La fidelidad de Dios y nuestra esperanza activa: signos jubilares de una Iglesia en salida | Jueves VI Semana de Pascua | 29 de mayo de 2025
Hoy, jueves de la sexta semana del Tiempo Pascual, la Palabra de Dios nos vuelve a sumergir en la pedagogía del Resucitado, que no deja de acompañarnos, transformarnos y enviarnos con esperanza. En este camino hacia Pentecostés, celebramos también con gozo la memoria litúrgica de San Pablo VI, Papa del Concilio y profeta del mundo moderno, en el contexto de este Año Santo Jubilar 2025, en el que la Iglesia entera se renueva en la esperanza de Cristo, ayer, hoy y siempre.
I. La predicación de Pablo: fe que transforma vidas (Hechos 18, 1-8)
El relato de los Hechos de los Apóstoles nos lleva a Corinto, una ciudad comercial, plural y desafiante, donde San Pablo, con su espíritu incansable de evangelizador, se encuentra con Aquila y Priscila, matrimonio judío emigrado, con quienes comparte no solo el oficio de hacer tiendas, sino también la fe en Cristo.
Pablo no se deja vencer por las resistencias. Predica con valentía, testimoniando que Jesús es el Mesías, y gracias a su anuncio perseverante, muchos se convierten, entre ellos Crispo, jefe de la sinagoga, y toda su familia. La Palabra proclamada cambia corazones, y esto nos impulsa a confiar también nosotros en el poder transformador del Evangelio.
En este Año Jubilar, se nos invita a ser como Pablo: valientes en anunciar, pacientes en sembrar, humildes en acompañar los procesos de conversión, especialmente entre quienes más lejos se sienten de la Iglesia.
II. El Salmo 97: Un canto jubiloso a la fidelidad de Dios
El Salmo de hoy nos hace entonar con júbilo: “El Señor nos ha demostrado su amor y su lealtad. ¡Aleluya!” (Sal 97). Dios actúa, salva, no se esconde. Su brazo fuerte se revela en la historia, y su amor no falla.
En medio de un mundo lleno de incertidumbre, esta afirmación se vuelve un ancla para la fe: Dios no abandona a su pueblo. Como comunidad jubilar, estamos llamados a cantar esta fidelidad con obras concretas: solidaridad con los pobres, cercanía con los enfermos, ternura con los migrantes, perdón entre hermanos, testimonio público de la fe.
III. “Vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Juan 16,16-20): la esperanza pascual que no defrauda
En el Evangelio según San Juan, Jesús prepara a sus discípulos para el misterio de su Pascua. Les anuncia un tiempo de aparente ausencia, que causará llanto y dolor. Pero promete que ese dolor se convertirá en alegría. No es una promesa de evasión, sino de transformación.
Este anuncio del Señor nos recuerda que el camino cristiano no está exento de sufrimientos, pero que en Cristo, incluso las lágrimas tienen sentido. La Pascua no niega la cruz, pero la trasciende. Por eso, en este Año Santo, cada comunidad está llamada a ser signo de alegría profunda y duradera, especialmente en medio del dolor del mundo.
IV. Vivir el Año Santo Jubilar: tres gestos jubilares para hoy
Inspirados por la Palabra y la figura de San Pablo VI, Papa del diálogo y de la misión, podemos asumir hoy tres gestos concretos para vivir el Jubileo de la Esperanza:
V. San Pablo VI: El Papa del diálogo, la profecía y la fidelidad a la verdad
Hoy recordamos a San Pablo VI (1897-1978), el Papa que guio la barca de Pedro durante y después del Concilio Vaticano II. Fue un pastor apasionado por la humanidad, por la dignidad de la persona y por la renovación de la Iglesia.
Entre sus principales aportes recordamos:
Su vida y magisterio nos recuerdan que ser cristiano hoy implica compromiso, oración, discernimiento y audacia. En palabras suyas:
“Cristo es nuestra paz; por Él queremos ser hombres nuevos en la justicia y en la santidad de la verdad” (Homilía de canonización, 1975).
Una Iglesia en camino de esperanza
Queridos hermanos y hermanas, como parroquia jubilar caminamos en esperanza. No todo está perdido. Dios actúa en nuestra historia, y si nos dejamos guiar por su Espíritu, veremos la transformación de nuestras lágrimas en cantos de gozo.
Que San Pablo Apóstol, San Pablo VI y la Virgen María, Madre de la Esperanza, intercedan por nosotros. Que sigamos sembrando con lágrimas, confiando que cosecharemos con alegría.
¡Feliz día jubilar! Que nadie nos robe la esperanza.
“El Señor nos ha demostrado su amor y su lealtad. Aleluya.” (Salmo 97)
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