19
AGO
2025

La paz y la esperanza que vienen de Dios



La paz y la esperanza que vienen de Dios

Martes 19 de agosto de 2025 – Semana XX del Tiempo Ordinario
Memoria de San Juan Eudes (1601-1680)

La Palabra de Dios nos interpela

El Libro de los Jueces (6,11-24) nos sitúa alrededor del siglo XII a.C., cuando Israel sufría la opresión de los madianitas. Gedeón, hijo de Joás, trilla el trigo en el lagar para ocultarlo a los enemigos. Es entonces cuando recibe la visita del ángel del Señor que lo llama: «El Señor está contigo, valiente guerrero». Gedeón se siente incapaz, pero Dios le asegura: «Yo estaré contigo». Este pasaje marca el inicio de la misión de Gedeón, juez y libertador de Israel, hacia el año 1150 a.C. aproximadamente.

El Salmo 84, compuesto en torno al tiempo del exilio en Babilonia (siglo VI a.C.), proclama: «Escucharé las palabras del Señor». Es un canto de confianza en Dios que anuncia un futuro de paz y de justicia para el pueblo.

El Evangelio según san Mateo (19,23-30), escrito hacia los años 80-90 d.C., nos transmite la enseñanza de Jesús: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los cielos». A los discípulos, desconcertados, Jesús les da una promesa que atraviesa los siglos: «Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible». En este texto, Mateo refleja también la experiencia de las primeras comunidades cristianas que aprendieron a vivir el desprendimiento y la confianza absoluta en el Señor.

Una enseñanza siempre actual

Estos pasajes nos iluminan hoy:

  • Dios llama en la debilidad, como a Gedeón, y nos convierte en instrumentos de esperanza.
  • El salmo nos recuerda que la historia de la salvación siempre abre caminos de paz, aún después del dolor y del exilio.
  • Jesús nos enseña a vivir con libertad frente a las riquezas, poniendo a Dios en el centro.

San Juan Crisóstomo (siglo IV) decía: «No es la riqueza la que pierde al hombre, sino la esclavitud que tiene hacia ella». San Agustín (354-430) añadía: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti».

La memoria de San Juan Eudes

Hoy la Iglesia celebra la memoria de San Juan Eudes (1601-1680), sacerdote nacido en Ri, Normandía (Francia).

  • Fue ordenado presbítero en 1625, en plena crisis espiritual de la Iglesia en Francia.
  • En 1643 fundó la Congregación de Jesús y María (Eudistas), dedicada a la formación de sacerdotes en seminarios.
  • Fue gran propagador de la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, celebrando en 1672 la primera fiesta litúrgica en su honor.
  • Murió el 19 de agosto de 1680 en Caen (Francia).
  • Fue canonizado por el papa Pío XI el 31 de mayo de 1925, en el contexto del Año Santo.

San Juan Eudes insistía: «Dame una persona verdaderamente devota del Corazón de María y yo te mostraré a una persona verdaderamente devota del Corazón de Jesús».

Su espiritualidad marcó la vida de la Iglesia en tiempos de renovación después del Concilio de Trento (1545-1563), y todavía hoy inspira a seminaristas, sacerdotes y laicos a vivir con un corazón encendido en el amor de Cristo.

Palabra para nuestra vida hoy

La liturgia de este martes 19 de agosto de 2025 nos invita a la esperanza:

  • Como Gedeón, a creer que Dios puede hacer grandes cosas con nuestra pequeñez.
  • Como el salmista, a escuchar la Palabra que trae paz en medio de la incertidumbre.
  • Como los discípulos, a confiar en que lo que es imposible para nosotros, es posible para Dios.

Tres claves para vivir hoy:

  • Pensamiento: No miremos nuestras limitaciones, sino la fuerza de Dios que actúa en nosotros.
  • Sentimiento: Confianza alegre en la providencia divina.
  • Acción: Practicar el desprendimiento, la solidaridad y la escucha diaria de la Palabra.

Dios sigue llamando hoy, como en tiempos de Gedeón, como en tiempos de los apóstoles, como en la época de San Juan Eudes. Su voz resuena en la historia para invitarnos a construir un futuro de paz y de esperanza.

Que este día, bajo la intercesión de San Juan Eudes, aprendamos a vivir con un corazón libre, lleno de amor por Jesús y María, confiando en que «para Dios todo es posible» (Mt 19,26).

 

Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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