08
SEP
2025

La Natividad de María: Alegría de la Salvación



La Natividad de María: Alegría de la Salvación

Hoy, 8 de septiembre, la Iglesia celebra con gozo la Natividad de la Santísima Virgen María, memoria que ilumina nuestro caminar en esta XXIII semana del Tiempo Ordinario. El nacimiento de la Madre del Redentor es signo de esperanza y de futuro: con ella comienza a despuntar la aurora de la salvación. Su venida al mundo prepara el corazón de la humanidad para acoger al Hijo de Dios hecho carne.

La profecía cumplida (Miqueas 5,1-4)

El profeta Miqueas anuncia que de Belén, “pequeña entre las aldeas de Judá”, saldrá aquel que ha de gobernar a Israel. Su origen se remonta a los tiempos antiguos, a los días de antaño. Este oráculo nos recuerda que Dios actúa en la humildad, eligiendo lo pequeño para realizar lo grande. En la pequeñez de una niña que nace en Nazaret, Dios comienza a cumplir su promesa de un Pastor que conducirá al pueblo con la fuerza del Señor. La Natividad de María es anticipo de esta elección divina: en ella se prepara la cuna del Mesías.

El canto de la esperanza (Salmo 12)

El salmista proclama: “Me llenaré de alegría en el Señor, porque Él me ha salvado”. Hoy la Iglesia hace suyas estas palabras al contemplar a María niña, la criatura nueva que recibe de Dios un corazón puro, sin mancha de pecado, destinada a ser Madre del Salvador. Nuestra alegría se une a la suya: Dios no abandona a su pueblo, Él siempre cumple su promesa.

El cumplimiento en Cristo (Mateo 1,18-23)

El evangelio según san Mateo nos relata el anuncio del nacimiento de Jesús, fruto de la obra del Espíritu Santo en el seno de María. José, hombre justo, acoge el misterio con fe y obediencia. Aquí resuena la profecía de Isaías: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’”. El nacimiento de María abre paso a esta maravillosa realidad: Dios ha querido estar con nosotros, hacerse carne en medio de nuestra historia, asumir nuestras fragilidades y conducirnos a la vida plena.

Una mirada desde la Tradición

Los Padres de la Iglesia vieron en María “la tierra virgen y bendita de donde brotó el fruto de vida” (san Juan Damasceno). Su nacimiento no es un simple dato biográfico, sino un misterio de fe: en ella Dios inicia el cumplimiento de su plan eterno de salvación. San Agustín afirmaba: “María es flor del campo, lirio de los valles, por cuya pureza resplandece la belleza de la Iglesia”. Celebrar su nacimiento es afirmar que Dios nunca se olvida de la humanidad.

Mensaje para nuestra vida

La liturgia de hoy nos invita a contemplar el misterio de la pequeñez fecunda. Dios se sirve de lo humilde para hacer nuevas todas las cosas. Así como en el hogar de Joaquín y Ana nació una niña destinada a cambiar la historia, también en nuestras familias, en nuestras comunidades, Dios sigue haciendo brotar esperanza. La fiesta de hoy es un llamado a confiar en que cada vida humana, por pequeña que parezca, es parte del gran proyecto de Dios.

Con María comienza la aurora de nuestra salvación, pues Dios cumple siempre sus promesas en la historia; esta certeza nos llena de una alegría confiada, ya que si María nació para darnos a Cristo, también nosotros hemos nacido para dar al mundo la esperanza del Evangelio, y por eso hoy estamos llamados a celebrar con un gesto de gratitud: bendecir a nuestras madres, valorar la vida desde su inicio y renovar con fe y amor nuestro sí cotidiano al plan de Dios.

 

La Natividad de la Virgen María es una fiesta de esperanza. Su nacimiento nos recuerda que Dios interviene con amor en nuestra historia, que no estamos solos ni abandonados. En medio de los retos de nuestro tiempo, hoy la Iglesia proclama con gozo: “El Emmanuel está con nosotros”. Con María, Madre de la esperanza, sigamos caminando hacia un futuro de fe, de confianza y de vida nueva en Cristo.


Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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