02
JUL
2025

La misericordia de Dios alcanza a los rechazados



miércoles 2 de julio de 2025 – Semana XIII del Tiempo Ordinario
"El afligido invocó al Señor, y Él lo escuchó" (Sal 33)
Año Santo Jubilar – Mes dedicado a la Preciosa Sangre de Cristo

La misericordia de Dios alcanza a los rechazados

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

En este miércoles de la decimotercera semana del Tiempo Ordinario, el Señor nos regala una Palabra que sana, consuela y orienta hacia un futuro esperanzador. En el contexto del Año Santo Jubilar y en el mes dedicado a la devoción a la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, se nos invita a contemplar la compasión de Dios que nunca abandona al afligido, al marginado, ni al que ha sido expulsado de su propio hogar.

1. La historia de Agar e Ismael: Dios escucha el clamor de los humildes

La primera lectura del Génesis (21,5.8-20) nos narra el drama de Agar y su hijo Ismael, desterrados al desierto por decisión de Abraham, ante la petición de Sara. Desde una mirada humana, la historia parece marcada por el rechazo y la injusticia. Pero el corazón del relato está en la acción de Dios:

Dios escuchó los sollozos del niño... y el ángel de Dios llamó a Agar y le dijo: ‘No temas... Dios ha escuchado la voz del muchacho’” (Gn 21,17).

El Señor ve el dolor del marginado y no permanece indiferente. Este pasaje bíblico revela el rostro de un Dios cercano, que cuida a los descartados de la sociedad, que transforma la desesperación en promesa. Ismael no muere; al contrario, Dios le asegura una descendencia. ¡La historia no termina con el rechazo, sino con una nueva bendición!

El Salmo 33: Dios no desoye la oración del que sufre

El Salmo responsorial de hoy nos hace repetir con esperanza:

El afligido invocó al Señor, y Él lo escuchó” (Sal 33).

Este versículo es un canto de fe para los tiempos difíciles. Es una luz para quienes hoy sienten que el camino se les cierra, que no hay respuestas, que todo parece desierto. La oración confiada, nacida del corazón sincero, siempre es escuchada. Este Año Santo Jubilar es un tiempo de gracia y escucha, donde Dios abre puertas que creíamos selladas, y sana heridas que parecían incurables.

El Evangelio: Jesús libera, aunque incomode

En el Evangelio según san Mateo (8,28-34), Jesús entra en territorio pagano, a la región de los gadarenos, y allí se encuentra con dos endemoniados. Son hombres excluidos, habitando entre tumbas, símbolo de muerte y desesperanza. Jesús los libera del mal y los devuelve a la vida.

Sin embargo, la reacción de los habitantes del pueblo es sorprendente:

Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y le rogaban que se alejara de su territorio” (Mt 8,34).

El milagro incomoda. La presencia de Jesús transforma la realidad, pero no siempre es bienvenida. Cuando Cristo toca las estructuras del mal, cuando libera lo que parecía perdido, muchas veces los intereses del mundo prefieren expulsarlo.

Hoy el Señor sigue entrando en nuestras realidades rotas, en nuestras regiones más heridas, y quiere liberarnos de las cadenas que nos impiden vivir en plenitud. ¿Estamos dispuestos a dejarlo actuar, aunque remueva nuestras seguridades?

Vivir este Año Santo Jubilar con fe y libertad

Este Año Santo es una invitación a dejarnos liberar por Jesús. El Jubileo es tiempo de libertad, de conversión, de reconciliación, y de un nuevo comienzo. En el mes de julio, mes de la Preciosa Sangre de Cristo, contemplemos el precio de nuestra redención. Su Sangre ha sido derramada para que tengamos vida, para que se rompan nuestras cadenas y se abran caminos nuevos.

Agar, Ismael, los endemoniados… todos representan a aquellos que han sido apartados, heridos, olvidados. Y a todos ellos, el Señor los visita, los escucha, y los salva. Hoy podemos ser nosotros los destinatarios de esa misericordia. Y también podemos ser instrumentos para que otros descubran esta ternura divina.

Pensamiento para hoy

Dios nunca abandona al que sufre. Aunque te hayan dejado solo, Él permanece. Aunque te hayan cerrado la puerta, Él te abre un futuro.

Sentimiento del corazón

Sintámonos consolados por la mirada de Dios que nos busca en el desierto. Deja que su voz te diga hoy: "No temas, Yo estoy contigo."

Propósito para la jornada

Haz un acto concreto de solidaridad con un excluido: visita a un enfermo, escribe a alguien que esté solo, ayuda a una familia necesitada. Y renueva tu oración confiada al Señor, sabiendo que Él te escucha.

Oración final
Señor Jesús, tú que no pasas de largo ante el dolor,
míranos con misericordia en este Año Santo.
Tú que liberaste a los poseídos y cuidaste al niño del desierto,
rompe nuestras cadenas, sana nuestras heridas,
y danos un corazón abierto a tu voluntad.
Por la Sangre preciosa que derramaste por amor,
haznos testigos de tu esperanza.
Amén.

 

Parroquia de Santa Ana y San Joaquín
Camino de fe y esperanza en el Año Santo Jubilar 2025
¡Con Cristo todo se renueva!


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