Jueves 12 de junio de 2025 –
Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote
Semana X del Tiempo Ordinario – Año Santo Jubilar de la Esperanza
“Aquí estoy, Señor, para hacer
tu voluntad”
Hoy celebramos con profundo gozo la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, una solemnidad que nos invita a contemplar el misterio del amor redentor de Cristo, que ofrece su vida por la salvación del mundo. Esta celebración no es solo un acto litúrgico, sino un llamado a entrar en el corazón del sacerdocio de Cristo, que sigue vivo y operante en su Iglesia, especialmente a través del ministerio sacerdotal y del pueblo de Dios configurado por el Bautismo como comunidad sacerdotal, profética y real.
1. El Siervo Sufriente: Sacerdote y Víctima (Isaías 52,13–53,12)
La primera lectura del profeta Isaías nos presenta la figura del Siervo de Yahvé, que anticipa proféticamente el misterio de Cristo. Dice el texto: “Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestras culpas... por sus llagas hemos sido sanados.” (Is 53,5)
Cristo no solo ofrece un sacrificio, Él mismo es el sacrificio. No actúa como un sacerdote exterior a la víctima, sino que se entrega totalmente, en cuerpo y alma, como ofrenda agradable al Padre. Este acto supremo de amor configura el sacerdocio de Jesús: un sacerdocio eterno, no según el orden de Leví, sino según el orden de Melquisedec (cf. Heb 7,17), fundamentado no en leyes rituales, sino en el poder de una vida indestructible.
2. Aquí estoy para hacer tu voluntad (Salmo 39)
Este salmo mesiánico pone en boca del Hijo las palabras más puras de obediencia: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.” Esta es la esencia del sacerdocio cristiano: una obediencia libre, amorosa y total a la voluntad del Padre.
Celebrar a Jesucristo como Sumo y Eterno Sacerdote es reconocer que en cada Eucaristía Él sigue diciendo “sí” al Padre, y nos invita a unirnos a su oblación. Cada fiel, al participar del sacrificio de la Misa, es llamado también a decir: “Aquí estoy, Señor”, en su hogar, en su trabajo, en su cruz, en su esperanza.
3. El Evangelio: Una Eucaristía antes de la Cruz (Lucas 22,14-20)
El Evangelio de Lucas nos sitúa en la Última Cena, donde Jesús anticipa el misterio de su muerte con la institución de la Eucaristía. “Este es mi cuerpo, que se entrega por ustedes… Esta es la copa de la nueva alianza en mi sangre.” (Lc 22,19-20)
Este momento sagrado no es solo memoria, sino presencia viva. Cada vez que el sacerdote consagra el pan y el vino, es Cristo quien actúa. Él es el único sacerdote verdadero; el ministro humano participa sacramentalmente de ese sacerdocio eterno.
En este día, contemplamos a Jesús en su entrega total: sacerdote que ofrece, víctima que se entrega, altar que santifica. Su sacerdocio no termina en la cruz, sino que se perpetúa gloriosamente en el cielo, donde intercede por nosotros continuamente (cf. Heb 7,25).
4. Vivir el sacerdocio de Cristo en el Año Santo Jubilar
Este Año Santo de la Esperanza, convocado por el Papa Francisco de feliz memoria y que el Papa León XIV nos invita a vivir con renovado ardor, es una gran oportunidad para:
5. Pensamiento, sentimiento y acción para hoy
Pensamiento:
Cristo no solo es el sacerdote perfecto, es también la víctima perfecta y el
altar eterno. Su amor es total y para siempre.
Sentimiento:
Siente la ternura de Aquel que, siendo Dios, no se guardó nada, sino que se
ofreció completamente por ti.
Acción:
Participa hoy, con plena conciencia, en la Santa Misa, y ofrece tu vida como
una oblación espiritual por tu familia, por los sacerdotes y por los que
sufren.
Oración final
Señor Jesús, Sumo y Eterno
Sacerdote, que en la cruz te ofreciste por amor y en la Eucaristía te quedaste
por siempre, enséñanos a vivir en total obediencia al Padre. Que en este Año
Jubilar seamos, contigo, víctimas de amor, sacerdotes en el alma, y testigos de
esperanza para este mundo sediento de consuelo.
Amén.
Pbro. A.J.U.M
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