Sábado 30 de agosto de 2025
Lecturas: 2 Corintios 10, 17–11,2 | Salmo 148 | Mateo 13, 44-46
Fiesta de Santa Rosa de Lima, Patrona de América Latina
1. La Palabra que ilumina nuestro camino
San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, nos recuerda: “El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (2 Co 10,17). Estas palabras son un llamado directo a no confiar en nuestras propias fuerzas ni en las obras humanas, sino en la gracia de Dios que sostiene toda nuestra vida. La verdadera grandeza del cristiano no está en lo que logra por sí mismo, sino en dejar que Cristo sea su fuerza, su guía y su fundamento.
El Evangelio de hoy nos presenta dos parábolas breves pero profundamente reveladoras: el tesoro escondido en el campo y la perla preciosa (Mt 13,44-46). Ambas nos hablan de la radicalidad del seguimiento de Cristo. Cuando alguien descubre el valor del Reino, está dispuesto a dejar todo atrás con alegría para quedarse con aquello que da sentido eterno a su vida.
El salmo responsorial (Sal 148) nos invita a unirnos al canto de toda la creación: “Que alaben al Señor todos sus fieles”. Este cántico cósmico resuena en el corazón de quien ha encontrado la verdadera perla: Jesucristo, en quien todo tiene su plenitud.
2. Santa Rosa de Lima: una vida como perla preciosa
Hoy celebramos a Santa Rosa de Lima (1586-1617), la primera santa canonizada de América y declarada Patrona de América Latina, Filipinas y el Perú. Su vida nos muestra cómo el Evangelio puede encarnarse con radicalidad y ternura en medio de la cotidianidad.
Santa Rosa fue una joven laica, terciaria dominica, que en la sencillez de su vida eligió la perla preciosa: Cristo pobre, humilde y crucificado. Renunció a comodidades y a propuestas de matrimonio, consagrándose totalmente a Dios desde su propia casa. En ella, cuidaba enfermos y necesitados, ofreciendo su vida como oblación por la conversión de pecadores y la salvación del mundo.
Los Padres de la Iglesia, como San Agustín, nos enseñan que la verdadera riqueza no está en acumular bienes pasajeros, sino en encontrar “la riqueza que no se gasta, el amor que no se acaba, la belleza que no se marchita”. Santa Rosa vivió esta verdad, recordándonos que la santidad es posible en lo cotidiano y que el camino de la entrega radical a Dios es fuente de alegría y esperanza.
3. Una llamada de esperanza para el futuro
En un mundo que busca seguridades pasajeras y tesoros que se oxidan, el Señor nos invita a descubrir lo esencial: vivir en Cristo. Encontrar la “perla preciosa” significa reconocer que todo lo demás es relativo frente al amor de Dios que nos salva y nos da sentido.
Este Evangelio nos abre a la esperanza porque nos recuerda que la vida cristiana no es renuncia amarga, sino alegría profunda. El que vende todo lo que tiene lo hace “lleno de alegría” (Mt 13,44), porque ha descubierto que solo Dios basta.
La enseñanza de Santa Rosa de Lima sigue resonando en nuestra América Latina: necesitamos hombres y mujeres que no tengan miedo de apostar por la santidad, que sean testigos de un amor auténtico y misionero, capaces de transformar la sociedad desde el Evangelio.
El único motivo de gloria para el cristiano es Cristo, porque todo lo demás pasa. La verdadera alegría nace de haber encontrado en Jesús el tesoro de nuestra vida. Hoy es un buen momento para revisar qué cosas ocupan nuestro corazón y preguntarnos si estamos dispuestos a poner a Cristo en el centro, como lo hizo Santa Rosa de Lima.
Oración
Señor Jesús, perla preciosa de nuestra vida, enséñanos a reconocerte como el verdadero tesoro. Que, como Santa Rosa de Lima, vivamos con alegría nuestra entrega cotidiana y sepamos amar con sencillez y valentía. Haz que nuestra América Latina sea siempre tierra de santos, de esperanza y de paz. Amén.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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