20
ABR
2025

Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo (Sal 117,24)



“Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 117,24)

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

La aurora de este Domingo de Resurrección irrumpe con una luz que no se apaga, la luz del Resucitado, la luz de la esperanza que transforma la historia. Hoy no celebramos un recuerdo piadoso, sino un acontecimiento real, que cambió para siempre el rumbo de la humanidad: Jesucristo, el Crucificado, ha resucitado. Vive para siempre. Y nosotros, en Él, somos llamados a vivir una vida nueva (cf. Rom 6,4). Este es el centro de nuestra fe, como proclama San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1Cor 15,17). Pero ha resucitado. ¡Y eso lo cambia todo!

1. La Resurrección: fundamento de nuestra esperanza

En el Evangelio según san Juan (20,1-9), María Magdalena llega al sepulcro aún de madrugada. La piedra está removida. El sepulcro vacío no es un signo de ausencia, sino de presencia transformadora. Pedro y el otro discípulo corren, miran, creen. Es la fe que nace no de la evidencia sino de la experiencia de una Presencia que supera toda lógica humana: la experiencia de Aquel que ha vencido a la muerte.

Este acontecimiento no quedó en el silencio de la tumba vacía. En la primera lectura, Pedro da testimonio valiente en casa del centurión Cornelio (Hch 10,34.37-43): “Nosotros somos testigos de todo lo que hizo... Dios lo resucitó al tercer día”. El kerigma cristiano —el corazón del anuncio evangelizador— se funda en este hecho que transforma a los discípulos asustados en misioneros intrépidos. También hoy, nosotros, como Iglesia peregrina, estamos llamados a ser testigos alegres de este mismo Evangelio de vida.

2. La vida nueva en Cristo Resucitado

La segunda lectura, de la carta a los Colosenses (3,1-4), nos recuerda las consecuencias prácticas de la resurrección: “Si han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba”. La Pascua no es solo la celebración del triunfo de Cristo, sino la invitación a una vida resucitada, a una existencia que ya no se rige por los criterios del mundo, sino por los valores del Reino. Como bautizados, hemos muerto al pecado y vivimos ya una vida nueva en la gracia (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1265-1267).

En este Año Santo Jubilar, bajo el lema “Peregrinos de la esperanza”, la Pascua nos lanza a un camino de conversión permanente. El Resucitado camina con nosotros. Es nuestra fuerza, nuestra meta, y también el camino. Él nos envía a anunciar la Buena Nueva, especialmente a los pobres, a los migrantes, a los descartados, a los enfermos y a todos los que esperan una palabra de vida en medio del dolor.

3. La alegría pascual: vivir el Jubileo con mirada nueva

El salmo 117 resuena como un canto de victoria: “Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya”. Esta es la alegría que brota no del éxito humano, sino del amor fiel de Dios que nunca abandona a los suyos. La secuencia pascual nos invita a contemplar con los ojos del alma: “La vida y la muerte se enfrentaron en un duelo admirable... el Rey de la vida estaba muerto; y ahora vive, triunfa y reina”.

En este Año Jubilar, la Pascua es una oportunidad para:

  • Renovar nuestra fe en el Resucitado, participando frecuentemente en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación.
  • Redescubrir la vocación bautismal, viviendo como hijos de la luz (Ef 5,8) y testigos de la misericordia.
  • Peregrinar al encuentro de Cristo, tanto espiritual como físicamente, cruzando Puertas Santas o acompañando a otros en su camino de fe.
  • Ejercer la caridad, abriendo el corazón y las manos a los más necesitados.

Construir una comunidad viva y misionera, donde cada parroquia sea un hogar de esperanza para todos.

Querida comunidad parroquial, que esta Pascua 2025 sea un nuevo comienzo en Cristo. Él ha vencido la muerte para siempre y nos invita a caminar con Él hacia una vida plena. Vivamos este tiempo pascual como verdaderos peregrinos de la esperanza, con los ojos puestos en las realidades de arriba, sin dejar de transformar el mundo con la fuerza del Evangelio.

Con María Magdalena, Pedro y Juan, corramos al encuentro del Resucitado. Con los discípulos de Emaús, dejemos que su palabra y su pan nos enciendan el corazón. Con toda la Iglesia, exclamemos con alegría:

¡Cristo vive! ¡Cristo reina! ¡Cristo viene! ¡Aleluya!

P. Anel Sánchez Martínez.
Parroquia de Santa Ana y San Joaquín
Ciudad de Panamá – Año Santo Jubilar 2025


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