La Fe según la Biblia: Creer, Confiar y Vivir en Dios
En el corazón del mensaje bíblico, la fe ocupa un lugar central. No es una idea abstracta ni una emoción pasajera: es la respuesta viva y total del ser humano a Dios que se revela. La Biblia, leída desde la fe católica, nos muestra que creer no es solo aceptar que Dios existe, sino poner toda nuestra confianza en Él, obedecer su Palabra y caminar de la mano de su voluntad.
El Catecismo de la Iglesia Católica resume así:
"Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que se revela" (CEC 143).
Definición bíblica de la fe
El pasaje más citado es Hebreos 11,1:
“La fe es garantía de lo que se espera y prueba de lo que no se ve.”
En el original griego, garantía (hypostasis) significa “base firme, cimiento seguro”, y prueba (elenchos) significa “convicción comprobada”. La fe, por tanto, es la certeza interior de que lo que Dios promete es verdad, aunque todavía no podamos verlo.
San Pablo recuerda que:
“La fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo” (Romanos 10,17).
La fe como don de Dios
La fe no se produce solo por esfuerzo humano; es un regalo de Dios que se acoge libremente:
“Porque por gracia habéis sido salvados mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios” (Efesios 2,8).
El Espíritu Santo mueve el corazón para creer, pero también requiere la cooperación humana. En el Evangelio, Jesús pide: “No tengas miedo; basta que tengas fe” (Marcos 5,36).
Dimensiones de la fe según la Biblia
a) Creer con la mente
Aceptar como verdad lo que Dios ha revelado. Ejemplo: Abraham creyó en la promesa de Dios de darle descendencia, aunque humanamente parecía imposible (Génesis 15,5-6).
b) Confiar con el corazón
No basta aceptar doctrinas; se trata de poner toda la vida en manos de Dios. Como dice el Salmo:
“Encomienda tu camino al Señor, confía en Él, y Él actuará” (Salmo 37,5).
c) Obedecer con la vida
La fe se traduce en acciones concretas. Santiago lo enseña con claridad:
“La fe, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2,17).
Ejemplos bíblicos de fe
Características de la fe bíblica
La fe y la salvación
Jesús dijo:
“El que crea y se bautice, se salvará” (Marcos 16,16).
La fe es necesaria para la salvación, pero no es un acto aislado: incluye vivir conforme al Evangelio, perseverar en gracia y dar frutos de amor.
Cómo crecer en la fe hoy
¿Cómo puedo estar seguro de que tengo fe?
La fe verdadera no es solo repetir “yo creo” con los labios, sino vivirlo con la vida. La Biblia nos da signos concretos que pueden ayudarnos a examinarnos:
En resumen: si mi fe no transforma mi manera de pensar, de hablar y de actuar, debo pedirle al Señor que la purifique y la fortalezca.
La fe unida a las obras
La Escritura es clara:
“Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2,26).
Esto significa que la fe y las obras no son realidades opuestas, sino complementarias:
San Pablo lo expresa así:
“En Cristo Jesús lo que vale es la fe que actúa por la caridad” (Gálatas 5,6).
Lo que dice Jesús sobre la fe y las obras en la Iglesia
En los Evangelios, Jesús muestra que la fe es el punto de partida, pero siempre pide una respuesta visible:
En la Iglesia, la fe no es algo aislado de la comunidad:
Tener
fe es decirle a Dios con la vida: “Confío en Ti y hago tu voluntad”.
La fe auténtica se reconoce porque no se queda encerrada en el corazón; se
desborda en obras de amor, en fidelidad a la Iglesia y en servicio al prójimo.
Jesús lo resume magistralmente:
“No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre” (Mateo 7,21).
Por eso, más que preguntarnos “¿tengo fe?”, deberíamos examinarnos así:
Si la respuesta es “sí” – aunque haya debilidades – entonces la fe está viva y creciendo.
La fe, según la Biblia católica, es un don precioso que transforma la vida: creer lo que Dios dice, confiar en Él, aunque no veamos el final del camino, y vivir en obediencia amorosa. No se reduce a un sentimiento, sino que implica toda la persona: inteligencia, voluntad y acción.
Como dijo San Pablo:
“El justo vivirá por la fe” (Romanos 1,17).
Que nuestra oración sea siempre como la del padre del muchacho enfermo:
“Creo, Señor; pero ayuda mi poca fe” (Marcos 9,24).
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared