Vi que descendía del cielo, desde donde está Dios, la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia, que va a desposarse con su prometido.
Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán: Un Llamado a Construir y Ser Templo de Dios
La Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral del Papa y la primera basílica de la cristiandad, no es solo una celebración histórica, sino un recordatorio de que todos estamos llamados a construir y ser templos vivos de Dios. Cada 9 de noviembre, esta fiesta nos invita a redescubrir el sentido de nuestra pertenencia a la Iglesia universal y la unidad bajo el liderazgo del sucesor de Pedro. Con los textos de la Primera Carta a los Corintios, el Salmo 45 y el Evangelio de Juan, podemos comprender la importancia y belleza de nuestra vocación como templos de Dios, una construcción en la que Dios mismo habita.
La Basílica de Letrán: Historia y Significado
Fundada en el siglo IV bajo el emperador Constantino, la Basílica de San Juan de Letrán fue la primera iglesia pública en Roma y es considerada "la madre y cabeza de todas las iglesias del mundo". Esta construcción monumental representa la comunidad cristiana como el lugar donde Dios mora y se manifiesta, y nos recuerda que nosotros, como piedras vivas, formamos la Iglesia que está destinada a construir el Reino de Dios en la tierra. La Basílica simboliza la unidad y la continuidad de la fe cristiana bajo el liderazgo del Papa, y es un testimonio del compromiso de la Iglesia con la verdad, la paz y el amor de Cristo.
"Ustedes son el edificio de Dios" (1 Corintios 3,9-11.16-17)
San Pablo, en su primera carta a los Corintios, nos da una enseñanza crucial: somos el edificio de Dios, un templo santo. Esta imagen nos muestra que no solo estamos llamados a construir templos de piedra, sino que somos nosotros mismos templos vivos donde Dios desea habitar. Cada uno de nosotros es una piedra en esta construcción divina, y Jesús es el fundamento. La Iglesia, a través de su Magisterio, nos enseña que, como miembros de este templo, debemos vivir en santidad y amor fraternal, construyendo y cuidando de esta casa común donde Dios habita (Catecismo de la Iglesia Católica, 756).
Esta comprensión nos invita a ver la vida cristiana como un proyecto en construcción. La gracia y los sacramentos son los medios por los cuales Dios edifica y fortalece este templo, y nosotros, como templos de Dios, estamos llamados a vivir en santidad y a dar testimonio de Su amor y misericordia en el mundo.
"Un río alegra a la ciudad de Dios" (Salmo 45)
El Salmo 45 nos llena de esperanza y gozo: "Un río alegra a la ciudad de Dios, la morada del Altísimo". Este río representa la gracia que fluye del corazón de Dios hacia cada uno de nosotros, purificándonos, dándonos vida y permitiéndonos ser verdaderas moradas de su presencia. La Iglesia es esa ciudad de Dios, y nosotros, al ser templos vivos, somos parte de esa ciudad santa en la que Él habita. Así, nuestra vida cristiana está marcada por la paz y la alegría que solo Dios puede ofrecer, pues Su presencia es fuente de esperanza en todas las circunstancias.
"Destruyan este templo y en tres días lo levantaré" (Juan 2,13-22)
El Evangelio de Juan nos presenta a Jesús en el Templo de Jerusalén, un lugar sagrado que Él purifica y reclama como la casa de su Padre. Cuando los judíos cuestionan su autoridad, Él revela el profundo significado de su misión: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré”. Jesús hablaba del templo de su cuerpo, prefigurando su muerte y resurrección. En el misterio pascual, Jesús se convierte en el nuevo y definitivo templo, el lugar donde encontramos a Dios. A través de Él, nosotros también participamos de esta realidad y somos llamados a ser templos vivos donde se manifiesta el amor y la gracia de Dios.
La Iglesia nos enseña que, a través de nuestro bautismo, nos convertimos en miembros de este Cuerpo místico, en templos donde mora el Espíritu Santo. Estamos llamados a vivir en comunión con Cristo y a permitir que Su Espíritu actúe en nosotros para ser testimonios vivos de la fe (Catecismo de la Iglesia Católica, 1267).
Somos templos vivos de Dios y piedras de una Iglesia que sigue creciendo y construyéndose en la esperanza, en la caridad y en la fe. Cada acción de nuestra vida es una oportunidad para edificar nuestra relación con Dios y con los demás.
La paz y la alegría que vienen de saber que Dios mismo desea habitar en cada uno de nosotros, acompañándonos en nuestro caminar diario.
Visualicemos el agua de un río que fluye incesantemente, dando vida y alegría a una ciudad en medio del desierto. Así es la gracia de Dios en nuestra vida, que nos llena, nos purifica y nos revitaliza para ser templos vivos de su amor.
Cómo construir y ser templo de Dios
1. Renueva tu vida espiritual: Como Jesús purificó el templo, purifiquemos nuestro corazón. El sacramento de la reconciliación es una oportunidad para renovar nuestro compromiso de vivir como templos dignos de la presencia de Dios.
2. Ora en comunidad: Participar en la vida sacramental y en las celebraciones comunitarias fortalece nuestra unidad con la Iglesia. En cada Eucaristía, se nos recuerda que somos un solo cuerpo en Cristo.
3. Sé testigo de Cristo en el mundo: Cada día, en nuestro trabajo, en la familia y en la sociedad, llevemos el amor de Dios con palabras y obras. Recordemos que somos embajadores de la paz, la compasión y la verdad.
La Fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán nos llama a mirar hacia el futuro con esperanza, sabiendo que la Iglesia sigue siendo una casa construida sobre Cristo. Sigamos edificando, siendo templos vivos y piedras de esa construcción divina, manifestando el amor y la presencia de Dios en el mundo.
He elegido y santificado este lugar, dice el Señor, para que siempre habite ahí mi nombre. 2Cro 7,16
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