Semana XXI del Tiempo Ordinario
Lunes 25 de agosto de 2025
“El Señor es amigo de su pueblo” (Sal 149)
El camino de la fe que ilumina la vida
Comenzamos esta nueva semana del Tiempo Ordinario con una certeza que llena de esperanza: Dios no abandona a su pueblo, sino que camina con nosotros, sosteniéndonos en la fe, la esperanza y el amor. La liturgia de hoy nos invita a vivir en gratitud, a dejar que nuestra fe sea testimonio vivo para los demás y a purificar nuestro corazón de toda hipocresía.
Las lecturas de este lunes —la primera carta a los Tesalonicenses, el salmo 149 y el Evangelio según san Mateo— nos ofrecen un mensaje profundamente actual: la fe auténtica no se queda en palabras, sino que se traduce en obras visibles de amor; y al mismo tiempo, nos advierten del peligro de la incoherencia religiosa, de los gestos externos vacíos de verdadera conversión.
Primera Lectura: El gozo de una fe que se irradia
San Pablo se dirige a la comunidad de Tesalónica con afecto y gratitud (1 Tes 1,1-5.8-10). Destaca tres virtudes esenciales que ya desde los Padres de la Iglesia son consideradas el corazón de la vida cristiana: la fe activa, la caridad laboriosa y la esperanza perseverante.
Los tesalonicenses, recién convertidos, se convirtieron en testigos vivos del Evangelio. Su fe no se limitó a la intimidad de sus corazones, sino que se extendió a otras regiones. Como decía san Juan Crisóstomo: “La fe, cuando es verdadera, tiene una fuerza expansiva; no se encierra en sí misma, sino que contagia a los demás con su luz”.
Este pasaje nos recuerda que también hoy nuestra vida cristiana debe ser atractiva y testimonial. La evangelización no comienza con discursos largos, sino con el testimonio coherente de quienes, en medio de las pruebas, se mantienen firmes en la esperanza de Cristo resucitado.
Salmo Responsorial: La alegría del pueblo de Dios
El salmo 149 proclama: “El Señor es amigo de su pueblo”. Esta expresión revela la cercanía de Dios con su Iglesia, una amistad que se manifiesta en su presencia constante, en su fidelidad y en su salvación.
Los santos Padres entendieron este salmo como un canto de la Iglesia-esposa que celebra el amor fiel de Cristo-esposo. San Agustín, comentando los salmos, recordaba: “Cuando cantamos, es Cristo quien canta en nosotros, porque somos miembros de su Cuerpo”.
Así, cada Eucaristía, cada oración comunitaria, es un anticipo de la fiesta eterna en la que el Señor enjugará toda lágrima y coronará con victoria a su pueblo humilde.
Evangelio: La denuncia de la hipocresía religiosa
El Evangelio (Mt 23,13-22) presenta uno de los “ayes” de Jesús contra los escribas y fariseos. Denuncia la incoherencia de quienes se preocupan por aparentar piedad externa, pero cierran las puertas del Reino a los demás.
Jesús no condena la Ley ni las tradiciones de Israel, sino la falta de autenticidad. El problema no está en rezar, enseñar o guiar, sino en hacerlo sin un corazón convertido. Como afirmaba san Gregorio Magno: “La lengua que anuncia a Dios debe ser confirmada por la vida que da testimonio de Él”.
Este Evangelio nos llama a revisar nuestra propia vida: ¿somos cristianos de fachada o discípulos auténticos de Cristo? La esperanza está en que siempre podemos cambiar, volver al Señor y vivir con transparencia, dejando que nuestra fe se exprese en obras de justicia, misericordia y verdad.
El testimonio de San José de Calasanz
Hoy la Iglesia recuerda a San José de Calasanz (1557-1648), sacerdote español y fundador de las Escuelas Pías. Fue pionero en la educación gratuita para los niños pobres, convencido de que la formación integral —académica, humana y cristiana— abre caminos de dignidad y de esperanza.
Su vida es una concreción del Evangelio de hoy: no buscó títulos ni honores, sino servir en la humildad a los más pequeños. Decía: “Si desde la más tierna infancia el niño es ejercitado en la piedad y en las letras, se puede esperar con fundamento un feliz transcurso de toda su vida”.
En este Año Jubilar de la Esperanza, San José de Calasanz nos inspira a sembrar futuro educando en la fe, formando corazones libres y conscientes, capaces de amar y servir.
La fe auténtica se irradia con la vida, no con las apariencias y por ello debemos tener gratitud, porque Dios es amigo fiel de su pueblo y cada día revisar nuestra coherencia cristiana y dar testimonio de nuestra fe en las pequeñas obras de cada día, especialmente sirviendo a los más necesitados.
Un camino de esperanza
La Palabra de Dios hoy nos anima a vivir una fe activa, una esperanza firme y un amor concreto. Nos recuerda que el Señor camina con nosotros y que siempre hay posibilidad de conversión y de un futuro nuevo.
Pidamos a San José de Calasanz que interceda por nuestros niños y jóvenes, para que encuentren en la educación y en la fe los caminos de la verdadera libertad. Y que nosotros, como comunidad, sigamos siendo testigos creíbles de Cristo en medio del mundo.
Pbro. Alfredo Uzcátegui.
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