La Confirmación: El Espíritu Santo que transforma nuestra vida
El sacramento de la Confirmación es mucho más que un rito de paso en la vida cristiana: es la plenitud del Bautismo y el envío personal a la misión. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña:
“La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, afianzar nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión, y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana con palabras acompañadas de obras” (CIC, 1316).
Hoy más que nunca, necesitamos cristianos maduros en la fe, valientes en la esperanza y apasionados en el amor. La Confirmación es el “Pentecostés personal” que nos concede esa fuerza.
1. Acción del Espíritu Santo en la Confirmación
En el día de Pentecostés, los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo y salieron sin miedo a anunciar a Cristo. Esa misma acción se actualiza en cada confirmado.
El Papa Francisco nos recuerda:
“El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él es quien realiza en nosotros esa transformación interior. Es el protagonista de nuestra santidad” (Homilía de Pentecostés, 2013).
Recibir la Confirmación no es recibir “un diploma religioso”, sino acoger un fuego que transforma y que nunca debe apagarse. San Ambrosio lo expresaba con fuerza: “Recuerda que has recibido el sello espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y fortaleza, el Espíritu de ciencia y de piedad, el Espíritu de temor de Dios” (De mysteriis, 7,42).
2. Los dones del Espíritu Santo
El Espíritu Santo se comunica en la Confirmación con plenitud y nos concede sus siete dones (cf. Is 11,2-3; CIC 1830-1831):
San Juan Pablo II explicó:
“La Confirmación confiere una fuerza especial para difundir y defender la fe mediante la palabra y la acción, como verdaderos testigos de Cristo” (Catequesis, 14-11-1990).
3. Carismas: dones para la misión
Además de los siete dones, el Espíritu reparte carismas para el servicio y la edificación de la Iglesia. San Pablo enseña: “A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común” (1 Co 12,7).
El Papa Benedicto XVI señalaba:
“Los carismas no son privilegios personales, sino dones para que la comunidad entera crezca en santidad y en misión” (Homilía, Pentecostés 2006).
Los Santos han vivido estos carismas con plenitud. San Francisco de Asís con la pobreza radical, Santa Catalina de Siena con la sabiduría y la palabra profética, San Juan Bosco con el don de educar a los jóvenes.
4. Confirmación hoy: una urgencia apologética
En un mundo marcado por la indiferencia religiosa y la confusión, la Confirmación es la fuerza que el cristiano necesita para ser testigo de la esperanza.
San Óscar Romero lo expresó con radicalidad: “El cristiano que se compromete en la Confirmación no puede quedarse con los brazos cruzados: debe ser voz de los que no tienen voz y signo del Reino en medio del mundo”.
La Confirmación no es solo para los adolescentes: es para todo bautizado que aún no ha recibido este sacramento. En la familia cristiana, padres y padrinos deben animar a los hijos a recibirlo, y sobre todo a vivirlo cada día.
Confirmarse es decirle al Señor: “Aquí estoy, envíame” (Is 6,8).
Es abrir las puertas al Espíritu Santo para que guíe nuestras palabras, inspire nuestras decisiones y fortalezca nuestro testimonio.
La Confirmación es la plenitud del Bautismo, el sello del Espíritu Santo y la fuerza de Dios en nosotros. Hoy, la Iglesia necesita confirmados valientes que vivan con autenticidad sus dones y carismas, defendiendo la fe y construyendo un mundo más humano y fraterno.
Que podamos repetir con San Agustín: “Da lo que mandas y manda lo que quieras” (Confesiones X,29). Porque el Espíritu nos capacita para vivir en plenitud lo que Cristo espera de nosotros.
Bibliografía recomendada
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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