El Señor probó a sus elegidos como oro en el crisol, y los aceptó como un holocAUSTO. En el juicio de Dios serán premiados, pues la gracia y la misericordia son para sus elegidos. Sb 3, 6-7.9
En este día las lecturas nos invitan a reflexionar sobre la autenticidad del Evangelio, la unidad de la Iglesia y la vida de oración. San Pablo, en su carta a los Gálatas, nos enseña sobre el valor de la fidelidad al mensaje de Cristo. El Salmo 116 nos recuerda la bondad y fidelidad del Señor, mientras que en el Evangelio según San Lucas, Jesús nos da una enseñanza central para nuestra vida de fe: la oración del Padre Nuestro.
La fidelidad al Evangelio: De la Carta de San Pablo a los Gálatas 2, 1-2. 7-14
En este pasaje de la carta a los Gálatas, San Pablo nos narra su defensa del verdadero Evangelio, recibido directamente de Cristo. En una reunión con los apóstoles en Jerusalén, él afirma su misión de predicar a los gentiles, confirmada por Pedro, Santiago y Juan. Sin embargo, Pablo no duda en corregir a Pedro cuando ve que su comportamiento no está alineado con la verdad del Evangelio. Este episodio nos enseña que la fidelidad al mensaje de Cristo es lo primero, incluso por encima de nuestras costumbres o preferencias personales. La autenticidad en la vivencia de la fe debe ser una prioridad para todos los cristianos.
La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, custodia esta verdad en el Magisterio, y nos llama a vivir en comunión, siempre defendiendo la verdad del Evangelio con caridad. Así, los sucesores de los apóstoles, en especial el Papa y los obispos, tienen la misión de salvaguardar y proclamar el Evangelio en su pureza.
"Bendito sea el Señor": Salmo 116
El Salmo responsorial es una respuesta llena de gratitud y alabanza al Señor. “Bendito sea el Señor” es una expresión que brota del corazón del creyente que reconoce la fidelidad y la misericordia de Dios. A pesar de nuestras infidelidades y caídas, Dios permanece fiel, levantándonos y restaurándonos con Su amor. Este salmo es una invitación a la confianza total en Dios, que nunca nos abandona.
La oración del cristiano: Evangelio según san Lucas 11, 1-4
El Evangelio de hoy es uno de los textos más fundamentales en la vida de todo cristiano: la oración del **Padre Nuestro**. Los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar, y Él les ofrece esta oración que es a la vez sencilla y profunda. En el Padre Nuestro, Jesús nos invita a reconocer a Dios como Padre, a pedir por la venida de Su reino y a confiarle nuestras necesidades cotidianas, tanto materiales como espirituales.
Esta oración contiene las claves de una vida de fe auténtica: dependencia de Dios, perdón mutuo, confianza en la providencia divina y el deseo de vivir según Su voluntad. Es un modelo que nos invita a tener una relación íntima y confiada con nuestro Padre celestial, quien nos cuida y guía en todo momento.
La Iglesia, en su Magisterio, nos enseña que la oración es el “encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2560). La oración no es solo una petición de favores, sino una comunión con Dios, un abrir nuestro corazón para que Su voluntad se haga en nuestras vidas. El Padre Nuestro, que proviene directamente de los labios de Cristo, es el modelo de todas las oraciones y el camino hacia una relación más profunda con Dios.
Además, el Concilio Vaticano II nos recuerda que la Eucaristía, donde oramos el Padre Nuestro, es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (Lumen Gentium, 11). Es en la oración y en la Eucaristía donde encontramos la fuerza para vivir según el Evangelio que San Pablo defendió con tanto celo.
Dios es nuestro Padre y nunca nos abandona. En nuestra vida cotidiana, podemos confiar plenamente en Él, así como los hijos confían en la bondad de su padre.
Que el amor fiel de Dios, manifestado en el Padre Nuestro, renueve en nosotros un profundo sentido de gratitud y confianza, sabiendo que Él nos cuida en cada momento de nuestras vidas.
Cada día, detente unos minutos en oración y reza el Padre Nuestro con atención y devoción. Al hacerlo, deja que cada palabra penetre en tu corazón y te invite a vivir según la voluntad de Dios, reconociéndolo como el Padre amoroso que te guía.
Sigamos el ejemplo de San Pablo en su fidelidad al Evangelio, de Jesús en su enseñanza sobre la oración, y respondamos como el salmista: “Bendito sea el Señor”.
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