La gloria del Señor sobrepasa cielo y tierra: una fe que dialoga con el mundo
Lecturas del día:
Hechos 17,15.22–18,1
Salmo 148: "La gloria del Señor sobrepasa cielo y tierra.
Aleluya."
Evangelio según San Juan 16,12-15
Memoria de San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia
Una palabra que se encarna en las culturas
El pasaje de los Hechos de los Apóstoles nos sitúa en un momento crucial del anuncio del Evangelio: san Pablo llega a Atenas, epicentro del pensamiento filosófico y religioso de su tiempo. Lejos de rechazar la cultura ateniense, Pablo entra en diálogo con ella. Observa, escucha, analiza y finalmente anuncia. En su discurso en el Areópago no impone, propone; no condena, interpela. Toma un altar dedicado “al Dios desconocido” y lo convierte en el punto de partida para hablar del Dios verdadero, que “no habita en templos construidos por manos humanas”.
Este episodio es profundamente iluminador para nuestra misión en este Año Santo Jubilar 2025, donde la Iglesia nos invita a ser peregrinos de la esperanza, sembradores de sentido en un mundo que muchas veces rinde culto a lo desconocido: al progreso sin ética, a la autonomía sin comunión, al placer sin amor. Como Pablo, estamos llamados a anunciar el Evangelio no desde la imposición, sino desde la atracción que nace de un testimonio coherente y una fe razonable, encarnada en la vida.
El Espíritu Santo, guía hacia la verdad plena
En el Evangelio de Juan, Jesús promete a sus discípulos la venida del Espíritu Santo, “el Espíritu de la verdad”, quien les guiará hasta la verdad plena. La verdad no es un concepto abstracto, sino una persona: Jesucristo mismo. Esta verdad no se impone de golpe, sino que se revela progresivamente, como la luz del amanecer que ilumina con suavidad.
En este camino sinodal hacia el Jubileo, somos animados a dejarnos guiar por el Espíritu, a vivir una fe que se abre a la escucha, al discernimiento y al diálogo, especialmente en un tiempo donde las verdades absolutas se relativizan. El Espíritu nos recuerda que la verdad de Cristo no esclaviza, sino que libera; no excluye, sino que reconcilia; no encierra, sino que impulsa hacia la misión.
Alabanza universal: una liturgia de la creación
El Salmo 148 nos invita a unirnos a una gran sinfonía de alabanza que brota del universo entero. “Sol y luna, estrellas lucientes, montes y colinas, árboles y bestias, reyes y pueblos... alaben el nombre del Señor”. En este cántico cósmico reconocemos que toda la creación está orientada a glorificar a Dios. Este mensaje resuena con fuerza en el magisterio del Papa Francisco, especialmente en la Laudato Si’, donde se nos llama a cuidar de la creación como expresión de nuestra fe.
El Año Santo Jubilar es también una oportunidad para reconciliarnos con la casa común, para renovar nuestra relación con el Creador y con las criaturas, cultivando una espiritualidad ecológica que no sea ideología, sino fruto de una fe que contempla y protege.
San Beda el Venerable: sabiduría al servicio del Evangelio
Hoy recordamos a San Beda el Venerable (673–735), monje inglés, gran historiador de la Iglesia y doctor universal. Su obra más conocida, Historia eclesiástica del pueblo inglés, es un testimonio del valor de la memoria y la evangelización paciente. Su lema era: "Es mejor iluminar que solo brillar". Con humildad y sabiduría, Beda supo armonizar la fe y la razón, la historia y la teología, el trabajo manual y la contemplación.
Fue un hombre profundamente enamorado de la Sagrada Escritura, de la liturgia y del servicio. Murió cantando el Gloria Patri y dejando como legado el amor a la Palabra de Dios y a la tradición viva de la Iglesia. En él encontramos un modelo para este tiempo jubilar: ser discípulos que estudian, oran y sirven con alegría.
Una Iglesia que anuncia, escucha y acompaña
En este día de Pascua, la Palabra nos impulsa a:
Pistas para vivir este día jubilarmente
Haz hoy un gesto concreto de diálogo: escucha a
alguien con quien no suelas coincidir y busca puntos de encuentro.
Reza al Espíritu Santo: “Ven Espíritu de
la verdad, guíame hacia tu luz”.
Lee un pasaje de los Hechos de los Apóstoles o del Evangelio de Juan
y medítalo como lo hacía San Beda.
Ofrece una oración por los evangelizadores del pensamiento y la cultura:
maestros, historiadores, catequistas, comunicadores.
Participa con alegría en la liturgia, uniéndote al canto de toda la creación: ¡Aleluya!
Oración final
Oh Dios, que hiciste del presbítero San Beda un doctor
admirable de tu Iglesia,
concédenos por su intercesión, vivir iluminados por tu verdad
y anunciándola con amor en medio del mundo,
para que la gloria de tu Nombre resplandezca sobre cielo y tierra.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
¡Que la gloria del Señor brille hoy también en tu vida!
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