10
AGO
2025

La Fe según la Biblia: Creer, Confiar y Vivir en Dios



La Fe según la Biblia: Creer, Confiar y Vivir en Dios

En el corazón del mensaje bíblico, la fe ocupa un lugar central. No es una idea abstracta ni una emoción pasajera: es la respuesta viva y total del ser humano a Dios que se revela. La Biblia, leída desde la fe católica, nos muestra que creer no es solo aceptar que Dios existe, sino poner toda nuestra confianza en Él, obedecer su Palabra y caminar de la mano de su voluntad.

El Catecismo de la Iglesia Católica resume así:

"Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que se revela" (CEC 143).

Definición bíblica de la fe

El pasaje más citado es Hebreos 11,1:

“La fe es garantía de lo que se espera y prueba de lo que no se ve.”

En el original griego, garantía (hypostasis) significa “base firme, cimiento seguro”, y prueba (elenchos) significa “convicción comprobada”. La fe, por tanto, es la certeza interior de que lo que Dios promete es verdad, aunque todavía no podamos verlo.

San Pablo recuerda que:

“La fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo” (Romanos 10,17).

La fe como don de Dios

La fe no se produce solo por esfuerzo humano; es un regalo de Dios que se acoge libremente:

“Porque por gracia habéis sido salvados mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios” (Efesios 2,8).

El Espíritu Santo mueve el corazón para creer, pero también requiere la cooperación humana. En el Evangelio, Jesús pide: “No tengas miedo; basta que tengas fe” (Marcos 5,36).

Dimensiones de la fe según la Biblia

a) Creer con la mente

Aceptar como verdad lo que Dios ha revelado. Ejemplo: Abraham creyó en la promesa de Dios de darle descendencia, aunque humanamente parecía imposible (Génesis 15,5-6).

b) Confiar con el corazón

No basta aceptar doctrinas; se trata de poner toda la vida en manos de Dios. Como dice el Salmo:

“Encomienda tu camino al Señor, confía en Él, y Él actuará” (Salmo 37,5).

c) Obedecer con la vida

La fe se traduce en acciones concretas. Santiago lo enseña con claridad:

“La fe, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2,17).

Ejemplos bíblicos de fe

  • Abraham: Padre de los creyentes, salió de su tierra sin saber a dónde iba, confiando en la promesa (hebreos 11,8).
  • Moisés: Guiado por Dios, liberó al pueblo de Israel sin más fuerza que la certeza de su llamado (hebreos 11,27).
  • La Virgen María: Modelo perfecto de fe al decir “Hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1,38).
  • El Centurión: Su confianza en la palabra de Jesús hizo que el Señor dijera: “En Israel no he encontrado una fe tan grande” (Mateo 8,10).

Características de la fe bíblica

  1. Es personal y comunitaria → se vive en relación con Dios y en comunión con la Iglesia (Efesios 4,4-6).
  2. Es dinámica → debe crecer y madurar, como el grano de mostaza (Mateo 17,20).
  3. Se alimenta → por la oración, la Palabra y los sacramentos (Hechos 2,42).
  4. Se prueba en la dificultad → en medio de la prueba, se purifica como el oro en el fuego (1 Pedro 1,6-7).
  5. Es activa en el amor → Gálatas 5,6 enseña que lo importante es “la fe que actúa por la caridad”.

La fe y la salvación

Jesús dijo:

“El que crea y se bautice, se salvará” (Marcos 16,16).

La fe es necesaria para la salvación, pero no es un acto aislado: incluye vivir conforme al Evangelio, perseverar en gracia y dar frutos de amor.

Cómo crecer en la fe hoy

  • Escuchar y meditar la Palabra cada día (Romanos 10,17).
  • Vivir los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación.
  • Orar con confianza, incluso en la dificultad.
  • Practicar la caridad, porque la fe auténtica se expresa en el amor.
  • Compartir el testimonio, siendo luz y sal en el mundo (Mateo 5,13-16).

