Fiesta de Nuestra Señora de la Merced: Madre de libertad y misericordia
Miércoles
24 de septiembre de 2025 – Semana XXV del Tiempo Ordinario
Mes de la Biblia – Noveno día de la novena en honor al Divino Niño Jesús
Hoy la Iglesia celebra con alegría la Fiesta de Nuestra Señora de la Merced, patrona de los centros penitenciarios, de los encarcelados y de todos aquellos que buscan en medio de las cadenas la verdadera libertad que sólo Cristo puede dar. En este día, nuestra parroquia se une a toda la Iglesia universal para acoger el mensaje de esperanza que brota de la Palabra de Dios y de la maternidad de María.
1. La victoria que viene de Dios
La
primera lectura, del libro de Judit (15,8-10.14;16,13-14), nos recuerda
cómo el Señor obra prodigios a través de personas sencillas y llenas de fe.
Judit, una mujer aparentemente frágil, se convierte en instrumento de
liberación para su pueblo. Su valentía nace de la confianza en el Dios que
salva. Como dice el texto: «Cantad a Dios con panderos, entonad salmos al
Señor; elevad vuestro canto y ensalzad su nombre».
Esta experiencia nos invita a creer que, incluso en las situaciones más
oscuras, Dios puede obrar maravillas por medio de quienes confían en Él.
2. María proclama la misericordia de Dios
El Salmo responsorial (Lc 1,46-55) nos trae el canto del Magníficat, donde María proclama: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». La Virgen reconoce que toda victoria y toda liberación provienen de la misericordia divina. Ella es el rostro maternal de la ternura de Dios que mira la humildad de sus hijos.
Hoy, en su advocación de Nuestra Señora de la Merced, María nos enseña que la verdadera libertad no consiste en hacer lo que queremos, sino en vivir como hijos amados de Dios, liberados del pecado y fortalecidos por su gracia.
3. María junto a la cruz
El
Evangelio de san Juan (19,25-27) nos presenta a la Virgen al pie de la cruz,
firme en la esperanza, compartiendo el dolor de su Hijo y recibiendo de Él la
misión de ser madre de todos los creyentes: «Ahí tienes a tu hijo… Ahí
tienes a tu madre».
Aquí comprendemos que María, como Madre de la Merced, está especialmente
cercana a quienes sufren, a los que se sienten solos o prisioneros de cadenas
visibles o invisibles. Ella abraza con ternura a quienes buscan reconciliación,
paz y un nuevo comienzo.
4. Fiesta de esperanza para los encarcelados
La Iglesia, al proclamar a la Virgen de la Merced como patrona de los privados de libertad, nos recuerda que la dignidad humana nunca se pierde, aunque haya errores o caídas.
El
Papa Francisco nos dice: «Nadie puede quitarte la dignidad, ni siquiera la
cárcel; porque eres hijo de Dios».
Por eso, la devoción a la Virgen de la Merced es un llamado a la misericordia
y la reconciliación, a trabajar por la pastoral penitenciaria, a tender la
mano a quienes anhelan volver a levantarse y reinsertarse en la sociedad.
5. Noveno día de la novena al Divino Niño Jesús
En
este mes de septiembre, nos preparamos también con alegría para culminar la novena
en honor al Divino Niño Jesús. El Niño Dios nos recuerda la sencillez del
amor y la confianza plena en la providencia del Padre.
Unir la devoción al Divino Niño con la fiesta de la Virgen de la Merced es
descubrir que la misericordia de Dios se hace carne en la ternura de un Niño y
en la cercanía de una Madre.
6. Palabra de vida para el futuro
En
este Mes de la Biblia, renovemos nuestro compromiso de leer y meditar la
Palabra de Dios cada día. La Sagrada Escritura es la lámpara que ilumina
nuestro camino y la fuerza que nos ayuda a vivir en libertad interior.
San Jerónimo decía: «Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo». Por eso,
como comunidad, hagamos el propósito de tener nuestra Biblia siempre abierta en
casa, para que ella sea guía en las decisiones y consuelo en las pruebas.
La verdadera libertad nace del amor de Dios y se fortalece en la misericordia; de allí brota la alegría de sabernos hijos acompañados por la ternura de María, Madre de la Merced, y el compromiso concreto de visitar, apoyar o rezar por los privados de libertad y sus familias, llevando esperanza a quienes se sienten atados por el dolor o el pecado.
Que María de la Merced y el Divino Niño Jesús nos enseñen a vivir como hombres y mujeres nuevos, sembradores de esperanza en nuestro pueblo.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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