La Palabra de Dios, semilla de esperanza que da fruto abundante
Sábado
20 de septiembre de 2025 — Semana XXIV del Tiempo Ordinario
Memoria de San Andrés Kim Tae-Gon, Pablo Chong Ha-Sang y compañeros mártires
Mes de la Biblia — Jubileo de los Trabajadores de la Justicia
Queridos hermanos en Cristo:
Hoy la liturgia nos ofrece una Palabra que ilumina nuestra vida con esperanza, compromiso y alegría. Las lecturas de este sábado nos invitan a mirar hacia adelante con la certeza de que Dios sostiene nuestra historia y nos llama a dar frutos de vida eterna.
1. “Guarda el mandamiento sin mancha” (1 Tim 6,13-16)
San Pablo exhorta a Timoteo —y a cada uno de nosotros— a vivir la fe con firmeza, “guardando el mandamiento sin mancha, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”. La vida cristiana no es improvisación, sino un camino de fidelidad que nos prepara para el encuentro definitivo con Cristo. En un mundo lleno de tentaciones, relativismos y dudas, la exhortación paulina nos recuerda que la fe es tesoro que debemos custodiar con responsabilidad y alegría, hasta que el “Rey de reyes y Señor de señores” se revele plenamente.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la perseverancia en la fe es don y tarea: don de la gracia de Dios y tarea de nuestro esfuerzo cotidiano (cf. CIC 162). Así, cada día estamos llamados a reafirmar nuestra decisión de seguir al Señor con corazón indiviso.
2. “Sirvamos al Señor con alegría” (Sal 99)
El salmo responsorial nos ofrece un tono festivo y liberador: “Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría”. La fe no es carga, sino fuente de alegría; no es opresión, sino libertad en Cristo. San Agustín decía: “Servir a Dios es reinar”. El servicio que nace del amor nos hace plenos, nos humaniza y nos configura con el corazón de Cristo.
En este tiempo jubilar de los trabajadores de la justicia, esta palabra resuena con fuerza. Servir con alegría en el ámbito de la justicia significa trabajar con rectitud, transparencia y amor por la verdad, sabiendo que cada decisión justa refleja el rostro de Dios, que es juez misericordioso y defensor de los pobres.
3. La Parábola del Sembrador (Lc 8,4-15)
El Evangelio de hoy nos presenta la parábola del sembrador, una de las más conocidas y comentadas por los Padres de la Iglesia. San Ireneo decía que esta parábola nos recuerda que la Palabra es semilla de vida eterna, pero necesita un corazón bien dispuesto.
Jesús explica que la semilla es la Palabra de Dios: algunos la reciben con entusiasmo superficial, otros la dejan asfixiar por preocupaciones o riquezas, pero el terreno fértil es el que da fruto abundante con perseverancia. Aquí está el llamado: cultivar un corazón abierto, humilde y perseverante.
La exégesis contemporánea subraya que la parábola no se centra en la calidad de la semilla —que siempre es buena—, sino en la acogida del corazón. El desafío es preparar nuestra tierra interior: rezar, escuchar, meditar y poner en práctica la Palabra, especialmente en este Mes de la Biblia, donde redescubrimos que la Escritura es lámpara que ilumina nuestro camino (cf. Sal 119,105).
4. Testigos hasta el martirio: San Andrés Kim Tae-Gon y compañeros
Hoy celebramos a los primeros mártires coreanos, encabezados por san Andrés Kim Tae-Gon, el primer sacerdote nativo de Corea, junto a Pablo Chong Ha-Sang y más de 100 compañeros. Estos hermanos nuestros dieron testimonio hasta derramar su sangre, mostrando que la semilla de la fe, cuando cae en tierra buena, da fruto hasta la entrega total.
Ellos vivieron lo que escuchamos en el Evangelio: su corazón fue tierra fértil donde la Palabra echó raíces profundas. No se dejaron asfixiar por la persecución, sino que permanecieron firmes en Cristo. Son un ejemplo de esperanza y de valentía para los cristianos de todos los tiempos, recordándonos que la fe auténtica no se queda en palabras, sino que se expresa en obras y, si es necesario, en el testimonio del martirio.
Hoy, queridos hermanos, la Palabra nos invita a detenernos un momento y mirar dentro de nuestro corazón. ¿Qué tipo de tierra soy? ¿Estoy dejando que la semilla de Dios eche raíces profundas en mi vida? La fe no es teoría, sino experiencia viva que transforma. Pensar en esto nos lleva a reconocer que el servicio al Señor no oprime, sino que libera y llena de alegría. Es la certeza de que cuando servimos con sencillez, la vida adquiere un sentido nuevo y fecundo.
De allí nace también el compromiso de actuar: custodiar la fe con fidelidad, vivir con rectitud en cada responsabilidad y hacer de la Palabra nuestra guía segura. La esperanza se alimenta de gestos concretos: dedicar tiempo a la lectura orante de la Biblia, reconciliarnos con alguien, obrar con justicia en lo cotidiano. Así, con un corazón sencillo y abierto, la semilla de Dios germina en nosotros y se convierte en fruto de vida eterna
La esperanza se funda en la certeza de que la semilla siempre es fecunda, aunque no veamos los frutos de inmediato. Como recordaba Benedicto XVI: “La Iglesia crece no por proselitismo, sino por atracción, por el testimonio de vida”.
Este día, en el marco del Mes de la Biblia y del Jubileo de los trabajadores de la justicia, somos llamados a ser tierra fértil que escucha, acoge y practica la Palabra de Dios con alegría y perseverancia. Que, como san Andrés Kim Tae-Gon y los mártires coreanos, sepamos custodiar el don de la fe con valentía, dando frutos de justicia, paz y esperanza.
Que la Virgen María, la primera discípula y tierra fecunda de la Palabra, nos enseñe a decir cada día con confianza: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38).
La Palabra de Dios es semilla de esperanza que, sembrada en un corazón fiel, da fruto abundante; ella nos llena de la alegría de servir con amor y libertad, y nos impulsa hoy a vivir un gesto concreto de justicia o reconciliación, dejándonos iluminar y guiar siempre por la luz del Evangelio.
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