Miércoles 16 de julio de 2025 – Semana XV del Tiempo Ordinario
Memoria obligatoria de la Bienaventurada Virgen María del Carmen
Año Santo Jubilar | Mes de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
“El Señor es compasivo y misericordioso”
Hoy, la liturgia de la Iglesia nos conduce a una experiencia luminosa de fe en medio de la Semana XV del Tiempo Ordinario, celebrando con amor filial la memoria obligatoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, nuestra Madre, la Señora del Silencio y la Contemplación, protectora de los carmelitas y estrella de mar para los peregrinos que buscan a Cristo. Todo esto enmarcado en la espiritualidad del Año Santo Jubilar y en el Mes dedicado a la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, Sangre que nos redime, nos sana y nos impulsa a seguir adelante con esperanza.
1. Una zarza que arde sin consumirse (Éxodo 3,1-6.9-12)
El pasaje del Éxodo nos sitúa en el corazón del misterio vocacional de Moisés. Un pastor en tierra extranjera, cuidando las ovejas de su suegro, se encuentra con el Dios vivo en una zarza ardiente. Dios lo llama por su nombre, le encomienda una misión aparentemente imposible y le revela su cercanía: “Yo estaré contigo”.
Esta escena es profundamente reveladora: Dios sigue llamando en medio de las zarzas de nuestra historia, en los lugares más inesperados, y confía tareas grandes a quienes se sienten pequeños. Hoy, como ayer, el Señor sigue levantando hombres y mujeres para liberar a su pueblo de la esclavitud, del pecado, del miedo, de la desesperanza. ¿Estás dispuesto a escuchar su voz? ¿Te atreves a dar un paso de fe aunque no te sientas digno ni capaz?
2. El rostro del Padre revelado a los sencillos (Mateo 11,25-27)
En el Evangelio según san Mateo, Jesús levanta los ojos al cielo y da gracias al Padre porque ha querido revelar sus misterios no a los sabios y entendidos del mundo, sino a los sencillos, a los pequeños. Esta acción de gracias brota de la ternura del Hijo que conoce el corazón del Padre y sabe que la verdadera sabiduría no se encuentra en la autosuficiencia, sino en la humildad del corazón.
En un mundo donde todo parece girar en torno al poder, la apariencia y el prestigio, Jesús nos devuelve a lo esencial: la sencillez de los que se abren al don de Dios. Y en este camino, María del Carmen es modelo perfecto de humildad y contemplación. Ella guardaba todo en su corazón, y desde su silencio fecundo nos enseña a confiar, a esperar, a amar.
3. La Virgen del Carmen: Madre y Guía
Hoy, en esta memoria litúrgica, volvemos la mirada hacia la Bienaventurada Virgen María del Carmen. Su escapulario, signo de consagración, nos recuerda que pertenecemos a Cristo y que contamos con la protección materna de María en todo momento. No es un amuleto, sino un compromiso de vida evangélica, de oración y caridad. Como enseña san Juan Pablo II:
“El escapulario es signo eficaz de la protección de la Virgen y de nuestro esfuerzo por revestirnos de Cristo”.
María del Carmen nos invita a vivir con esperanza y paz interior. En sus manos confiamos nuestras familias, nuestros jóvenes, los enfermos, los que sufren en el silencio de la depresión o la soledad, los que atraviesan la noche oscura de la fe. Ella, que supo estar junto a la cruz y al pie de la Iglesia naciente, no deja de interceder por nosotros.
4. Jubileo, Sangre y Esperanza
En este Año Santo Jubilar, recordamos que la Sangre de Cristo nos ha abierto las puertas de la reconciliación. En el sacramento de la Confesión, Jesús nos espera para sanar nuestras heridas. En la Eucaristía, nos alimenta con su Cuerpo y nos redime con su Sangre, derramada por amor.
El Jubileo no es solo un tiempo de gracia, sino también de acción: salir al encuentro del hermano, especialmente del pobre, del marginado, del que sufre. Es el momento de volver a la fuente, de hacer de nuestra vida una ofrenda vivida con alegría, como María, que supo decir “sí” sin reservas.
Un pensamiento
Dios sigue llamando desde la zarza ardiente de cada situación difícil. Solo el corazón humilde puede escuchar su voz.
Un sentimiento
Hoy brota en nosotros la gratitud confiada, porque Dios no abandona a su pueblo, y porque la Virgen del Carmen camina con nosotros.
Una acción
Hoy, coloca una imagen de la Virgen del Carmen en tu casa. Reza con tu familia el Ave María, y si tienes escapulario, renuévalo con fe. Y si no lo tienes, acércate a la parroquia para recibirlo como signo de tu compromiso con Cristo y su Madre.
Querido hermano, querida hermana:
Dios está cerca. Nos llama por nuestro nombre. Nos revela su amor si somos
humildes. Nos cubre con el manto de María del Carmen. Nos da su Sangre preciosa
como manantial de vida. En este día, escucha su voz, acoge su Palabra, y sigue
caminando con esperanza hacia el Jubileo, donde todo será nuevo en Cristo.
¡Virgen del Carmen, ruega por nosotros!
¡Sangre de Cristo, sálvanos!
¡Señor, gracias por tu misericordia!
Parroquia de Santa Ana – Caminando juntos peregrinos de Esperanza.
Por el P. Alfredo Uzcátegui
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