el autor nos presenta la sabiduría como un don de Dios que nos guía en nuestras relaciones. El capítulo 6, versículos 5-17, nos habla de la importancia de cultivar la amistad y la relación con los demás, guiados por la sabiduría divina. "La amistad fiel es una protección poderosa" (Sirácida 6,14), nos recuerda que, en todo momento, nuestras relaciones deben ser marcadas por la verdad, la confianza y el respeto mutuo. Vivir con sabiduría y lealtad en nuestras relaciones es un reflejo del amor de Dios y nos ayuda a construir un futuro sólido en comunión con los demás.

Salmo 118: Señor, guíame por la mitad de tu ley

En el Salmo 118, encontramos una plegaria que nos invita a pedir al Señor que nos guíe por la senda de Su ley. "Señor, guíame por la mitad de tu ley" (Salmo 118, 1), un deseo de vivir según los preceptos divinos. Dios no nos deja solos, sino que Su palabra nos acompaña, guiándonos por el camino recto y enseñándonos a vivir con rectitud y sabiduría. A lo largo de nuestra vida, es esencial que busquemos Su dirección, pues Su ley es vida para nosotros y nos conduce a la paz.

Evangelio según San Marcos 10, 1-12: El matrimonio como un vínculo sagrado

El Evangelio de hoy nos presenta las enseñanzas de Jesús sobre el matrimonio. Jesús, al ser interrogado sobre la ley del divorcio, nos enseña que el matrimonio es un vínculo sagrado, una unión que no debe ser disuelta por el hombre. "Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre" (Marcos 10,9). Estas palabras de Jesús son una llamada a la fidelidad y a la unidad entre el hombre y la mujer. La doctrina de la Iglesia nos recuerda que el matrimonio es un sacramento, una vocación de amor y entrega mutua, que se vive en la fidelidad y en la apertura a la vida.

Hoy, más que nunca, debemos defender la unidad y la santidad del matrimonio, especialmente en un mundo que tiende a relativizar el compromiso y la fidelidad. El divorcio y la poligamia son prácticas que no corresponden al plan de Dios para la humanidad. El matrimonio, como nos enseña el Magisterio de la Iglesia, debe ser la unión de un solo hombre y una sola mujer, en un amor que se renueva cada día, fortaleciendo así el vínculo familiar.


Hoy, la Palabra de Dios nos invita a renovar nuestro compromiso con el amor y la unidad. El matrimonio es una llamada a vivir en comunidad, a vivir en un amor que refleja el amor de Cristo por Su Iglesia. Ante las dificultades que puedan surgir en nuestras relaciones, el Evangelio nos llama a la perseverancia, al respeto mutuo y a la apertura a la gracia divina. A través de la fidelidad en el matrimonio, estamos llamados a ser testigos del amor incondicional de Dios y a construir una sociedad que valore y proteja la familia, el núcleo fundamental de la humanidad.

En la unidad del matrimonio, podemos encontrar la verdadera fuerza y paz. El amor fiel y sacrificial entre un hombre y una mujer refleja el amor de Cristo por su Iglesia, un amor que da la vida por el otro.

Hoy, podemos sentirnos llamados a renovar nuestro compromiso con el matrimonio y la familia, con el propósito de vivir con más fe, amor y esperanza, fortalecidos por la gracia de Dios.

Imaginemos el amor de Dios como un lazo que une a las parejas y a las familias, un lazo que no se rompe, que es fuerte, duradero y lleno de gracia. Así debe ser el matrimonio: un lazo irrompible que refleja la unión de Cristo con Su Iglesia.

Hoy, les invito a reflexionar sobre la fortaleza de nuestras relaciones familiares. ¿Cómo puedo fortalecer mi relación de pareja? ¿Cómo puedo vivir la fidelidad y el amor que Dios me llama a vivir? Pongamos en práctica el amor sacrificial, buscando siempre la unidad y la paz en nuestras relaciones, con un corazón dispuesto a perdonar y a construir un futuro de esperanza.

Viviendo el Jubileo: Peregrinos de Esperanza

El Jubileo nos invita a ser "Peregrinos de Esperanza", llevando el mensaje del amor de Dios a todos los rincones de nuestro ser, comenzando con nuestras relaciones más cercanas. Vivamos este Jubileo con la convicción de que Dios siempre está con nosotros, guiándonos por Su ley y dándonos la gracia para vivir nuestras vocaciones con alegría y esperanza.

Definición del Sacramento del Matrimonio

El sacramento del matrimonio es uno de los siete sacramentos (realidades sagradas) de la Iglesia Católica. Es un pacto entre un hombre y una mujer, instituido por Dios, para vivir su amor de manera fiel, indisoluble y abierta a la procreación y educación de los hijos. Este sacramento, considerado un signo de la unión entre Cristo y su Iglesia, otorga gracia divina a los esposos para vivir en amor mutuo y para formar una familia cristiana.

El matrimonio, como sacramento, no es solo un contrato civil, sino un acto sagrado que implica la entrega total y el compromiso de ambos cónyuges. Es una llamada a vivir en unidad, en la que cada esposo se convierte en instrumento de la gracia de Dios para el otro, ayudándose mutuamente a alcanzar la santidad.

La Iglesia enseña que el matrimonio es un signo del amor eterno de Dios por la humanidad. En él, los esposos son llamados a amarse con el mismo amor con que Cristo amó a su Iglesia, un amor que se entrega sin condiciones, que perdona, que respeta y que busca el bien del otro, por encima de todo. Este amor refleja la fidelidad de Dios hacia su pueblo y es un testimonio de Su presencia en el mundo.

El matrimonio también es una vocación, una llamada a vivir la vida cristiana en la cotidianidad, a través del amor, el servicio y la oración. Los esposos, al recibir este sacramento, están llamados a ser luz para su familia y para la sociedad, viviendo con dignidad, alegría y esperanza.

Numerales del Catecismo de la Iglesia Católica:

  • CIC 1601: "La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" (CIC can. 1055, §1).
  • CIC 1644: El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6; cf Gn 2,24). "Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total" (FC 19). Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del Matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común. 
  • CIC 1659: San Pablo dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia [...]Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia" (Ef 5,25.32).
  • CIC 1661: El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Concilio de Trento: DS 1799)
  • CIC 2382: El Señor Jesús insiste en la intención original del Creador que quería un matrimonio indisoluble (cf Mt 5, 31-32; 19, 3-9; Mc 10, 9; Lc 16, 18; 1 Co 7, 10-11), y deroga la tolerancia que se había introducido en la ley antigua (cf Mt 19, 7-9).  El divorcio no disuelve el vínculo del matrimonio, ya que "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre".

Que la bendición de Dios, fuente de todo amor, nos acompañe en este día y siempre. Amén

 


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