¿Cómo puedo estar seguro de que tengo fe?

La fe verdadera no es solo repetir “yo creo” con los labios, sino vivirlo con la vida. La Biblia nos da signos concretos que pueden ayudarnos a examinarnos:

  1. Confianza en Dios en todas las circunstancias – incluso en la prueba (Salmo 56,4).
  2. Docilidad a la Palabra – no solo escucharla, sino ponerla en práctica (Santiago 1,22).
  3. Cambio de vida – la fe auténtica produce conversión, renuncia al pecado y búsqueda de la santidad (Efesios 4,22-24).
  4. Caridad concreta – amor y servicio a los demás, especialmente a los más necesitados (1 Juan 3,17-18).
  5. Fidelidad a la Iglesia – perseverar en la comunidad, en los sacramentos y en la comunión con el Papa y los obispos (Hechos 2,42).

En resumen: si mi fe no transforma mi manera de pensar, de hablar y de actuar, debo pedirle al Señor que la purifique y la fortalezca.

La fe unida a las obras

La Escritura es clara:

“Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2,26).

Esto significa que la fe y las obras no son realidades opuestas, sino complementarias:

  • La fe es la raíz → es creer y confiar en Dios.
  • Las obras son el fruto → son las acciones concretas que brotan de esa fe.

San Pablo lo expresa así:

“En Cristo Jesús lo que vale es la fe que actúa por la caridad” (Gálatas 5,6).

Lo que dice Jesús sobre la fe y las obras en la Iglesia

En los Evangelios, Jesús muestra que la fe es el punto de partida, pero siempre pide una respuesta visible:

  • Al sanar al paralítico, primero perdona sus pecados y luego le dice: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Marcos 2,11). La fe del enfermo y de quienes lo llevaron se tradujo en acción.
  • En Mateo 25,31-46, Jesús revela que en el juicio final se nos medirá por nuestras obras de misericordia: dar de comer, vestir al desnudo, visitar al enfermo y al preso… obras que son fruto de la fe.
  • A Pedro, después de su confesión de fe (“Tú eres el Mesías”, Mateo 16,16), le encomienda una misión concreta: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21,17).

En la Iglesia, la fe no es algo aislado de la comunidad:

  • Se vive en comunión: nadie cree solo, sino dentro del Pueblo de Dios (hebreos 10,24-25).
  • Se alimenta en los sacramentos, donde la gracia fortalece nuestra fe y la impulsa a la acción.
  • Se verifica en la misión: un cristiano con fe viva es testigo del Evangelio en el mundo (Mateo 28,19-20).

Tener fe es decirle a Dios con la vida: “Confío en Ti y hago tu voluntad”.
La fe auténtica se reconoce porque no se queda encerrada en el corazón; se desborda en obras de amor, en fidelidad a la Iglesia y en servicio al prójimo.

Jesús lo resume magistralmente:

“No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre” (Mateo 7,21).

Por eso, más que preguntarnos “¿tengo fe?”, deberíamos examinarnos así:

  • ¿Esa fe me lleva a amar más?
  • ¿Me impulsa a servir?
  • ¿Me mantiene unido a Cristo y a su Iglesia?

Si la respuesta es “sí” – aunque haya debilidades – entonces la fe está viva y creciendo.

La fe, según la Biblia católica, es un don precioso que transforma la vida: creer lo que Dios dice, confiar en Él, aunque no veamos el final del camino, y vivir en obediencia amorosa. No se reduce a un sentimiento, sino que implica toda la persona: inteligencia, voluntad y acción.

Como dijo San Pablo:

“El justo vivirá por la fe” (Romanos 1,17).

Que nuestra oración sea siempre como la del padre del muchacho enfermo:

“Creo, Señor; pero ayuda mi poca fe” (Marcos 9,24).

 


Pbro. Alfredo Uzcátegui.


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