La esperanza que libera y transforma – martes VI Semana de Pascua, en el Año Santo Jubilar
Lecturas del día:
Un canto de liberación en medio de la noche
En esta sexta semana del tiempo pascual, la liturgia nos ofrece una escena profundamente conmovedora del libro de los Hechos: Pablo y Silas, golpeados y encarcelados, cantan himnos a Dios en medio de la prisión. Lo que sigue es prodigioso: un terremoto, cadenas que se sueltan, puertas que se abren, y una conversión que transforma una vida y una familia entera. No hay prisión que resista el poder del Evangelio cuando es anunciado con fe, esperanza y caridad.
El carcelero, que poco antes custodiaba con dureza a los apóstoles, termina preguntando con humildad: “¿Qué debo hacer para salvarme?” (Hch 16,30). La respuesta de Pablo es un núcleo del kerigma cristiano: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia” (v.31). Esta Palabra sigue siendo actual y poderosa en este Año Santo Jubilar: la fe en Cristo libera, transforma y salva, empezando por el corazón del creyente hasta llegar a toda su casa.
El Paráclito: el abogado que nos defiende en el camino
En el Evangelio de san Juan, Jesús anuncia su partida y promete el don del Espíritu Santo, el Paráclito. Él es el que “convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Jn 16,8). Su acción no es de condena, sino de iluminación: el Espíritu revela el corazón de Dios y el corazón del hombre, para que podamos caminar en la verdad.
El Espíritu Santo es ese “defensor” que acompaña a la Iglesia en todas sus noches, sus prisiones, sus angustias. En el contexto del Año Jubilar, se nos invita a reavivar en nosotros la conciencia de esta Presencia viva y activa que renueva, consuela y fortalece. Él es quien nos lanza a la misión y nos da las palabras y los signos para anunciar la buena noticia a quienes aún viven “encadenados” por el miedo, el pecado, la desesperanza o la injusticia.
Una esperanza que se hace familia y misión
El Salmo 137 proclama: “Señor, tu amor perdura eternamente. Aleluya.” Esa certeza fue la fuerza de Pablo y Silas en la prisión y debe ser también la nuestra. Dios no abandona la obra de sus manos. Esta certeza pascual es la que nos impulsa a vivir el Jubileo con gozo, como un tiempo de gracia, reconciliación y apertura a la misericordia de Dios.
Hoy se nos invita a hacer de nuestras casas verdaderas “iglesias domésticas”, como la del carcelero convertido. En este tiempo, muchos hogares necesitan redescubrir el fuego de la fe, la fuerza del perdón y la alegría del Evangelio. El Año Santo Jubilar es una ocasión providencial para renovar las promesas del bautismo y compartir la fe como familia, como comunidad parroquial, como Iglesia en salida.
Memoria de San Agustín de Canterbury: un apóstol para tiempos difíciles
Este día también celebramos a San Agustín de Canterbury (†604), monje benedictino y primer arzobispo de Inglaterra. Enviado por el papa San Gregorio Magno, Agustín llevó el Evangelio a tierras aún paganas, con una paciencia, humildad y perseverancia ejemplares. Su método misionero fue claro: evangelizar con la caridad, formar comunidades cristianas y educar con el ejemplo.
Entre sus enseñanzas se destaca esta frase: “No os canséis nunca de sembrar, aun cuando no veáis los frutos.” Una frase que ilumina nuestro camino misionero en este tiempo: aunque el terreno sea hostil, el Espíritu actúa en silencio y hace florecer lo sembrado con lágrimas y amor.
San Agustín de Canterbury es un modelo para nuestra parroquia en misión: salir, sin miedo, a anunciar el Evangelio en las periferias espirituales de nuestra comunidad, buscando no el éxito, sino la fidelidad al mandato del Señor.
Vivir el Año Santo Jubilar hoy
En este día de Pascua, memoria de un apóstol de la misión y promesa del Espíritu Santo, se nos invita a:
Oración final para este día
Señor Jesús, tú que liberaste a Pablo y a Silas,
libera también nuestro corazón de toda cadena que impida amarte.
Danos tu Espíritu Santo, defensor y guía,
para que vivamos con fe, proclamemos con gozo,
y sembremos esperanza como San Agustín de Canterbury.
Que nuestras familias, fortalecidas en tu amor,
sean lámparas encendidas en la noche del mundo. Amén.
¡El Señor está vivo! Su amor libera, transforma y salva. ¡Vivamos este tiempo pascual con gozo, y este Año Jubilar con corazón renovado!
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